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Monstruos

Joselo

Joselo

CrockNICAS MARCIANAS

Hace tres años, muy pocas personas, casi nadie, sabía quién era Emil Ferris. Ahora su nombre se menciona al lado de los mejores dibujantes y creadores de cómics. Su ópera prima, Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books, 2018), ha sorprendido gratamente, tanto a lectores como a críticos. Algunos dicen que esta novela gráfica es un parteaguas en la historia del cómic, como ya lo fueron Maus, de Art Spiegelman, y Building Stories, de Chris Ware. ¿Será? Sólo el tiempo lo puede decir, lo que no se puede negar es que el libro sorprende por su extensión, 400 páginas, y por lo que se encuentra en cada una de ellas: pequeñas obras maestras dibujadas con pluma Bic.

Lo que más me gusta son los monstruos en el diario de una niña de diez años, Karen Reyes, que está obsesionada con los monstruos, y los dibuja en su cuaderno de espiral a rayas con bolígrafo. Se retrata a sí misma como una “Niña-Lobo”, una especie de Mafalda o Periquita peluda y prógnata, con los colmillos inferiores salidos hacia arriba. La pequeña Karen vive con su mamá Marvela, y su hermano Deeze, contracción de Diego Zapata, su verdadero nombre, en el sótano de un edificio de apartamentos en Chicago a principios de la década de los 60, y sufre, tanto en la calle como en la escuela, la segregación racial. También es una historia coming of age, como dicen los gringos, de esta niña en busca de su identidad sexual. Karen se percibe a sí misma como un monstruo, pero en vez de sentirse mal, se siente orgullosa de su condición.

En el edificio donde viven, la vecina del piso de arriba ha muerto. Todos dicen que es un suicidio (encontraron la puerta cerrada con llave por dentro), pero hay muchas pistas que hacen creer que fue un asesinato. La historia entonces tiene también elementos de novela policiaca. Karen dibuja a los vecinos, que resultan ser todos sospechosos: el esposo de la víctima, músico; un ventrílocuo y sus muñecos; los caseros, e incluso su hermano Deeze y su mamá. La Niña-Lobo se disfraza de detective y se da a la tarea de descubrir el misterio. El cómic revisa la vida de cada uno de estos personajes que rodean a la Niña-Lobo, hasta llegar, en muchas líneas argumentales delirantes, a la Alemania nazi.

Se nota la influencia del cómic underground de los 60, a la Robert Crumb, pero va mucho más allá. Uno siente que está leyendo el cuaderno de Karen Reyes. El trazo de la pluma Bic se nota, y como muchos usamos ese bolígrafo en la escuela, se siente muy cercano. Me pregunto si yo podré dibujar así. Al fin y al cabo es un cuaderno y pluma Bic. Inmediatamente me contesto que no. Emil Ferris es un genio. La respeto aún más al enterarme de que, a sus 40 años de edad, la señora Ferris estuvo paralítica de la cintura para abajo, no podía hablar y perdió el uso de la mano derecha, debido que contrajo una enfermedad rarísima, un virus transmitido por la picadura de un mosquito. Tuvo que reaprender a dibujar. La fuerza de voluntad, y la pasión, la hacía trabajar 16 horas diarias durante cinco años hasta completar este cómic grandioso y éste es sólo el primer volumen de dos. Emil Ferris es madre de una niña, se define a sí misma como bisexual, pero dice: las mejores relaciones que he tenido han sido con mujeres.

La afición de Emil Ferris por los monstruos viene desde la infancia y acepta ser ella la Niña-Lobo, Karen Reyes, del cómic. “Nunca me convertí en el monstruo que siempre quise ser —dice Emil Ferris—, aunque me sentía más monstruosa conforme me convertía en mí misma. Porque mientras más eres tú mismo, más espantas a otras personas”.

 

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