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Todos implicados

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Un miembro de una organización social me externó —con un justificable tono de dolor—, casi al llanto: “...llevamos cinco presidentes con la misma problemática”.

Es un hombre de piel curtida por los años y el Sol, de dientes grandes y desgastados, ceño de cejas muy pobladas —más blancas que el resto de su cabellera— y profundos surcos en la frente como vestigios de la larga batalla vivida. Cuando menos 30 años en lucha, manifestándose una vez al mes; pues los pagos de cuotas al “líder”, el costo de los viáticos desde el Istmo oaxaqueño, además del gasto doméstico corriente, lo han mantenido en la miseria económica con un sabor a constante frustración y olor a sangre de herida reabierta.

Así, la vida de miles de manifestantes en el país. Unos con reales, legítimas y justas demandas que vienen arrastrando, cuando menos, hace tres décadas. Las omisiones y la administración de crisis se replicaron de gobierno a gobierno; nunca se hacía política real, se fundamentaba en una extorsión convalidada entre las partes. Donde los agraviados de base nunca recibieron alguna dádiva, casi una relación tipo Síndrome de Estocolmo.

La comunidad urbana no se ha acostumbrado al bloqueo, a la toma de edificios, a las marchas y el grito de consignas interminables. Los manifestantes son criticados, atacados, discriminados. No existe empatía, mientras el descrédito social hacia ellos aumentó, aunado al desprestigio mediático patrocinado desde los pasados gobiernos. Se aprendió —en algunos casos— a generar la industria de la protesta.

Es momento de escuchar discursos distintos. Contrapropuestas que cierren ciclos desgastados y entrar a una dinámica de discusión más tolerante y menos hipersensible; aunque se considere políticamente incorrecto, romper protocolos y paradigmas.

Así como a finales de cada década desde los 70 ha habido correcciones en el uso del lenguaje mundial, para evitar ser tachado de discriminador; como, por ejemplo, al usar las palabras “indio”, “negro”, “joto”, “inválido”, “vieja”, mismas que incluso ya ni siquiera se usan de manera común como en el pasado. Por lo menos no en público... Hoy debemos comenzar a hacer una lista a la inversa, qué temas debemos discutir sin sonrojarnos, sin que el escarnio haga sus efectos oxidantes.

Debemos tener acuerdos nacionales urgentes —no pactos, ésos ya están satanizados con justa razón.

Los temas van desde la refundación del federalismo hasta la vinculación municipal y la estrechez con los gobiernos, congresos y tribunales estatales. No sólo con las cúpulas, sino con la población, las víctimas, los que no fueron nunca parte. Es menester sumarse a discutir política en todas las materias, desechar toda propuesta que en el pasado no funcionó y contribuir al despegue integral de una transformación profunda y de largo alcance, donde estemos todos implicados.

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