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Nacional

'Lo van a enfermar', se cuchicheaba días antes de que mataran a Colosio

'Yo veo un México con hambre y sed de justicia, un México de gente agraviada', dijo Luis Donaldo Colosio el 6 de marzo de 1994

Pedro Díaz G. | 23-03-2023
Colosio el 6 de marzo
Luis Donaldo Colosio pronuncia su emblemático discurso el 6 de marzo, compartiendo una visión de un México mejor y más justo para todos.

Cuchichear: hablar en voz baja o al oído a alguien, de modo que otros no se enteren.

El gatillo se accionó bajo el sol abrasador del 23 de marzo de 1994, en las pendientes de Lomas Taurinas, ahí donde Luis Donaldo Colosio fue abandonado. La imagen del tiro destrozándole el cráneo mientras “La Culebra” sonaba a todo volumen, haciendo de la canción de la Banda Machos la mayor apología del crimen, se insertó en el cerebro de toda una generación de mexicanos incrédulos ante la cruel realidad política del país. 

Pasadas las 4 de la tarde, la noticia nos tuvo pegados al televisor en aquella casa de Watteau 54, en donde la revista Macrópolis, dirigida por el joven Juan Pablo Becerra Acosta, montó su redacción.

Alejandro Toledo, quien junto con Héctor de Mauleón cubrían la sección cultural, fue el primero en conocer la noticia y nos llamó a verlo en la televisión de su oficina. 

Sí. Esa tarde de calor asfixiante México se conmocionó al saber que Luis Donaldo Colosio, el candidato a la presidencia de México, pendía entre la vida y la muerte en un hospital en donde la única reportera presente fue Talina Fernández, quien se había establecido allá para conducir un programa de televisión en la frontera. 

Fueron de sus labios de donde salieron las palabras: “Luis Donaldo Colosio… ha muerto”.

Ella quien dio todos los detalles; se sabría entonces que los reporteros de prensa que acompañaron a la comitiva, fueron tácticamente separados del grupo para llevarlos de shopping a San Diego. Se sabría entonces que quien disparó, un joven llamado Mario Aburto, había sido el asesino material, pero también se tuvo la certeza de que en esas primeras horas los Mario Aburto fueron dos, o hasta tres; dependiendo de las circunstancias y de la conveniencia del momento. 

Se conocería, en toda la extensión, la palabra magnicidio. 

 

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Hubo desazón. 

Mucha. 

Ese tipo de vendettas eran conocidas desde entonces al sur del continente, siendo la Colombia de Pablo Escobar el mejor ejemplo de descomposición política, por lo que trasladar ese escenario a México, era, lo menos, impactante. 

Pasadas las 4 de la tarde, la noticia nos tuvo pegados al televisor en Macrópolis. 

Ese medio de comunicación había nacido meses antes con la anuencia de Carlos Salinas y Manuel Camacho, presidente y regente, bajo la condición de que se trataran temas de entretenimiento, y así fue hasta la primera luz de 1994. 

Ese año la línea editorial dio un giro de rebeldía informativa cuando amaneció el 1 de enero y el subcomandante Marcos declaró la guerra al gobierno mexicano. Todo el periodismo contenido estalló entonces y se acentuó al ver que el sistema, alguien, en ese momento no se sabe quién, pero se intuye, acabó con la vida y las esperanzas de un cambio en la vida política del país. 

“El licenciado Luis Donaldo Colosio… ha muerto” fueron las palabras de la dama del buen decir. 

El tiro que recibió y le hizo estallar el cráneo, colocó a México, también, en terapia intensiva.

 

* * *

 

El discurso del 6 de marzo de 1994, ante miles de priistas, fue emotivo, una poesía que quedará para la posteridad. 

Colosio pronunció un histórico discurso en el que planteó su visión de un México mejor, con un ancla poderosa:

"Yo veo un México de comunidades indígenas que no tienen aún lo más elemental para el sustento de la vida humana, que no tienen agua potable, que no tienen luz eléctrica, que no tienen caminos."

