De lágrimas

No tengo la menor duda de que Pato O’Ward seguirá generando innumerables satisfacciones a los aficionados mexicanos.

Resulta conmovedor observar a un compatriota triunfando, al menos, en mi caso personal, siempre ha sido un motivo de inmensa alegría, incluso pareciera que es lo que más me ha motivado para seguir esta profesión.

Al paso de los años, lamento que sigan siendo muy escasas las satisfacciones, a pesar de que se han incrementado en el tiempo, a pesar de la gran mayoría de los directivos del deporte que trabajan, por decirlo de una manera elegante, a contracorriente, y son, en casi todos los casos, el primer enemigo a vencer para nuestros deportistas.

El fin de semana, el piloto regiomontano Patricio O’Ward Junco, mejor conocido como Pato O’Ward, ha generado una intensa emoción en los aficionados al deporte motor en nuestro país, pues estuvo, una vez más, muy cerca de triunfar en las 500 Millas de Indianápolis en su edición 108. La emoción que sentí al verle tomar la punta de la carrera a tan sólo una vuelta del final me hizo saltar de emoción y, más adelante, se me salieron las lágrimas al verle desconsolado al terminar en la segunda posición, un esfuerzo titánico y una demostración del inmenso talento que posee, pues Pato maneja un auto inferior en prestaciones a los de los equipos rivales como Penske y Ganassi. Resulta obvio que el de Monterrey logra, con manos, con mucha valentía, estar en el ritmo de los de adelante, y brilla con luz propia a cada momento, las imágenes que se han hecho virales de cómo lograba controlar con manos el auto que se le iba de atrás a más de trescientos cincuenta kilómetros por hora en plena curva, le han generado miles de felicitaciones y muestras de admiración.

A sus tan sólo 25 años, su panorama parece inmenso, tiene con qué seguir sobresaliendo, supongo que cada vez más, pues se ha significado como el mejor de los pilotos de su equipo, los demás equipos cada vez más lo voltean a verlo y no dudo que, en un futuro muy cercano, sea convocado a uno de mayor trascendencia, al tiempo.

Por lo pronto, no pude evitar sentir que los ojos se me llenaban de lágrimas cuando nuestro paisano estuvo a menos de un kilómetro de imponerse en la carrera de mayor audiencia local, pues se vendieron trescientos cuarenta y cinco mil boletos, a pesar de la amenaza de tormenta, que provocó que la salida se retasara varias horas.

No tengo la menor duda de que Pato O’Ward seguirá generando innumerables satisfacciones a los aficionados mexicanos, su talento, carisma, pero, sobre todo, su valentía para manejar en la pista, lo hacen un ídolo deportivo en ciernes.

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