Dotar de agua al Valle de México, la odisea olvidada

Cuando la conquista, cuando Tenochtitlán vio apenas en dos años cómo se multiplicaba el número de habitantes, la creación de acueductos y canales de desagüe fue primordial

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Un niño juega bajo el chorro enérgico de cientos de litros y no se imagina que cerca de 5 millones de personas mueren cada año por infecciones contraídas por el uso de aguas contaminadas.
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El agua cubre las dos terceras partes del globo terráqueo, pero el 94.7% es salada; el 1.8 está congelada en los polos, y solo el 0.8 es agua dulce, propia para los animales, entre los que nos encontramos los seres humanos. Y de ahí, un porcentaje desconocido que el homo sapiens ha contaminado 

CIUDAD DE MÉXICO. 

Nunca ha sido suficiente. 

Desde su fundación, en 1325, lo que sería la ciudad de México ha vivido con el permanente problema del abasto de agua. 

Cuando la conquista, cuando Tenochtitlán vio apenas en dos años cómo se multiplicaba el número de habitantes, la creación de acueductos y canales de desagüe fue primordial para el desarrolo de lo que Hernán Cortés calificó como La Gran Venecia. 

Más tarde, mientras se le ganaba terreno a los lagos de la meseta, los problemas continuaron. Y pronto el agua cercana se acabó. Los virreyes comenzaron a traerla de sitios lejanos, de estos sitios que con el paso de los años se convertirían en la Zona Conurbada. 

Ya en el siglo XX, la tecnología ayudó a la extracción y abasto del líquido a un ritmo tan acelerado como el del crecimiento de la ciudad, Pero nunca ha sido suficiente. Las campañas para concientizar a la población sobre el ahorro del agua, han sido inútiles, Y el siglo veintiuno tiene agazapada en su agenda una fecha lúgubre: la del día en que se acabe el agua. 

* * *

Eterno problema. 

Cuando Hernán Cortés pisó por primera vez el Valle de México, sus habitantes ya se distinguían en artes plásticas, astronomía, economía... 

Pero la altura de la civilización azteca iba más allá: tenían perfectamente establecido el sistema de agricultura, jardinería, irrigación e industrias. Habían vencido a la naturaleza. Llegaron a un sitio donde había más agua que tierra. Y sobrevivieron. 

Lo hicieron cuando las enormes lagunas de Texcoco, Xochimilco, Chalco, Zumpango y San Cristóbal ocupaban un área tan grande que muchas ciudades se construían en los islotes que emergían de las aguas. 

Indican historiadores que en 1325, lo que hoy es la ciudad de México eran apenas una constelación de pueblos ribereños que interactuaban entre sí y su medio ambiente, pero el arribo de los aztecas convirtió a este valle en uno de los asentamientos humanos más sorprendentes.

Ya a mitad del milenio anterior se fusionaban las culturas. Se aparecieron los españoles y en apenas dos años la Gran Tenochtitlán había aumentado dos veces su tamaño. Y sus necesidades. 

En España circulaban los primeros escritos de Cortés anunciando su descubrimiento como La Gran Venecia. Se leían textos como este, que recoge Antonio Solís en La Conquista de México: 

"Tenía la ciudad hermosísimos lechos enmedio de las aguas y se daba la mano con la tierra por sus diques y calzadas principales; fábrica suntuosa que servía tanto de ornato como a la necesidad..."

Más allá del asombro de los españoles por el sistema de vida de los aztecas, les sorprendió de este nuevo mundo la capacidad para resolver sus problemas: la lucha contra el crecimiento, contra el desborde de las aguas de los lagos, el aprovechamiento del agua potable para su manutención y sustento. así como para el regadío urbano y campestre. 

Los aztecas habían descubierto diversos métodos técnicos: el uso de canales, acequias y acueductos, hoyas, presas y diques. 

Lograron detener y domesticar la peligrosa libertad de las aguas. 

El problema principal para cualquier cultura es el abasto de agua potable. Los aztecas estaban conscientes y por ello el líquido se surtía vía acueductos --también llamados caños-- muy importantes, que traían el agua desde los veneros del bosque de Chapultepec. 

Hernán Cortés los conoció bien e incluso llegó a utilizarlos con fines económicos y bélicos, cuando no sólo cortó el suministro durante ell sitio de Tenochtitlán para privar a la ciudad de agua, mató animales, los aventó a los vertederos para contaminarlos, y obligó a sus habitantes a rendirse. 

Sucedió en mayo de 1521.

El asedio se prolongó, los españoles con la ayuda de sus aliados indígenas poco a poco fueron tomando la ciudad, y tras cortar el agua, finalmente, el 13 de agosto de 1521, cayó Tenochtitlán. 

