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Nacional

Excélsior en Historia: Mariano Matamoros, cura y estratega

La historia lo considera el brazo derecho de José María Morelos en la Independencia de México

Iván E. Saldaña con información de Juan Carlos Rodríguez | 03-02-2014

CIUDAD DE MÉXICO, 3 de febrero.- Fue el 3 de febrero de hace 200 años cuando fusilaron al cura insurgente Mariano Matamoros. Según la historia fue uno de los “más de 400 sacerdotes y religiosos” que se involucraron en el proceso de la Independencia de México pero es uno de los pocos que, hoy en día, aparece en algunas monedas conmemorativas de circulación nacional.

“En la historia oficial que se enseña en gran parte de las instituciones educativas de México se ha querido minimizar, o incluso eliminar, el carácter sacerdotal de muchos de los caudillos que participaron en la lucha de independencia de nuestra patria”, señala el padre Gustavo Watson Marrón, director del Archivo Histórico del Arzobispado de México, en el prólogo del libro La Independencia traicionada, del periodista Carlos Villa Roiz.

Por otra parte, el historiador mexicano Luis Reed Torres indica que si bien es cierto que el general Mariano Matamoros fue elegido por José María Morelos y Pavón como su “segundo a bordo”, incluso por encima de Hermenegildo Galeana, fue gracias a que era un hombre instruido, producto de su formación clerical, aunque, aun así, la historia debe resaltar más su papel como el insurgente que murió de manera devota.

“Ya el hecho de pertenecer a la insurgencia, y más siendo sacerdote, para la Iglesia católica virreinal eran excomulgados, eran herejes, como se acusó a Hidalgo y a Morelos. Matamoros, sin embargo, murió dentro de la Iglesia, él no fue considerado un apóstata, él murió, digamos, religiosamente. Murió rezando”, narra el investigador en entrevista con Excélsior.

La vida religiosa

“La historia tiene que ser justa”, pide Carlos Villa Roiz en las páginas de La Independencia traicionada, libro en que rescata parte de la memoria histórica de 70 caudillos formados en la vida clerical que participaron en la lucha por la Independencia de México.

De Mariano Matamoros el autor resalta que vivió más tiempo como sacerdote que como insurgente y que fue precisamente su formación de hombre justo lo que lo orilló a la vida en combate, citando una frase que se le atribuye al presbítero: “La patria es una flor que hay que alimentar con justicia, libertad, y sobre todo fe en Dios”.

En este punto Villa Roiz se detiene e indica que Matamoros, como tantos otros religiosos de su tiempo, era de los más letrados de la sociedad novohispana, y se identificó con los principios liberales de los criollos y con los ideales que se derivaron del periodo de la Ilustración.

“Por esta causa fue denunciado ante las autoridades poco antes de que iniciara la lucha por la Independencia”, apunta el escritor.

Registra también que nació el 14 de agosto de 1770 en la Ciudad de México. Para 1796 fue ordenado sacerdote y cantó su primera misa en la parroquia de Santa Ana. Luego fue asignado por su obispo a otras parroquias, entre ellas, al Sagrario Metropolitano de Querétaro y luego en Jantetelco, Morelos, donde comenzó a ejercer su ministerio a partir de 1808.

Matamoros, en batalla

Como un hombre culto, valiente, estratega, disciplinado y que supo disciplinar a sus soldados, pero sobre todo que fue leal sus superiores, es como describe a Mariano Matamoros el historiador y periodista Luis Reed Torres, autor de Historias desconocidas de la historia mexicana y de otros títulos más.

“Era un hombre que además disciplinó a las tropas de Morelos, sobre todo las que estaban bajo su mando directo, y eso lo hizo muy notable.

“Rivalizaba, en el buen sentido, por su valentía y capacidad con don Hermenegildo Galeana, el otro brazo de Morelos. Morelos les llamaba mis brazos y cuando pierde a los dos, tanto a Matamoros como a Galeana, dijo Morelos: ‘se acabaron mis brazos, ya no soy nada’.

“¿Pero por qué nombra a Matamoros su segundo a bordo y no a Galeana? Por una simple razón, no porque el otro tuviera una valentía de menor cuantía, sino porque Matamoros era un hombre más instruido, un hombre de luces, de letras; en tanto que don Hermenegildo Galeana era un hombre rudo, un ranchero –dicho peyorativamente-, no era un hombre ilustrado como lo era Matamoros”, resalta el historiador.

 

¿Cómo fue Matamoros en batalla?

Matamoros, aparte de su amplia cultura, destacó por su valor y su estrategia. Participó en casi todas las campañas de Morelos y se distinguió principalmente en la toma de Oaxaca.

“En Oaxaca lo conoció don Carlos de María de Bustamante, quien es el historiador de la insurgencia. Bustamante tiene una obra, entre otras varias, que se llama Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana, entendiendo la revolución como la revolución de Independencia. Él trató a Matamoros y lo describe como un individuo disciplinado, admirable y que instruyó así a sus tropas, eran así. Lo describe como un hombre breve de estatura, pequeño, blanco, rubio y de ojos azules; alguien serio, amable, cortés pero siempre guardando las formas.

¿Qué pasó cuando lo aprehendieron?

