Que la caja suene

Vendría bien una mesa de especialistas en la que se debata la pertinencia de la estructura autorizada al Museo Franz Mayer.

Hace unos días, Excélsior reveló que la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) autorizó al Museo Franz Mayer realizar trabajos de rehabilitación, restauración e iluminación en el recinto que ocupa parte del antiguo hospital de San Juan de Dios, en la Plaza de la Santa Veracruz; así como la instalación de una polémica techumbre en el Claustro Mayor, lo que alteraría la lectura de este edificio del siglo XVI, que tiene declaratoria de Monumento Histórico desde 1931.

Esa cubierta, según los lineamientos, deberá ser una estructura ligera de aluminio, transparente y reversible, que permanecerá abierta 93 por ciento del tiempo —aunque no queda claro quién lo corroborará—, para evitar cambios en el microclima y mitigar el impacto visual desde el interior del Claustro.

Tampoco se detalla cuánto tiempo mantendrán instalada la estructura ni en qué tipo de eventos será usada; pues, hasta ahora, ninguna autoridad ha confirmado si el espacio será arrendado sólo para eventos culturales o si, a la vuelta de la esquina, este jardín histórico será el escenario de bodas, bautizos y series televisivas.

La respuesta a ésta y otras preguntas debió llegar, desde hace una semana, en voz de Giovana Elizabeth Jaspersen García, titular del recinto, o, al menos, de su asistente de prensa, Frida Ramírez Tapia; quienes, convenientemente, han ocultado la cabeza bajo el ala, porque “de momento no hay entrevistas”, lo que refleja su falta de transparencia e interés por atender dudas de quienes sí se preocupan por el patrimonio cultural.

Según un comunicado de la Secretaría de Cultura federal, que aún dirige Alejandra Frausto, la cubierta “contará con lienzos de lona desmontables, intercalando franjas traslúcidas y opacas; y los lienzos se colocarán sobre una estructura ligera de aluminio, transparente y reversible, que deberá limitarse a las dimensiones y orientaciones indicadas para causar el menor impacto visual posible, y no deberá ser visible hacia la calle”.

Además, tendrá que quedar por encima de las copas de los cuatro árboles del patio, conservando su fronda natural y manteniendo una separación mínima de dos metros de los elementos arquitectónicos del Templo de San Juan de Dios. ¿Cómo lograrán la altura sin que sea visible?

Sobre el tema, Valeria Valero, titular de la CNMH, explicó (Excélsior, 12/08/2024) que fueron los integrantes del patronato quienes se acercaron a la dependencia y externaron las dificultades financieras para conservar y operar el inmueble histórico que se les concesionó en 1981; lo que resulta poco creíble, si pensamos en los ingresos que debe dejar el World Press Photo o exhibiciones mainstream como El mundo de Tim Burton (2017), con un precio de 320 pesos por persona; o la de Museo 31, cuyos boletos cuestan 180 pesos.

Y si, a pesar de todo, los administradores del museo insisten en la falta de fondos para cubrir sus obligaciones, valdría la pena aclarar que esto no se resolverá con un puñado de eventos privados bajo un techo transparente; así que, antes de iniciar los trabajos —el permiso del INAH vence el 26 de octubre próximo—, deberían revisar su eficiencia administrativa, los espacios subutilizados y, sobre todo, repasar si no falta imaginación para desarrollar una oferta museográfica que convoque más público.

Por último, vendría bien una mesa de especialistas en la que se debata la pertinencia de la estructura y que se informe a cuánto asciende el monto del fideicomiso que dejó Franz Mayer para manejar el museo. ¿En verdad se acabó el dinero o sólo es esto un capricho desmesurado de quien busca “que la caja suene”?

La pregunta es simple: ¿cuántos espacios como el Claustro hay en la Ciudad de México? No recuerdo alguno igual. ¿Entonces, por qué trastocarlo?

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