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Violento cruce

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Es el cruce necesario, pero también el inevitable. La violencia como el eje narrativo de un México que, dentro y fuera de sus fronteras, se ve como la única posibilidad de describir los tiempos que vive. Quién habría pensado que algo tan común en muchas de las mesas de los hogares mexicanos, como el aguacate, sería un afectado de la ola de violencia. Fueron varios los días y mucho los millones de dólares que costó el paro de inspección del aguacate para su exportación a Estados Unidos. Uno de los funcionarios estadunidenses encargado de esta tarea en Michoacán fue amenazado por el crimen organizado.

Y hasta ayer, finalmente, Estados Unidos dio luz verde para reiniciar las exportaciones; pero el precedente está ahí, quedó ahí, anotado como una posibilidad del crimen organizado. Así ha permeado su operación en el país. Bajo esta idea, es imposible pensar que sólo está la cosecha afectada. Será la siembra de muchos otros productos de los que dependen cientos de familias. En estos días de paro aguacatero, por ejemplo, al menos 15 mil jornaleros de aguacate se vieron afectados por la suspensión de exportaciones. Algunos recurrieron a la solicitud de cooperación en las carreteras para sobrevivir. 

Y la otra violencia, la que se ha incrementado en las últimas semanas: la que viven los periodistas y que ha generado reacciones y alertas dentro y fuera de nuestras fronteras. Lo han advertido organizaciones sociales, también lo han hecho diarios internacionales, hace un par de días lo hizo un legislador estadunidense, Ted Cruz. Y él, si bien con un historial de comportamiento antidemocrático y sumamente conservador, causó la respuesta aquí en México, nada menos que del presidente Andrés Manuel López Obrador, una respuesta que nos revela, que nos confirma cuál es su agenda: “Es un timbre de orgullo que un senador cómo esta persona se lance en contra del gobierno que represento (...) si él hablara bien de mí, a lo mejor me pondría a pensar que no se están haciendo bien las cosas…”, el Presidente olvida que la preocupación de un legislador opositor que sea, del partido que sea, en el país que sea a causa de la violencia no es, no puede ser, un timbre de orgullo, pues expone vidas perdidas.

¿Cuándo creímos que el aguacate y el ejercicio periodístico serían dos elementos que se cruzarían en el camino de la violencia? Esa violencia tan generalizada, que por más que se quiera minimizar, encuentra siempre una razón para explayarse y recordarnos que es lo que hoy dicta nuestra agenda, lo que narra nuestro doloroso cotidiano. Ese cotidiano que en Palacio Nacional se niegan a ver.

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