"Yo veo un México de niños que no pueden ir a la escuela por tener que trabajar, de mujeres maltratadas, de jóvenes sin oportunidades, de ancianos olvidados."

"Yo veo un México de jóvenes que necesitan un proyecto nacional, que necesitan creer en un líder."

"Yo veo un México que reclama la acción generosa y solidaria de sus gobernantes."

"Yo veo un México de gobernantes que se alejan cada vez más de su gente, que se alejan de sus problemas, que no los ven, que no los sienten, que no los padecen."

"Yo veo un México que exige de nosotros una respuesta y una solución a estos problemas."

Y la más memorable, la que le da sentido a su existencia. 

"Yo veo un México con hambre y sed de justicia, un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen al Estado y que imponen a las instituciones los grupos de poder económico, un México de gente que desea un cambio verdadero en la vida política, un cambio en las relaciones económicas, un cambio en las relaciones de la política y el poder, un cambio en las relaciones del poder y el ciudadano”. 

Eso dijo. Todo eso quiso cambiar, y entonces los mexicanos, quienes como yo, rondábamos los 32 años, creíamos en la posibilidad de que el PRI se transformara y el manto de la política cubriera a todos los sectores. 

Al menos eso quiso transmitir Luis Donaldo Colosio en su perorata. 

No lo logró. 

Lo que sí transmitió fue incertidumbre. Y fue aquella noche de sábado cuando Salvador Díaz de la Serna, y sus amigos del gimnasio nos reunimos en su casa a charlar sobre el tema político, cuando apareció la posibilidad. 

La euforia se sentía en el ambiente, pero también la sospecha. Si bien no todos habíamos escuchado íntegro el discurso, su contenido fue rápidamente conocido. 

Juan Carlos dijo: “lo van a enfermar; el PRI no puede dejar que este hombre llegue a la presidencia y cumpla todo lo que está prometiendo”.

Y así basó su teoría; en los siguientes días, según él, le inventarían achaques que lo enviarían a la bodega, fuera del escrutinio público. Lo que era cierto es que Colosio se había atrevido a hablar como ningún otro político lo había hecho hasta ese momento, y, sonorense, gente de pueblo, floreciendo de la cultura del esfuerzo, la gente le creyó. Tanto, que Ricardo fue quien lanzó: 

—¡No! ¡Lo van a matar! —atinó, argumentando que un hombre no es más grande que el aparato que lo sostiene. 

Esta charla, días antes del magnicidio, se sabría después, se reprodujo en encuentros de café, y se volvió tema cotidiano, aquí y allá. 

Algo en el ambiente presagiaba tragedia. Se percibía, no hay más. 


* * *

 

El asesinato de Luis Donaldo Colosio fue un golpe muy duro para el país. La muerte de un candidato presidencial en plena campaña electoral era algo que no se había visto antes, y los mexicanos nos preguntamos qué consecuencias tendría este hecho en la vida política del país. Algunos temimos que esto llevara a un mayor deterioro de la democracia y la estabilidad social, mientras que otros esperaban que el suceso fuera un llamado de atención para hacer cambios en el sistema político y mejorar la vida de los ciudadanos.

A pesar de todo, lo que quedó claro es que el asesinato de Colosio dejó una huella indeleble en la historia de México, y su legado sigue siendo recordado por quienes luchamos por un país más justo y democrático.

 

* * *

La política es un monstruo predecible. Y en aquella calurosa tarde de Lomas Taurinas, con un Colosio abandonado por la logística de su equipo, se comprobó. 

No fueron solo capaces de enfermarlo y alejarlo de la escena pública. No les bastó y el tiro que le destrozó la cabeza sigue causando estragos en nosotros. Esa pesadilla es recurrente, y reaparece al escuchar "La Culebra". ¿No les pasa?

 

…“Yo veo un México con hambre y sed de justicia”.  

 

 

 

 

 


 

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