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Iniciar es lo más difícil

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Jorge López Pérez

La pobreza en la vejez afecta a millones de ancianos en México y en el mundo. Es un problema tan grave como el calentamiento global o el combate al crimen organizado. Se trata de un problema evitable.

La amenaza es real e inminente; de no hacer algo pronto, millones de trabajadores serán incapaces de traducir sus esfuerzos en una vejez digna en el futuro. Existen muchas formas de aminorar la pobreza en la vejez, siendo la más efectiva el ahorro. Ahorrar e invertir profesionalmente el dinero para, mañana, tener una pensión digna.

En México, desafortunadamente, muy pocos trabajadores ahorran en el sistema financiero formal. Ni los trabajadores en el sector informal ni los trabajadores independientes (carpinteros o costureras, arquitectas o diseñadores) ni las trabajadoras del sector doméstico remunerado o no remunerado (mujeres que realizan el trabajo doméstico en sus hogares y cuidan aparte a familiares) cuentan con mecanismos institucionales para generar un ahorro paulatino y suficiente para su eventual retiro. Más del 75% de los trabajadores de nuestro país no tendrá derecho a ningún esquema formal de pensión.

Para el resto, el 25% de trabajadores que sí ahorramos para el retiro, la aportación mensual —6.5% del salario— no alcanza para lograr un nivel semejante al ingreso que teníamos cuando trabajamos. El trabajador mexicano ahorra, en promedio, 15 años al llegar a la edad de retiro, sin embargo, la ley actual (Ley 1997) requiere 25 años de cotización al sistema para garantizarnos una pensión digna.

Con esta ley, la tasa de reemplazo, es decir, la pensión mensual que recibiremos ya retirados, corresponderá, cuando mucho, al 20 o 30% de nuestro último sueldo. Con el ahorro de 6.5% de nuestro salario, necesitaríamos 15 meses de ahorro para cubrir un mes completo de sueldo. Es decir, ¡quince años de trabajo para cubrir un año de sueldo de retiro!

Todos deseamos y esperamos, además de que es lo que muestran las estadísticas demográficas, vivir mucho más de un año después de jubilarnos. Pero la mayoría ni siquiera ahorramos las 1,250 semanas necesarias para tener derecho a una pensión al llegar a la edad de retiro, a los 65 años: 77% no llegaremos a cotizar suficientes semanas.

Por eso es tan importante y urgente la reforma que recientemente se ha impulsado desde el empresariado, los organismos sindicales y el gobierno federal. Consiste en tres grandes cambios:

El primero, disminuye las semanas obligatorias de cotización. Éstas pasarán de 1,250 a 750 (poco más de 14 años). Con ello aumentará significativamente el número de trabajadores que tendrán derecho a una pensión al llegar a los 65 años.

El segundo, aumenta el porcentaje del salario destinado al ahorro. A partir de 2022 crecerá paulatinamente en los próximos 8 años. Pasará del 6.5% actual al 15 por ciento. Esta significativa contribución correrá a cuenta del patrón o la empresa contratante. No representará disminución alguna en el salario neto del trabajador, ni una mayor erogación por parte del gobierno. Para los patrones no será lineal la aplicación de este incremento.

La propuesta afirma que la aportación del gobierno se concentrará exclusivamente en aquellos trabajadores que ganan de 1 a 4 UMAS (UMA: Unidad de Medida y Actualización, que sustituyó al salario mínimo como un parámetro más adecuado para medir obligaciones y derechos federales.) Este compromiso social con los que menos tienen es congruente con el compromiso del sector empresarial de financiar de forma paulatina el incremento a salarios mayores.

Las bondades de la reforma no deben cegarnos sobre ciertas problemáticas aún no resueltas. Primero, es indispensable que la propuesta de ley sea dada a conocer a todos los mexicanos. Para conocer y analizar a fondo los detalles es indispensable llevar la propuesta a la luz pública lo antes posible.

Cada día se vuelve más urgente enfrentar el problema de empatar la evolución del mercado laboral con las posibilidades y obligaciones de la seguridad social. Aumentar la contribución patronal obligatoria y disminuir las semanas requeridas para la pensión mínima garantizada puede tener el efecto positivo de fomentar el empleo, aunque éste será siempre insuficiente ante el crecimiento acelerado de nuevas formas laborales independientes, trabajadores a quienes, de acuerdo a los lineamientos de la ley al día de hoy, se les niega la oportunidad de gozar de protección social y ahorro para el retiro.

La economía informal es ineficiente, en ocasiones ilegal y propensa a ser cooptada por la criminalidad. La evasión fiscal y el lavado de dinero son actos criminales que suelen darse en este tipo de economía. Al abrir la posibilidad de que las personas migren a actividades independientes, se crea un incentivo alineado con el país que todos queremos.

Algunos analistas han comentado que aumentar la carga patronal puede restarle competitividad y productividad a México. El argumento raya en el cinismo: “sólo seremos competitivos si seguimos pagando sueldos de hambre sin seguridad social y sin ahorro para el retiro”.

De esta manera, cualquier esquema de explotación es “competitivo”. Pero el progreso social y la verdadera competitividad la alcanzaremos cuando nuestros trabajadores, en el sector que sea, compitan por su capacidad de adaptación, su preparación técnica y su disposición para trabajar. Cuando reciban sueldos y prestaciones suficientes para sostenerse a ellos mismos y a sus familias, independientemente de su medio laboral. Nade de esto está fuera de nuestro alcance.

La falta de previsión en el ahorro para el retiro nos afecta a todos. Una de las obligaciones de los trabajadores independientes debe ser ahorrar para su retiro. Existen hoy mecanismos de ahorro voluntario para las más de 67 millones de cuentas afore, pero debemos lograr que los trabajadores independientes contribuyan, como su propio patrón: eso constituiría un avance que duplicaría el alcance de la presente reforma pensionaria.

Aun con la nueva aportación obligatoria, algunos de los trabajadores de mayores salarios no tendrán fondos suficientes para una vejez digna. Por eso es indispensable que gobierno, empresariado y sociedad en general promovamos decididamente el ahorro voluntario corporativo.

Un primer paso en esta dirección consistiría en reestablecer la deducibilidad de las contribuciones patronales voluntarias a los fondos de pensiones corporativos de sus trabajadores. Abrogar esta deducibilidad fue uno de los actos más contraproducentes de la administración del sexenio pasado en material laboral y fiscal, detuvieron las aportaciones de planes corporativos ya existentes y aniquilaron la promoción de estos planes para empresas medianas y pequeñas.

Por último, pero no menos importante: es indispensable impulsar esquemas novedosos de ahorro voluntario en cuentas individuales. Existen ya 16 mil cajas de locales comerciales donde cualquier mexicano con una cuenta afore puede depositar desde 50 pesos en su cuenta de ahorro para el retiro. Hay aplicaciones móviles, como Afore Móvil, donde se puede domiciliar ahorro de una tarjeta de débito, o Millas para el Retiro, donde se puede ahorrar a la par que uno consume. Debe exigirse también responsabilidad al ciudadano para apoyar su vida en la vejez.

Estamos a punto de dar un primer paso en la carrera contra el tiempo para una vejez digna para todos. Iniciar siempre es lo más difícil.

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