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El blues de la banqueta

Víctor Manuel Torres

Víctor Manuel Torres

CUARTO DE FORROS

 

Estoy seguro del momento: finales de 1988. De lo que no estoy tan seguro, más de 30 años después, es de si fue el güero AdolfoFito para los cuates– quien me prestó un disco con carátula verde y con un título tan peculiar que resultaba imposible no registrar de inmediato. Eran mis primeros días en el CCH y todo era descubrimiento. Todo.

El nombre del LP, Tocata, fuga y apañón, era de una banda también peculiar, la Camerata Rupestre, comandada por el músico Armando Rosas, de 28 años, que había crecido en la colonia Obrera y que ya llevaba cuatro años al frente de esa compañía acústica, cuyo apelativo hacía referencia a un grupo de ejecutantes clásicos de instrumentos de cuerda y de viento; pero también, y desde luego, aludía a un movimiento popular que ya estaba bien asentado en las entrañas rockeras de la Ciudad de México: el que conformaban esos locos trovadores urbanos llamados Rupestres.

Grabé el disco de marras rústicamente en un cassette usado –hoy diría: “lo trasladé a otra plataforma”– y lo devolví al feliz poseedor del disco original, una producción que un año antes había lanzado el sello Pentagrama.

El disco estaba habitado por 11 pequeñas historias que yo repetía hasta en el baño. Entre ellas, la muy naïf La distancia-tiempo, el tremendo Blues de la vecina, la conmovedora Cisne o El papalote, de dulcísimo sonido y una letra pueril que habla de atreverse en la vida, de no temerle a las circunstancias, pues el viento, aunque sople fuerte, siempre será un aliado. Sin embargo, en ese listado había cuatro canciones que siempre reforzaron mi destacada vocación para la vagancia y, por qué negarlo, mi sobresaliente capacidad para la franca huida de mí mismo.

Una es Murió soñando que, cobijada con violín y armónica, se refiere a las andanzas de un bandido flaco que conocía bien la Escandón, que era una presa diaria de la jodidencia y que murió trazando un gran atraco.

La segunda le da el nombre al disco. La letra lanza una advertencia irreductible y una clara protesta contra la “autoridad” policiaca que sale de caza en el barrio: “Escúrranse, peatones/ por las alcantarillas./ El sheriff viene armado/ con un decreto en cada mano”. Y ya lo sabes: “Si no tienes charola,/ escóndete mejor./ Tírate pecho tierra/ en cualquier rincón”. La otra, Herraje, es una verdadera belleza. Describe el tonelaje canalla, letal, de la ausencia, un peso que sólo puede ser soportado por un melancólico barandal. Y también habla del empecinamiento del recuerdo, ese tipo tristón y testarudo que a veces se comporta como una brava “marea que se agolpa al tratar de desprender tu huella”.

La última es una canción brutal. Su nombre, La antítesis del amor, y traza, sin más, a una pareja que se niega a llamarle amor a la lujuria. Habla de una relación desatada, sexo puro y duro germinando en una tormenta perfecta; un acostón que “desprecia” los suspiros platónicos y los cambia por pura y llana excitación. Una faena en la cama que fue todo, dice la letra, menos “decente”, aunque atrás de esa “perversión” se esconda una fiera y enigmática dulzura.

Estas letras me remiten, pues, a una etapa vital, plena de hallazgos, de adquisición de gustos estéticos, de planes, de puro futuro. Y en ese rincón existencial habita este disco cuya esencia de asfalto respirará mientras yo respire.

A Fito no volví a verlo. Y, como no recuerdo sus apellidos, no puedo buscarlo en las redes sociales. Al menos para agradecerle. El cassette, naturalmente, lo habré perdido en una noche de borrachera o se lo habré regalado a alguna chica que, en ese momento, era el amor de mi vida. Lo que sí se quedó conmigo, como tachuela en tacón, fueron estas letras bien articuladas, citadinas, amorosas, febriles, ingenuas y sencillas en apariencia. Inolvidables.

Bueno, pues gracias a un milagro obrado por la necia nostalgia, las letras y acordes de Tocata, fuga y apañón volverán a sonar íntegros y con sus arreglos originales el próximo jueves, a las 20:30 horas, en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Habrá que agradecerle a Rosas su talento musical, el amor por su público y su indomable terquedad.

 

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