Más que una columna, un servicio

Continuamos con la entrevista que “desnuda” la sabiduría de Alfredo Lamont, publicada el 14 de enero de 1979

Por Imelda Tinoco

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¿Alguna vez ha pensado si hay en usted una frustrada vocación sacerdotal?

No, creo que no... soy más bien mundano.

Como reportera de Excélsior he podido comprobar que la cantidad de correspondencia que usted recibe es exorbitante. ¿Tal hecho lo obliga a usted a trabajar en exceso?

Bueno, trabajo un poco más de la jornada usual. Por ejemplo, si estoy de vacaciones, donde esté tengo que escribir mis columnas, pero ello no es molesto, me gusta el trabajo y creo que me sentiría mal si no lo hiciera.

¿Tiene usted miedo al infarto?

No, pienso que si algún día me da, pues me da y ya.

Y de la muerte, ¿qué me dice?

Entre menos me hable de ella, mejor… ¿se imagina usted lo aterrado que me pongo cuando sé que una persona se piensa suicidar, y que no envía ni nombre ni dirección? La única alternativa que tengo es infundirle ánimo y tratar de persuadirla para que no lo haga.

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