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...Y aquella madrugada, un terremoto de 7.9 tiró al Ángel de la Independencia

El terremoto de 1957, una sacudida que cambió la cara de la Ciudad de México y marcó una era; hace 66 años cayó el Ángel de la Independencia

Pedro Díaz G. | 28-07-2023
Autoridades ven el desastre
Uno de los movimientos sísmicos más fuertes de los que se tenga memoria.

La memoria del terremoto de 1957 permanece viva en los habitantes más longevos de la Ciudad de México. Don Ciri, un vecino de la colonia Condesa, relata cómo llegó a los escombros del Ángel de la Independencia. Han pasado más de seis décadas, pero la imagen de la Victoria Alada destrozada permanece imborrable en su memoria. Esta narrativa es un recordatorio de la fuerza y resiliencia de los mexicanos ante las adversidades.

 

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Don Ciri vivía en 1957 en la colonia Condesa. Hace unas semanas, a sus 89 años, volvió a la glorieta de Paseo de Reforma y Florencia y miró al Ángel de la Independencia. Estaba enmedio de uno de esos recorridos que hace por la ciudad acompañado de su hijo mayor. Desde la silla de ruedas subió la mirada y observó el fulgor dorado que engalana Reforma. Y recordó:

—Yo fui de los primeros en llegar. Pero aún así, me ganaron los militares. Logré estar muy cerca de los escombros caídos en El Ángel. Salí corriendo desde donde trabajaba yo en la calle de San Luis Potosí, aquella madrugada. Cuando logré llegar ya tenían cercada la zona; pude ver parte de los pedazos de Ángel en el suelo. Han pasado ya 66 años…

El 28 de julio de 1957 fue el tipo de madrugada que se queda grabada en la memoria colectiva. Un terremoto de 7.9 grados sacudió la Ciudad de México. La metrópoli durmiendo, la noche en su punto más oscuro, y la tierra rugiendo bajo las calles adoquinadas. ¿La prueba de la magnitud del desastre? El Ángel de la Independencia, ese monumento icónico que todos reconocen, cayó.

Los destellos de las luces de neón de la ciudad se vieron eclipsados por el pánico. El sismo de 1957 nos arrebató temporalmente uno de nuestros más grandes símbolos: el Ángel de la Independencia. A los pies de Paseo de la Reforma, la figura dorada yacía en escombros, sus alas deshechas, su rostro en el suelo. La imagen de la Victoria Alada destrozada fue como un puñetazo al corazón de la ciudad.

El amanecer del desastre

Imagínate el caos: la gente en las calles, el miedo en sus rostros, y en medio de todo, la imponente figura del Ángel reducida a escombros. "El amanecer del desastre", así lo llamaron muchos periódicos al día siguiente.

Y es que, ¿cómo no sentir que el mundo se viene abajo cuando el Ángel cae? Símbolo de la independencia, de la libertad, de la resistencia del mexicano, tumbado en el suelo, roto. La reconstrucción fue una tarea ardua que llevó más de un año.

Los daños no se limitaron al Ángel. El terremoto arrasó con innumerables hogares, edificios, calles. Cientos de vidas se perdieron esa madrugada y miles resultaron heridas. La ciudad se unió, se levantó entre el polvo y los escombros, y comenzó el largo camino hacia la recuperación.

El renacer de un Ángel

Fue un golpe duro, pero también un llamado a la acción. El terremoto cambió las reglas del juego. Se intensificaron los esfuerzos para mejorar la infraestructura y las medidas de seguridad. Se creó el Servicio Sismológico Nacional y se rediseñaron las normas de construcción.

La reconstrucción se convirtió en un símbolo de la recuperación de la ciudad.

El Ángel tuvo que rehacerse desde cero, el trabajo fue realizado por un grupo de técnicos del escultor José María Fernández Urbina y fue reinaugurada el 16 de septiembre de 1958.

Lo único que se rescató de la escultura ‘original’ del escultor italiano Enrique Alciati, fue el rostro.

