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Indispensable la reactivación económica

Ruth Zavaleta Salgado

Ruth Zavaleta Salgado

Zurda

De acuerdo con previsiones de diversas instituciones, México podría enfrentar una “nueva ola” de contagios de covid-19. Durante esta semana, la Secretaría de Salud federal informó que la velocidad de transmisión continúa en aumento, lo que daría lugar a esa nueva etapa.

La vuelta a la normalidad, en la que parece ya estamos, relaja las medidas sanitarias de la población y de diversos gobiernos. Es evidente que mucho de ello tiene que ver con la necesidad de tener una reactivación, especialmente económica. El confinamiento físico llevó a millones de personas a perder empleos e ingresos y a vivir en situaciones de pobreza.

De acuerdo con el Panorama Social de América Latina, 2020, publicado en 2021 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el nivel de pobreza y pobreza extrema podría haber alcanzado, a fines del 2020, índices no observados en los últimos 20 años. Así, a finales del 2020, probablemente se alcanzó una tasa de pobreza extrema en América Latina: un incremento de 12.5% frente a los 11.3% de 2019, y a los 10.4% de 2018; de 63 y 70 millones de personas, en 2018 y 2019, respectivamente, hasta los 78 millones a finales del 2020. Es decir, en dos años la pobreza extrema alcanzó a 15 millones de personas. En el caso del crecimiento de la pobreza, de 2018 a 2020 pasamos de 181 millones a 209 millones de personas. La pandemia aceleró la desigualdad social en la que vivimos. Según datos del Inegi, en marzo de 2021, se estimó que había 2.2 millones de personas desocupadas en México.

La Asociación de Bancos de México informó que a partir de la reapertura “lo peor ya pasó”, dado que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público les informó que “hay un proyecto muy ambicioso de vacunación”. Además, en esa reactivación se considera que, con el regreso a clases presenciales, veremos un crecimiento del 4.0 por ciento. A la fecha, en México, se han aplicado solamente 15 millones de vacunas (11% de la población).

La pregunta fundamental es: ¿Cómo están respondiendo los diversos niveles de gobierno a ese crecimiento que, en parte, tiene que ver con la pandemia por covid-19? ¿Cómo enfrentamos al crecimiento de la pobreza y pobreza extrema en esta etapa de nueva normalidad?

La misma CEPAL ha señalado que los gobiernos de América Latina deben formular un nuevo pacto social y advierte la importancia de las transferencias monetarias, especialmente a la infancia. Sin embargo, en tiempos electorales, todos sabemos, que estas transferencias son utilizadas como herramienta de coacción y presión.

En mayo del 2020, el líder de Movimiento Ciudadano, Clemente Castañeda, y otros actores de diferentes grupos parlamentarios, plantearon la necesidad de poner en marcha un Ingreso Mínimo Vital Universal en Situaciones Especiales, sobre todo para que las personas enfrentaran la carencia de los ingresos perdidos. Sin embargo, las mayorías de Morena en las cámaras no aceptaron la propuesta.

En México, las diferencias regionales e históricas son contundentes y deben ser atendidas al momento de establecer un proyecto de reactivación económica. Por ejemplo, mientras que en Nuevo León el 14.5% de la población se encuentra en situación de pobreza, en Oaxaca es el 66.4% y en Guerrero es el 66.5%.

El ingreso mínimo vital es una herramienta que, de entrada, generará la posibilidad de reactivar el consumo, y hay tres elementos que son indispensables para evitar el incremento de la pobreza: implementar políticas para que ningún mexicano quede sin alimento, acelerar los mecanismos institucionales y particulares para que los escolares no abandonen la escuela o regresen a ella y generar empleo para las mujeres, especialmente aquellas que son responsables de los hogares.

Lamentablemente, no vemos que muchos gobiernos, desde el federal hasta algunos estatales, estén previendo el escenario de una reactivación económica anormal especialmente para esos 15 millones de personas que ahora viven en pobreza extrema.

 

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