La niñez se va rápido; Ivanna Richards, veloz en su kart
La hija del piloto mexicano Homero Richards tiene nueve años y le llena los espejos a su padre al ponerse el casco y pisar el acelerador
CIUDAD DE MÉXICO.
Con toda autoridad, sobre su kart, ataviada con el casco, traje de nomex y sus pequeños guantes, Ivanna brinda información a su equipo tras su segunda práctica del día en el circuito de Chiluca. “En la parte de las eses el auto me daba saltitos”, dice y refuerza su idea con las manos y el cuerpo, mientras su padre buscaba detalles para mejorar el desempeño de quien, a sus nueve años de edad, representa la tercera generación de pilotos de la dinastía Richards.
Fue el 25 de septiembre del 2016 cuando la hija menor de Homero Richards, piloto de la Nascar México, debutó en la FIA México National Karting Championship, en el kartódromo Óscar Casillas de Guadalajara, un domingo en el que la insistencia de la pequeña Ivanna rindió frutos.
DE FAMILIA. Ivanna, junto a sus primos Dewey y Emiliano, pisan el acelerador en sus distintas categorías para llegar lejos en sus nacientes carreras como pilotos y honrar el legado del apellido Richards.
Desde los cuatro años se subía al coche y no se quería bajar. Conseguimos uno para su edad y le encantó. Pidió correr... insistía, preguntaba, hasta que ya no pudimos darle más largas”, rememora Homero, quien tiene cerca de 25 años como piloto profesional.
La vida de Ivanna Richards se desarrolla entre escuela, pistas y viajes para cumplir con sus compromisos de la temporada en el Campeonato Nacional de Fórmula Karts, ajetreo que no le causa problemas a la novel amante de la de la velocidad. “Salgo de la escuela y me voy a entrenar. Después de practicar hago la tarea”, confiesa la pequeña corredora de autos y después duda cuando se le pregunta sobre sus calificaciones.
Su mamá es quien se ocupa de la parte de la escuela. Lo tenemos bien platicado y si no va bien en la escuela viene el castigo sin el kart”. Ivanna ha combinado ambas cosas muy bien, sabe cumplir con sus obligaciones”, declara el padre, quien vive con aún más adrenalina las carreras de su hija. “Es algo totalmente diferente. Hay adrenalina y emoción, incluso se siente impotencia por lo que quisieras que hiciera en la pista, pero es una experiencia muy bonita”.
A Ivanna no le gustan las cámaras ni los micrófonos, pero hace el esfuerzo por dar a conocer más de ella. “Me llamaron la atención las carreras porque mi papá también corre”, dice en voz baja, con timidez. “Tengo el número 20 igual que él. Me da emoción cuando manejo y cuando corro trato de ser la mejor”.
En un momento llegó a ser la única niña de su categoría, pero ese no representó un problema por el buen recibimiento que le dieron sus rivales sobre la pista, aspecto que la motivó a continuar.
Los demás pilotos me dicen que manejo muy bien y eso me hace sentir feliz”.
Los sueños y la diversión son parte de la vida de Ivanna. Al igual que muchos niños de su edad echa a volar la imaginación para labrar su camino en el automovilismo, su pasión.
Sueño con ser piloto de la Fórmula Uno. Ahí están los coches más poderosos”, revela y comparte a quién admira: “Mi piloto favorito es Max Verstappen porque maneja muy bien”.
“En mis ratos libres me gusta jugar a las canicas con mis amigos. –Si no fueras piloto, ¿qué te gustaría ser? –se le preguntó. –Me gustaría cuidar a los animales, me gustan los perritos.
Homero Richards sabe que en algún momento de la vida Ivanna puede dar un volantazo y cambiar sus intenciones respecto al automovilismo.
Apenas vendrá la adolescencia y ella decidirá. La carrera de Ivanna la llevaremos hasta donde la podamos ayudar, hasta donde le guste. Dice que se ve en Fórmula Uno, que lo ha soñado y esperemos que se le cumpla”.
Ivanna, junto a sus primos Dewey y Emiliano, meten a fondo el acelerador en sus distintas categorías para llegar lejos en sus nacientes carreras como pilotos profesionales y seguir poniendo en lo alto del podio el apellido Richards.
Lo mejor es ganar y lo peor que me ha pasado es que he abandonado y me han chocado. Mi mamá se preocupa un poquito, pero me echa porras”, menciona la pequeña piloto antes de amararse el cabello para colocarse el casco, del que se alcanza a percibir su mirada decidida e inocente, para volver a la pista e intentar mejorar sus tiempos, no sin antes dar un consejo a otros niños: “sigan sus sueños”.
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