Sin embargo, el agua que se rescataba del bosque era ya insuficiente para aquella fusión de culturas. Y en 1569, según Fray Bernardino de Sahagún, se decidió traer el agua también de Coyoacán. 

Se obligó entonces a los vasallos a que ayudaran en esta ardua empresa. Primero se construyó una presa, enorme, que hizo subir el nivel de los manantiales y luego se procedió a edificar el caño. Se empleó a miles de indígenas esclavos, sobre todo de los Reyes tributarios de Texcoco, Tacuba, Chalco y Xochimilco. "Trabajando con mucha vocería y contento", describe el cronista Luis Durán. 

Primero fue de Coyoacán, pero más tarde, cuando los españoles decidieron que Tenochtitlán fuera la ciudad más importante del continente americano, se tuvieron que buscar nuevos manantiales. Vinieron otros acueductos. Y cada día fue más difícil traer el agua a la ciudad. Cada día llegaba de más lejos. Las obras para nuevos canales y acueductos duraban hastas 150 años. 

Con Porfirio Díaz arribaron también las magnas obras hidráulicas, tan importantes, que son la base para la conformación de los sistemas que utilizamos en estos días. 

Abasto y desagüe. 

Dos grandes problemas que siempre van juntos. Porque, dicen los investigadores, el problema no es llevar el agua a las comunidades, sino sacarla. Al abasto y al desagüe apostó Porfirio Díaz en su larga administración. Y ganó: ya para 1900 se terminaba el último tramo del Gran Canal de desagüe mientras que la extracción del líquido casi cubría las necesidades de la población. Apunta José Luis Bibriesca, en su libro El agua potable en la República Mexicana: 

Los ayuntamientos, para aumentar el caudal de agua, fomentaron la apertura de pozos artesianos de los cuales llegó a haber unos mil 100, lo que contribuyó a que disminuyera el caudal de los manantiales de Chapultepec, al grado de que en 1891 se tuvo que construir una estacion de bombeo movida por vapor para poder elevar el agua, pues su nivel había descendido tanto que ya no era posible conducirla por gravedad, como siempre se había hecho".

El agua se convertía, por momentos, como durante la Revolución, en un arma política. Y para 1917 por el rápido crecimiento demográfico, era insuficiente. 

Y la ciudad crecía a un ritmo impresionante. Tanto como sus problemas: en noviembre de 1922 el suministro de agua se redujo y tuvo que interrumpirse por las noches. El gobierno se vio obligado a adquirir nuevas válvulas y tecnología que mejoraran el servicio. 

Pronto las inversiones serían millonarias. Y el servicio, gratis. Nada pagaban aquellos quienes con solo girar el grifo del lavabo recibían el transparente líquido. Por eso, notas periodísticas de la época indican que la idea de colocar tomas domiciliarias para pagar los derechos del agua, era sinónimo de fracaso.

No obstante, de a poco se fueron instalando.

Y sorpresa: las tomas fantasma hicieron su aparición: por unos cuantos pesos las familias podían negociar, con los empleados del agua, para nunca pagar las cuotas.

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Humedales del Río Lerma

A la mitad del Siglo XX se buscaron nuevos horizontes: la explotación de las aguas del Río Lerma. 

Se creó, en 1951, la Comisión Hidrológica del Valle de México; se comenzaron a sobreexplotar los mantos acuíferos, y el hundimiento del subsuelo pasó a ser otro problema: consecuencia son las inundaciones de muchas zonas de la capital; para estas fechas el gobierno se ufanaba: "La mayoría de los jardines, parques o plazas cuentan con pozo y bomba correspondiente..." Pero, cuidado, porque los informes indican: "el bombeo ha sobrepasado la rapidez de reposición de los acuíferos, de suerte que los niveles freáticos y artesianos se  han ido abajo en forma cada vez más rápida; esto demuestra que se extrae agua del subsuelo en cantidades superiores a las que puede reponer la filtración natural de las lluvias". 

Vendrían más obras de ingeniería hidráulica, el crecimiento ya desorbitado de la metrópoli, y su zona conurbada, los proyectos y nuevos sistemas, como las tres etapas del río Cutzamala.

Cinco siglos más tarde, la ciudad dista mucho de aquella que conoció Hernán Cortés. Sus requerimientos tomaron niveles insospechados. 

Llegó a la par la preocupación por un cobro más eficiente del servicio. 

Pagar el agua fue un shock social, pero era inevitable. 

El agua cuesta, y cuesta mucho. Traerla y sacarla. 

Quienes habitamos la otrora Gran Tenochtitlán hemos olvidado estas historias. 

Si has llegado a este punto de lectura en este texto, y has visto las horas-hombre para lograr esta odisea, la próxima vez que gires el grifo del lavabo, recuérdalo. 

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