Derrota a la ceguera en las artes marciales mixtas
Víctor de la Cruz encontró en estas disciplinas una forma de sobrellevar la pérdida del sentido de la vista
CIUDAD DE MÉXICO.
“Recuerdo el primero de enero de 1996, un cielo despejado, sin contaminación, eso y las estrellas”, dice Víctor de la Cruz, sin darle tanta vuelta a su memoria.
Él, excampeón nacional de karate en control de armas, encontró en las artes marciales la capacidad para vencer a un duro rival: la ceguera.
A los 10 años de edad a Víctor le diagnosticaron osteofibromas bilaterales en nervios ópticos (tumores) que le harían perder la vista y el olfato a los 14, pero lo peor vendría mucho tiempo después, a sus 22, lejos de los doctores y hospitales, más allá de las ocho operaciones soportadas.
Pedía dinero en la calle y vendí discos para medio sobrevivir, fue ahí cuando caí a las vías del metro; me frustró no poder ver. Estuve a punto de llegar al psiquiátrico porque me quería suicidar, fui alcohólico y fumador, vivía con resentimiento”, recuerda Víctor, quien después comparte nostálgico: “De alguna forma tenía que superar mi depresión y opté por el ejercicio. Pedí informes en un gimnasio que resultó ser un centro de Karate Do, me invitaron a practicar y ahí inicié”.
Su buen desempeño y gusto por las artes marciales lo llevaron a practicar el Jiujitsu. En 2012 participó, sin esperarlo, en un torneo internacional de esta disciplina; sería el año en el que la sonrisa volvería a ser un gesto habitual en su rostro.
Entrené por un tiempo y me metieron a competir. Yo no quería. Después de todo llegué a la final, ahí enfrenté al ocho veces campeón de Vale Todo a nivel internacional, Gilberto ‘El Azteca’ Aguilar, él podía ver y le gané. No me la creí cuando me levantaron las manos y me expresaron su respeto, todos pensaron que me iba a dar vuelta”, comenta emocionado.
Su rival en aquella ocasión hace memoria, se sincera y cuenta: “Fueron sentimientos encontrados al enterarme que él no veía. Pensé: ‘¿lucharé fuerte o leve?’. Traté de equiparar condiciones y por un momento cerré mis ojos, pero fue muy difícil. Tuve esa idea de tener ventaja, pero al momento del combate vi que era muy duro. Me ganó bien. Le dije que era muy fuerte y lo felicité. Mis respetos para él”.
Ese título se une al campeonato nacional de karate en control de armas, el cual ganó en 2015 dominando los chacos. “Las personas son incrédulas y piensan que un ciego no puede hacerlo, por eso me dedico a documentar lo que he logrado”, dice mientras presume sus reconocimientos por dar ponencias y charlas donde ha expuesto su testimonio. “Me gusta decirle a la gente que la vida no se acaba con las adversidades”.
Además del karate y el jiujitsu, De la Cruz ha practicado taekwondo, judo y krav maga. “Quería entrarle a la Lucha Libre, pero ya no podré por un problema en mis articulaciones que me impide volver a tener combates en forma”, lamenta.
Los fibromas que le fueron limados dejaron algunos residuos que le absorben una cantidad importante de calcio, lo cual mantiene frágiles sus articulaciones. Al ser intolerante a la lactosa, son pocas las fuentes que tiene para surtir de este mineral a su cuerpo y seguir con la práctica intensa de las artes marciales. Pese a ello, Víctor se pronuncia, resignado y con buen ánimo, ante su inevitable adiós de los tatamis y dojos. “No me detengo, quiero seguir aprendiendo cosas. Lo único que me detendría sería estar muerto”, sentencia.
"En el centro de las dificultades estriba la oportunidad", mencionó alguna vez el artista marcial estadunidense de origen chino Bruce Lee, frase que Víctor lleva a la práctica al perfeccionar actividades como cocinar, escribir en computadora y patinar. Se traslada sin problema por la Ciudad de México, junto a Luna y Friday, sus perros guía.
Actualmente, a sus 34 años de edad, estudia, labora y busca espacios para motivar a las personas y dar clases de lo aprendido en la zona de combate, sin embargo, esa lucha ha sido la más complicada. “He tocado muchas puertas, pero me las han cerrado por políticas del lugar, la burla o la incredulidad. Cuando ven a mi perro guía me niegan los accesos”, confiesa sin desánimo ni preocupación, confiado en que pronto llegará el momento.
Víctor no repara con la cuesta arriba y aclara, convencido, que está satisfecho con todo lo que le ha pasado en la vida.
No me hubiera gustado haber hecho esto pudiendo ver, todo hubiera perdido el sazón y aprendizaje que ahora tengo, no podría haber llegado a mis conclusiones sobre el hombre. Creo que el ser humano es perfectible”, expresa. “Si no hubieran sido artes marciales, habría buscado otra alternativa, pero quería salir adelante de mi depresión”.
“Estar vivo y salir adelante es lo más lindo que me ha pasado, es emocionante hacerlo. Todo lo que viví fueron trampolines y crecimiento para llegar a ser quien soy”, admite.
El hombre que en su infancia pudo ver, que en su adolescencia aceptó su nueva vida y pasó a la vida adulta entre sombríos episodios, comparte su agradecimiento a las artes marciales por haber llegado a su vida.
El deporte para mí representa una mejoría en el crecimiento, los hábitos y el amor a la vida. Me ayudó a sacar depresión, odio, resentimiento y amargura. Le debo el hecho de mantenerme de pie, equilibrado en la parte espiritual, emocional, física y mental; en lo académico, laboral y social”.
Ese primer cielo abierto del año 1996 sólo queda en su memoria, y junto a todo lo que le ha sucedido, deduce: “Siento que la vista es algo superficial, prefiero mantener mi vida a recuperar la visión”.
En la batalla más importante que ha librado, la de la vida, equipara su desempeño en la zona de combate y concluye: “Mi mejor golpe es dar las gracias diario. Sonreír ha sido mi mejor arma”.
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