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Un recurso no renovable

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

 

En la política hay un recurso que no es renovable y por lo mismo debe ser cuidado y protegido porque, una vez erosionado, difícilmente puede ser reemplazado; se trata de la credibilidad, cualidad que va intrínsecamente unida con la reputación.

La credibilidad debe regarse diariamente con coherencia y compromiso, debe ser plantada sobre hechos verídicos y verificables y, sobre todo, debe evitarse exponerla a la menor provocación.

Por eso es tan difícil que los políticos, legisladores o funcionarios públicos sean confiables, han dilapidado ese recurso para salirse con la suya, tratar de imponer una verdad o desprestigiar a sus adversarios.

El jueves pasado, por ejemplo, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum y la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, protagonizaron otro escándalo vergonzoso. El Gobierno de la CDMX realizó un operativo con más de 130 policías en la demarcación porque llegó “una denuncia ciudadana” al Órgano Interno de Control del Gobierno (como si cualquier persona supiera qué es la Contraloría y cuál es su teléfono) respecto a materiales que se encontraban en la Dirección General de Desarrollo Social de la alcaldía. Resulta que eran volantes en contra de la corcholata preferida del Presidente. Por supuesto, Cuevas no se quedó callada y después de desconocer los panfletos, con un vocabulario que la Chimoltrufia envidiaría respondió: “¿A quién le vamos a partir su madre?” (sic) “A Claudia” respondieron sus cercanos.

El problema de estas dos funcionarias es que no hay a quién irle. Sheinbaum ha abusado del discurso de tirarse al suelo, hacerse la víctima, señalar que hay una permanente guerra sucia contra ella, que todo es un compló para atacarla, que si algo malo pasa en la ciudad es sabotaje y no incapacidad.

Además, como la más aventajada discípula de Andrés Manuel López Obrador utiliza las instituciones a su favor, movilizó a la Secretaría de Seguridad Ciudadana para realizar un aparatoso operativo en la Cuauhtémoc, como utilizó a la Fiscalía de la Ciudad de México para absolver a la ministra Yasmín Esquivel de su delito de plagio o para anunciar que el accidente en la Línea 3, donde murió una persona, fue debido a… ¡un sabotaje! Tal y como ella lo había adelantado desde que ocurrió el choque de trenes. Vaya que los resultados de la Fiscalía fueron una sorpresa para todos, nadie se los hubiera esperado.

Por su parte la alcaldesa no se queda atrás. Seguramente es una fiel creyente de que no importa si la gente habla mal o bien de ella, mientras hablen, y por eso le gusta dar la nota. Cuando tomó protesta en octubre de 2021, lo hizo como si fuera la entrega de los Oscar. Además, aunque ella lo ha negado —como niega todo— ha sido acusada de agredir a policías capitalinos, lanzar durante un evento pelotas de 500 pesos desde un balcón, utilizar placas alteradas, según reveló el periódico Reforma, entre otras polémicas.

En estos casos, al mejor estilo del cuento de Pedro y el Lobo, ya todo lo que dicen ambas funcionarias se toma como reservas, porque nunca se sabe cuando es verdad y cuando una estrategia política.

Cualquiera pensaría que sin credibilidad nadie puede hacer carrera política, pero eso no es así. Para ser candidato a cualquier puesto de elección popular, ocupar algún cargo de representación popular o ser nombrado funcionario público lo único que se requiere es llenarle el ojo al líder o dueño de los partidos.

La credibilidad es un recurso menospreciado por los políticos en México. Por eso se ven casos como el de Yasmín Esquivel, que sigue siendo ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o Manuel Bartlett quien, a pesar de su pasado y su presente, encabeza la Comisión Federal de Electricidad y es intocable.

 

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