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Benito Juárez

Juan Carlos Sánchez Magallán

Juan Carlos Sánchez Magallán

Con el arribo de la primavera celebramos un aniversario más del mejor Presidente que México ha tenido. Transcribo fragmentos de mi intervención oratoria en el Hemiciclo a Juárez que, dicho sea de paso, sobrevive a los furibundos ataques de personas a las que las domina su pasión ideológica, abusando de sus libertades de expresión y manifestación, dañando el patrimonio histórico de la nación.

Presidente de la República entre 1858 y 1872. Tras un periodo de tres décadas en que el conservador Santa Anna había dominado la vida política del país, Juárez impulsó leyes liberales para hacer efectiva la reforma agraria, la libertad de prensa, la separación entre la Iglesia y el Estado y la sumisión del Ejército a la autoridad civil.

Su labor modernizadora topó con inmensas dificultades: la reacción conservadora dio lugar a la Guerra de Reforma y los problemas económicos motivaron el impago de la deuda y la intervención francesa en México. Las deserciones surgidas de su propio partido llevaron, tras su fallecimiento, a la longeva dictadura de Porfirio Díaz.

Regidor y diputado, ascendió lentamente en el escalafón político, padeció el exilio, sufrió la cárcel, encabezó una guerra civil y atrajo la ira de numerosos enemigos, posteriormente gobernó su estado.

Su oposición al tratado de Guadalupe-Hidalgo, por el que México perdió vastas zonas de su territorio en favor de Estados Unidos, encontró cauce en las filas liberales y en la defensa de un proyecto federalista. Sin embargo, los conservadores lograron, una vez más, el poder en 1853, acaudillados por el general López de Santa Anna, obligando a Juárez a exiliarse en Cuba.

Regresó y se adhirió al Plan de Ayutla. Bajo la presidencia de Comonfort fue ministro de Justicia. Promulgó una serie de leyes que restablecieron las libertades de enseñanza, imprenta y trabajo, anulando los privilegios del clero y el Ejército.

Sus disposiciones legislativas inspiraron la Constitución de 1857, de corte liberal, motivando la reacción de los conservadores, quienes se pronunciaron, al año siguiente, en el Plan de Tacubaya. Comonfort le dio golpe de Estado y lo encarceló, siendo esto el detonante de la Guerra de Reforma. Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Juárez se convirtió en presidente legítimo, al huir hubo de refugiarse en Panamá, regresando en 1858 para establecer su gobierno en Veracruz. Desde allí expidió las Leyes de Reforma y proclamó una Constitución más radical que la anterior. En 1859, su gobierno fue reconocido por Estados Unidos y, con su ayuda, los liberales derrotaron, finalmente, a los conservadores.

Las dificultades del país lo obligaron a suspender el pago de la deuda externa, motivando la intervención armada del Reino Unido, España y Francia en 1861. Las negociaciones de Juárez provocaron la retirada de las dos primeras potencias, sólo Francia, en convivencia con los conservadores, invadió México en 1863, imponiendo al archiduque Maximiliano de Austria como emperador de México.

Ante la instauración del Imperio, Juárez se retiró a Paso del Norte y desde allí organizó la resistencia. Hombre de leyes por encima de todo, prorrogó, no sin profunda vergüenza y violencia interna, sus poderes presidenciales hasta que terminase la guerra, y emprendió enseguida la ofensiva republicana, que triunfaría tras el sitio de Querétaro en 1867, fusilando a Maximiliano.

Pese a que Juárez sobrevivió, el reprimir el levantamiento constituyó su último acto público, pues, con secreto estoicismo de indígena zapoteca, venía soportando una prolongada serie de disfunciones cardiacas. Tras su muerte, el Congreso lo declaró Benemérito de la Patria, y el de Colombia, Benemérito de las Américas. Perseverante, terco y firme, así lo definió el presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿O no, estimado lector?

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