Y aunque las cicatrices del terremoto de 1957 permanecen, el Ángel de la Independencia sigue en pie, recordándonos que somos fuertes, resilientes y capaces de reconstruirnos a nosotros mismos, una y otra vez.

El sismo que desgarró a la colonia Roma

Casi podías oír el miedo en el aire aquella madrugada del 28 de julio de 1957. Una madrugada que sería recordada con tristeza y desolación. Un edificio de departamentos, situado en la esquina de Frontera y Álvaro Obregón en la colonia Roma, se convertiría en una tumba para 12 familias. Los gritos de ayuda quedaron apagados por los toneladas de concreto y hierro.

Aunque el Ángel de la Independencia se volvió el icono de aquel sismo al desplomarse de su columna, el verdadero siniestro se desató en el edificio de apartamentos. Aquel monstruo de concreto, antes hogar de 59 personas, no era más que un amasijo de escombros y pesar. Ese sismo, a pesar de su fama por derrumbar al Ángel, dejó a su paso 25 derrumbes en la capital.

El sismo en las butacas

El cine, punto de encuentro de familias y parejas en aquellos días, también fue sacudido por el terremoto. Los cines Colonial, Ópera, Gloria, Goya, Titán, Majestic, Capitolio, Cineac, Roble Insurgentes, Encanto y Cervantes tuvieron que cerrar sus puertas. Las películas de la época interrumpidas por un desastre natural que parecía sacado de la misma pantalla grande.

En la esquina de Paseo de la Reforma y Avenida de la República, el edificio Corcuera, una imponente mole de 20 pisos, parecía resistir. Sin embargo, lo que desde fuera parecía una fortaleza era un edificio condenado. Había sido, en su momento, el edificio más alto de México, pero tuvo que ser demolido. Hoy, en el mismo lugar, un hotel sirve como recordatorio del pasado.

 

Un gigante que desafió a la naturaleza

El terremoto de México de 1957, conocido también como el Terremoto del Ángel, fue un sismo ocurrido a las 02:40 hora local, el domingo 28 de julio de 1957. Este movimiento telúrico alcanzó una magnitud de 7.8, aunque el Servicio Geológico de los Estados Unidos lo registró como un sismo de magnitud 7.9. 

La Torre Latinoamericana, en contraste, salió indemne del terremoto. A pesar de ser recién inaugurada, ni uno de sus vidrios se quebró. Un testamento a la resistencia y al espíritu humano. Y así, a pesar del paso del tiempo y de los embates de la naturaleza, se mantiene hasta la fecha. Un símbolo, no de la destrucción, sino de la capacidad de levantarse de entre los escombros.

La resistencia de la Torre Latinoamericana a los sismos, particularmente el de 1957 y el devastador sismo de 1985, puede atribuirse a varios factores, pero el principal es su ingenioso diseño estructural. La torre, que fue diseñada por los arquitectos mexicanos Augusto H. Álvarez y Adolfo Zeevaert, fue construida con una cimentación profunda que penetra hasta la capa estable de suelo firme, evitando así la amplificación de las ondas sísmicas que ocurre en los suelos blandos de la Ciudad de México.

Además de esta profundidad, el diseño de la Torre Latinoamericana cuenta con una "jaula" estructural de acero que distribuye uniformemente las cargas de la edificación y permite una mayor flexibilidad en caso de movimientos telúricos. La combinación de estos elementos, unida a la calidad de los materiales y a los constantes mantenimientos, ha permitido que esta emblemática torre se mantenga en pie, desafiando los constantes embates de la naturaleza en una de las ciudades más sísmicamente activas del mundo.

 

Don Ciri, el vecino que hace seis décadas trabajaba en la colonia Condesa, hoy tiene 89 años y recorre los lugares emblemáticos de la ciudad impulsado por su hijo mayor, a bordo de una silla de ruedas. Xochimilco, Coyoacán, Chapultepec, el parque Hundido... y, por supuesto, el Parque México. Pasean hasta dónde la nostalgia les alcanza. Y cada recorrido viene impregnado de anécdotas de este señor padre que ve pasar la vida entera ante sus ojos. 

¡Y cómo la disfruta!

 

 

 

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