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La ‘Doctrina de Shock’ del Presidente 

Víctor Beltri

Víctor Beltri

Nadando entre tiburones

La estrategia parece ser clara. Cada semana un golpe distinto, o dos, o tres, o cuantos sean posibles. Anuncios inesperados, declaraciones estruendosas, propuestas —incluso— absurdas, pero que ocasionen un estado de “shock” generalizado, del que la población no habrá terminado de salir cuando ya habrá recibido el siguiente, mientras que el gobierno sigue avanzando en su propia agenda de “transformación”. Los ejemplos, abundan: así llevamos ya más de tres años. 

 “Populismo del Desastre”, lo denominamos en estas mismas páginas hace un par de años (https://bit.ly/3s4gR8T), parafraseando la forma en que Naomi Klein describe el oportunismo de quienes se aprovechan de las situaciones de crisis —las hayan provocado ellos o no— para proseguir su propia agenda y obtener los beneficios que están esperando. La gente, mientras tanto, entre más preocupada esté por su propia supervivencia, más dispuesta estará, también, a depositar su confianza en una figura de autoridad que le transmita certidumbre y le diga lo que quiere escuchar: para eso son las mañaneras. 

“Doctrina de Shock” es —en términos de la propia Klein— la táctica brutal de utilizar la desorientación pública, tras un “shock” colectivo, para impulsar medidas radicales. Las tácticas de choque siguen un patrón muy claro: esperar a que suceda una crisis, declarar la necesidad de “políticas extraordinarias”, suspender algunas o todas las normas democráticas, y posteriormente acometer la lista de objetivos lo más rápido posible. 

La investigación de Klein ha demostrado que cualquier situación podría servir para crear estos “shocks” generalizados, si los líderes políticos que los aprovecharán son capaces de manejar las emociones colectivas de forma correcta: de esta forma, podrán continuar con su agenda sin que sus planes, ni las deficiencias en su gestión, sean advertidos por una ciudadanía que sigue tratando de procesar los “shocks” de los últimos años, y esperando los que ahora ya sabe que, sin duda, seguirán llegando. 

 Al Presidente la pandemia le vino, como él mismo lo entendió desde un principio, como anillo al dedo: el “shock” puso a la ciudadanía, de inmediato, en un estado de supervivencia. Los “shocks” seguirían llegando, y la oposición entera ha seguido mordiendo el anzuelo: hoy estamos en “shock”, discutiendo los pormenores de reformas absurdas, o el contenido de los libros de texto gratuitos; antes, el “shock” fue por la postura a favor de Rusia, la inauguración del aeropuerto, los ataques a periodistas o cualquiera de los temas con los que, de manera cotidiana, trata de crear ese nuevo “shock” que nos distraiga de los resultados de una administración que, en términos reales, ha fracasado en cada uno de los temas importantes. 

Los fracasos se resienten, y la ciudadanía cada vez está más molesta: el “shock” constante, sin embargo, la sigue entregando en los brazos de la figura de autoridad que conoce sus emociones y les dice, todos los días, lo que quieren escuchar. La oposición partidista, decíamos la semana pasada, no ha sido capaz de acercarse a la sociedad civil, y capitalizar el desencanto; la sociedad civil, por su parte, no ha sido capaz de unirse entre sí y exigir a los partidos que no retrocedan un ápice en la lucha contra el “Populismo del Desastre” del gobierno en funciones. 

Lo que viene no lo sabemos, pero no es difícil predecirlo: la “Doctrina de Shock” continuará, y se incrementará en tanto el Presidente, que ha perdido el control, pero tiene todo el poder, perciba que se le escapa de las manos. Cada semana un golpe distinto, o cuantos sean posibles; anuncios inesperados, declaraciones estruendosas, propuestas que ocasionen un estado de “shock” generalizado, en el que no podemos seguir cayendo. La agenda pública, hay que entenderlo, tiene que ser definida por la ciudadanía y no por quien no es sino su mandatario: la “Doctrina de Shock”, en todo caso, también la resiente quien se sigue tropezando, todos los días, con una Casa Gris.  

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