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Una confesión

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Contrapunto

En su conferencia de prensa del 16 de enero, el presidente López Obrador pidió seriedad a los analistas financieros, “porque si no les afecta, se desprestigian”, para rematar retándolos: “Yo acepto los desafíos. Si ellos dicen 1 por ciento, yo digo más de 2 por ciento, o sea digo el doble, y está grabado, entonces vamos a ver quién tuvo la razón”. Ahora AMLO trae números de crecimiento muy parecidos a los del FMI, que en su reciente revisión del crecimiento de México estima 2.1 por ciento para el 2019, menor al 2.5 que preveía en octubre pasado.

Que el crecimiento sea mediocre supone una confesión muy sorprendente para quien ha prometido crecer mucho más que durante el odiado neoliberalismo, al cual acusa de haber provocado, de 1982 a la fecha, un crecimiento menor al 2 por ciento anual. Todavía como presidente electo prometía un crecimiento del 4 por ciento para este año.

En campaña, prometer no empobrece. Sin embargo, un bajo crecimiento tiene costos en la legitimidad de quien gobierna. Los ciudadanos afectados en su bolsillo suelen ser más críticos del gobierno que cuando su ingreso mejora.

Para AMLO, un bajo crecimiento, incluso si fuera el 2 por ciento del que ahora se ufana, seguramente tendrá un costo en su credibilidad. Lleva toda una vida prometiendo el paraíso. En materia de crecimiento económico no parece que vaya a suceder este año. Tampoco hay indicios de que llegará en un futuro cercano. En su estrategia económica no hay nada que apunte a que vaya a incrementar la productividad del capital y de la mano de obra, única manera de crecer más y de forma sostenible, de lo alcanzado en los últimos años.

Su mayor apuesta para lograr un crecimiento más acelerado era una mejor asignación de los recursos públicos liberados gracias a una menor corrupción. Sin embargo, en el presupuesto presentado y aprobado nunca aparecieron los 500 mil millones de pesos que se ahorrarían por ser honestos. Los ahorros vinieron de desaparecer programas, cancelar o posponer obras, despedir funcionarios, bajarles el sueldo, y dejar de gastar en excesos para la clase política (lo cual por supuesto celebro). Asignar las inversiones del país por capricho, como el Tren Maya o el aeropuerto de Santa Lucía, o por falta de planeación, correr a comprar 571 pipas a Nueva York (¿no era temporal el cierre de ductos?), no ayudan a un mayor crecimiento. Entre más errático sea un gobierno, más incertidumbre para el inversionista y menos disposición a arriesgar su dinero en nuevos proyectos.

AMLO ha dicho: “La mentira es reaccionaria, la verdad es revolucionaria; la verdad es cristiana, la mentira es del demonio…”. El elector decidirá si el menor crecimiento es resultado de una mentira o AMLO simplemente se equivocó. En el primero de los casos, podrá concluir, citando a AMLO, que es un reaccionario endemoniado. Si piensa que el menor crecimiento fue producto de un error, la pregunta es cuán tolerante será al no ver cumplidas sus expectativas respecto al nuevo gobierno. El primer año puede culpar al desastre heredado, pero ¿por cuánto tiempo es creíble esta justificación?

No es la única promesa que no será cumplida. Tampoco parece ser que la seguridad vaya a mejorar. Ya en el 2018 hubo más asesinatos que en 2017. Si no hay un contundente y bien planeado cambio de estrategia, el 2019, seguramente, será peor. Contra lo que prometió en campaña, que no cambiaría las leyes, sino que administraría mejor las instituciones existentes, al haber logrado tan amplia mayoría en el poder legislativo, ha caído en la tentación de pensar en rediseñarlo todo. Ya lo estamos viendo. En lugar de ponerse a mejorar la policía federal, lo apostará todo a crear la Guardia Nacional bajo el control del ejército. Ningún país democrático tiene una policía nacional bajo la responsabilidad de los militares. Acá no ha habido una confesión de fracaso, pero muchos activistas que lo apoyaron, confiando en que la estrategia de militarización de la seguridad de los anteriores gobiernos desaparecería, están muy molestos con el Presidente. Mayor inseguridad tiene además un costo en materia de crecimiento.

AMLO tiene una gran confianza en sí mismo, en su moralidad, en su sentido de la historia y en su capacidad para hacer el bien. Ha sido un eficaz predicador, característica que le ayudó a ganar holgadamente las elecciones y que puede ayudarle a gobernar con enorme legitimidad. Ahora veremos cómo le responde la realidad, cuántas confesiones más le termina ésta por arrancar.

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