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El reto de desalojar el agua en la CDMX

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Eduardo Vázquez

Durante este año, la Ciudad de México y el país en general, han experimentado dos de los más graves efectos del cambio climático manifestados a través del agua: una intensa sequía que cubrió prácticamente todo el territorio, y graves inundaciones provocadas en diversas regiones por lluvias torrenciales.

Bien lo señala el recientemente publicado Sexto Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC): donde llueve, lloverá más, y donde hay sequías, habrán más sequías. Y en el caso de las ciudades, algunos aspectos pueden verse amplificados por este fenómeno, ya sea el calor (ya que las zonas urbanas suelen ser más cálidas que sus alrededores), o las inundaciones debido a episodios de lluvias intensas en periodos cortos, que complican la capacidad de la infraestructura para desalojar grandes cantidades de agua.

En el caso de la Cuenca del Valle de México, es importante recordar que es cerrada y carece de salidas naturales para los escurrimientos generados en la misma. Tampoco debemos olvidar que la Ciudad de México se encuentra asentada en una zona lacustre, a donde el agua siempre regresa.

El Sistema de Drenaje de la Ciudad de México es un elemento fundamental del área metropolitana al manejar de manera combinada el desalojo de los excedentes del agua pluvial y de las aguas residuales.

Para atender esta necesidad, desde muchos años atrás se han construido distintos elementos de infraestructura, como el Tajo de Nochistongo, el Gran Canal de Desagüe, el Sistema de Drenaje Profundo, el Emisor Central, y más recientemente, el Túnel Emisor Oriente, mismos que conducen las aguas hacia la Planta de Atotonilco y el Valle del Mezquital ubicados en Hidalgo.

Por otro lado, el Sistema de Aguas de la Ciudad de México estima que el 40% de las tuberías requiere sustituirse para un mejor funcionamiento. Estamos hablando de un alcantarillado formado por 11 mil 644 km de redes secundarias y 2 mil 446 km de redes primarias. El alcantarillado descarga en el Sistema General de Desagüe, integrado por: 99 plantas de bombeo y 102 plantas en paso a desnivel; 17 presas de almacenamiento y 11 lagunas de regulación; 123.9 kilómetros de cauces a cielo abierto, y 49.3 km de cauces entubados.

Como se puede notar, este sistema de drenaje es muy complejo y de difícil manejo, debido a la gran extensión de la metrópoli, los hundimientos del suelo que han provocado pérdidas de pendiente que afectan la capacidad de desalojo, la gran cantidad de basura que la gente arroja a las alcantarillas, y la lejanía de los puntos de descarga (incluyendo el estado de Hidalgo).

Cuando se presentan lluvias atípicas y de gran intensidad en la región del Valle de México (cada vez más frecuentes por los efectos del cambio climático), como las que recientemente se registraron en agosto y septiembre, las consecuencias pueden ser catastróficas y ponen en jaque la capacidad del sistema para el desagüe de grandes cantidades de aguas negras combinadas con las de lluvia.

Y es así que dichos fenómenos ponen en riesgo a comunidades enteras y generan daños inmensos en la infraestructura de las ciudades, el patrimonio de las personas, y costos en vidas humanas, como lo que desafortunadamente sucedió recientemente en Tlalpan y Xochimilco, Ecatepec y en Tula, Hidalgo.

Todo lo anterior, nos hace plantear que, en adición a reforzar y mantener adecuadamente esta infraestructura, se deben impulsar en mayor medida políticas, acciones concretas e inversiones que fomenten mayores índices de tratamiento y reúso de agua en la Ciudad de México.

En efecto, mucha de esa agua que se expulsa a otras regiones, se necesita y se puede utilizar, con el debido tratamiento, para diversos usos en la ciudad, incluyendo su infiltración para recarga de los acuíferos. En adición, estas acciones sin duda contribuirían a aminorar la carga y la presión a la infraestructura para su desalojo, sin riesgos a las comunidades. Para poner los datos en contexto, en la Ciudad de México, sólo un poco más del 12% de las aguas residuales es tratada y reutilizada.

Es claro que la ciudad enfrenta graves riesgos en el manejo de las lluvias, acentuados aún más por los efectos del cambio climático. El tratamiento y reúso debido de las aguas residuales puede representar una herramienta fundamental para aminorar riesgos futuros, generar una fuente potencial de acceso al agua y contribuir a hacer de la CDMX un espacio más resiliente para garantizar la seguridad hídrica de sus habitantes.

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