Triunfo moral II
Decía el inmortal entrenador de futbol americano, en cuyo homenaje se ha bautizado el trofeo de campeón de la NFL, Vince Lombardi, que “Ganar, no es todo, es lo único”, y vaya que los triunfos resultan por demás generadores de destinos positivos. La derrota siempre ...
Decía el inmortal entrenador de futbol americano, en cuyo homenaje se ha bautizado el trofeo de campeón de la NFL, Vince Lombardi, que “Ganar, no es todo, es lo único”, y vaya que los triunfos resultan por demás generadores de destinos positivos. La derrota siempre genera problemas, encono, pretextos y demás vibraciones negativas, que son siempre el distintivo de los perdedores.
Afortunadamente, el balompié nacional asumió con la mayor seriedad posible el compromiso de la Copa Oro, sabiendo que era la última gran oportunidad de competir con la mayoría de los que serán mundialistas en poco menos de un año, de tenerlos concentrados por poco más de un mes, de mantener, como hace mucho tiempo no se lograba, al grupo unido y en concordia y, finalmente, como todos lo pudimos ver, bailando en el vestidor, disfrutando del triunfo, que es inigualable.
Con Javier Aguirre me unió, por azares del destino, una muy agradable amistad que trascendió a lo profesional; sus suegros y yo éramos vecinos y nos encontrábamos algunas mañanas corriendo, cuando él estaba de visita en las vacaciones del equipo que dirigía en España, Osasuna. Lamentablemente, y por razones de la distancia o quizá de nuestras profesiones, esa cercanía, que llegó incluso a convivencias familiares muy agradables, se diluyó.
Javier es un tipo de familia, con un historial insuperable para cualquier entrenador de nuestro país, y me parece que ha llegado a una madurez y experiencia robusta, un hombre tozudo, desde jugador, que entiende que la entrega y la pasión son condiciones sine qua non para triunfar y, por lo pronto, ha impuesto disciplina en una selección nacional que se había convertido en un lupanar, en el lugar ideal para que los jugadores hicieran desmán y medio, cobijados por las autoridades del futbol mexicano. Con Aguirre “o te partes la madre, te comportas y vas con todo o mejor te vas a la ching…”, parafraseando el florido lenguaje del peculiar Vasco.
Me ha gustado mucho que ha cambiado y le ha dado, apoyado por los consejos de su auxiliar técnico, Rafa Márquez, una gran oportunidad a los jóvenes talentos, destacando Gilberto Mora, que se ha convertido no sólo en el más joven, a sus 16 años, en jugar con la selección nacional de futbol, sino en un ídolo por su enorme talento. Ojalá que sus padres lo cobijen y le lleven a Europa, pues tiene con qué. No hay que cantar victoria, pero de que el trabajo de Mikel Arriola, Ivar Sisniega y todo el cuerpo directivo se nota, no hay duda, aunque los colegas sólo los mencionen cuando hay que pegarles.
Vaya desde aquí la enhorabuena, salió un rayo de luz de esperanza de que las cosas serán mejores.
Ojalá.
