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La reina del albur presume su libro ‘Cada vez que te veo, palpito’

Lourdes Ruiz, se asomó en Excélsior para invitar a su diplomado sobre el doble sentido en Peralvillo 55. habrá galletas y gansitos

JC Vargas | 10-04-2018

CIUDAD DE MÉXICO.

Lourdes Ruiz aprendió a decir palabrotas desde niña, no había otra manera en el barrio bravo y alburero de Tepito. Tantas veces llegó a escuchar su mamá, que terminó lavándole la boca con jabón. Y un día, la pequeña Lulú detuvo la mirada en la defensa de una camioneta. Decía: “Entre Melón y Melames...”.

Aquellos puntos suspensivos llamaron la atención de aquella chamaca, quien no se quedó quieta. “No sólo supe su significado, sino que ahí descubrí el doble sentido y pues, flojita y cooperando. Aunque mi primera maestra fue mi abuela. Nos acariciaba la cara y decía que nunca imaginó ver hijas grandes”, recuerda la Reina del albur, quien en el bajo mundo responde como La Verdolaga Enmascarada.

“¿Por qué la Verdolaga?, siéntese y le platico. Es la máscara que me pongo para dejar calladitos a los que me quieren alburear, además es una planta que se da hasta en las banquetas”.

Doña Lourdes se asoma con delantal puesto y sonrisa burlona, los ojos chiquitos como pajarito y la lengua lista para agarrar a la presa, al que se deje o al que se ponga al brinco. Es la Reina del albur desde el 97, luego de ganar la batalla entre albureros Trompo contra Perinolas. “Muchos me increpan que cómo es que soy la mera mera en el albur, si ni pene tengo. Siempre les respondo que tengo dedos”.

Se transformó en La Verdolaga escuchando a los chamacos de la primaria, a los tianguistas de Tepito y los borrachitos de las banquetas. Pero también su escuela fueron aquellos garabatos anónimos en las paredes de los baños populares, los muros sucios de las pulquerías y, claro, pronto se asomaría el Gallito Inglés ante sus ojos. Después vendrían los discos marca Diablo de Chaf y Queli, la Picardía mexicana de Armando Ramírez “hasta las canciones de Chava Flores, de Santini, Raúl Vale, El Pirulí y el maestrazo de Sergio Corona, con quien he tenido la oportunidad de echarme un mano a mano. A Carlos Monsiváis tuve la oportunidad de alburearlo. Bueno, hasta Sor Juana le entró en aquello de: “no te des a las congojas/ por mal que vayan las cosas/ no aflojes el tamal/ aunque te jalen las hojas...”.

Dice doña Lourdes que nació en el 71, pero que le gusta más el 69. También comenta que tiene un puesto de ropa interior entre las calles de Aztecas y Bartolomé. “Vendo calzones de bajo color y si la gente lleva dinero, pues mamelucos”.

Y ya entrados en materia, nos confiesa su conocimiento sobre las aves: “el pájaro quema maíz, el consuelas de hule, así como los que se hacen pis en las placas y en las tormentas. También sé de quesos (el queso o...)”.

Avisa que existen diplomados sobre el albur en Peralvillo 55, avalados por Conaculta, Bellas Artes y la SEP. Hoy comienza uno más, son cuatro martes a las 10 de la mañana y al término los estudiantes deben entregar un ensayo para acreditar el diplomado. “Va a haber galletas y gansitos”.

Y nos presume su libro Cada vez que te veo, palpito, “textos para leer a una sola mano o a dos, depende el paso de la muerte”.  Trata de ponerse seria y explica que “es un libro editado por Grijalbo, trae muchos sinónimos y es una guía básica para empezar a alburear, palabras para jugar con el doble sentido y un poco de historia, pues el albur comenzó con los mexicas y aztecas. Después saldrá un libro para avanzados, pero primero hay que comenzar con bolitas y palitos, muchos palitos”.

Aquel interesado en los albures puede buscar a la Verdolaga Enmascarada en Twitter como @CabronadeTepito o ir directamente a Tepito.

Para los que no saben llegar, se pueden poner en Pino Suárez viendo pa’ Catedral, no se volteen porque abren pa’ Tasqueña, y ahí derechito se pueden venir y Tepito los acoge con los brazos abiertos”.

Imagen intermedia

El lado B de Lourdes Ruiz

Las mujeres de Tepito tenemos que ser más cabronas que bonitas. Más que los hombres, ellos sólo ladran, nosotros mordemos.

La piratería me llevó a Europa, ganaba mucha lana vendiendo videocaseteras. Ahora conozco el mundo, pero la vida no es de a gratis. Vivo en La Fortaleza, aquella vecindad de Tepito con 180 departamentos y cuatro salidas. Ahí vivimos Las siete cabronas invisibles, las que son, las que están y las que vendrán. Cada una con su historia.

A mí, la broma que me jugó la vida fue enterarme a los 13 años que tenía fecha de caducidad. Mi madre me compró una urna que hoy uso de alcancía. Me entero en consulta, en quimioterapia, que la doctora decía que yo no pasaba de los 15. Vuelo, vivo con prisa y me equivoco. Esperaba la muerte y por eso la droga y el alcohol. Es terrible sentir que tienes los días contados, ir a un panteón, acostarte en el suelo y echarte tierra para no levantarte. De niña me caí en un pasamanos, me pegué en la ingle y se hizo un tumor canceroso. Guardar rencor a mi madre al enterarme que autorizó me quitaran la matriz. ¡Que chingona! A los 15 años me llevó a Europa como regalo, yo lo viví como un viaje sin retorno. Han pasado muchos años y el cáncer y yo hemos aprendido a respetarnos. No me mata, pero ahí está. La vida me jugó una broma, ahora yo me burlo de ella”.

 

cva

 

 

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