En Puruarán, donde había recibido Matamoros orden de resistir, cae prisionero. Lo aprehende un soldado, Eusebio Rodríguez. Lo llevan a Valladolid y después de un juicio eclesiástico y civil es condenado a muerte, como era de suponerse, a pesar de que Morelos había ofrecido al Virrey 200 prisioneros realistas que tenía a cambio de la vida de don Mariano Matamoros. El 3 de febrero de 1814 es fusilado en pleno centro de Valladolid, hoy Morelia, Michoacán.

“Le pidieron que se hincara y se negó, lo que sí aceptó es que le vendaran los ojos. Le dispararon con tan mala puntería que nada más lo hirieron. Él siguió rezando y una segunda descarga puso fin a su vida”.

 

—¿Qué dice la historia o por qué no aceptarían el cambio?

Yo creo que fue por la importancia de Matamoros y dijeron: no, aquí ya lo tenemos y no lo vamos a soltar, es un hombre peligroso, competente y valiente que nos puede infligir varias derrotas más, mejor no.

 

¿Cómo considera que se le debiera recordar más a Matamoros, como sacerdote o como insurgente?

Desde luego como insurgente. Del legado de Matamoros se debe recordar su ejemplo de valor, su lealtad inquebrantable a Morelos porque, inclusive, cuando lo dejan en Puruarán resistiendo el combate, y aunque muchos se opusieron, Matamoros obedece y dice: No, Morelos dice que nos quedemos aquí para cubrir la retirada, pues aquí nos quedamos. Y cae prisionero. Entonces hay que recordarlo por eso, por su valentía, por su lealtad a Morelos, por su competencia en el combate, por la disciplina que imprimió a sus tropas, en fin. Morelos lo tuvo en altísima estima, a él y a Galeana.

“Cuando se consuma la Independencia, con el primer congreso constituyente después de la caída de Iturbide, en 1823, decretan a Matamoros como Benemérito de la Patria en grado heroico: es como debe recordarse a Matamoros a sus 200 años de su sacrificio”.

¿Qué más se sabe de su vida personal?

“Era un hombre de una sola pieza y al igual que muchos sacerdotes en aquella época también tuvo hijos, claro, para mucha gente censurable, para otros no, en fin, tuvo varios pero de los que menciona la historia son dos hijos: Apolonio y Benita.

“Por cierto que el padre de Matamoros le sobrevivió al hijo y vivió hasta casi 100 años y ya en el México independiente, el padre de Matamoros —en un dato curioso— fue nombrado conserje de Palacio Nacional, estuvo muchos años ahí. Luego se llevó a su nieta, hija de Matamoros: Benita, en su momento se casó y entre los nietos de Mariano destacó José María Aranda y Jesús. Estos dos hermanos fueron también en Palacio Nacional y sirvieron ahí muchos años, pero cuando triunfa la República, en 1867, y que acaba el imperio de Maximiliano, Juárez los corre a los dos porque habían seguido sirviendo como conserjes del imperio de Maximiliano y eso le ofendió mucho, no lo pudo tolerar, para él era muy grave, y los corrió.”

 

Ancianos resguardan las ruinas del Palacio

A un costado de la iglesia de este municipio hay un desvencijado ingenio de azúcar. Kilómetros de barandales, tuberías y andamios oxidados rodean a seis monumentales calderas que no funcionan desde los años 80.

Las vigas de los techos de oficinas y recámaras están tan podridas que hasta el paso de un gato amenaza con echarlos abajo. Asimismo, las paredes y pisos del inmueble han sido perforados por personas que creyeron que ahí había tesoros escondidos.

El sitio es vigilado por un par de ancianos que, con machete en mano, cuidan que nadie pase e intente despojarlos de esas ruinas, su única moneda de cambio para exigir la indemnización que les quedaron a deber hace ya 30 años, cuando la empresa quebró.

Don Antonio y don Miguel llevan tres décadas habitando un inmueble que hace 200 años fue declarado por José María Morelos como “Palacio Nacional”. A finales de 1813 era una hacienda y aquí se refugió el michoacano tras la derrota de Valladolid (hoy Morelia). Aquí despachó durante algunas semanas.

Antes de salir a nuevas batallas, en enero de 1814, Morelos dejó a Mariano Matamoros, su brazo derecho, como encargado de la plaza con la orden de cubrir su retirada y resistir el embate de los realistas. Pero la superioridad de las tropas de la Corona española fue muy superior y el padre Matamoros fue hecho prisionero.

En uno de los traspatios del Ingenio de Puruarán subsiste un cuartucho de adobe y puerta roja de madera donde Matamoros vivió prisionero antes de ser llevado a Valladolid, donde finalmente fue fusilado.

Excélsior tuvo acceso a ese calabozo de tres por cuatro metros donde pasó sus últimas horas el hombre que ayudó a Morelos a romper el sitio de Cuautla y a conquistar la ciudad de Oaxaca. Allí, donde hoy hay bultos petrificados de cal y cemento, cascajo y botellas rotas de refrescos, Matamoros fue martirizado por haberse sublevado.

Cristian García Martínez, profesor de español en la escuela primaria Mariano Matamoros y encargado de las festividades cívico-culturales del municipio, asegura que una de las versiones sobre la captura del colaborador de Morelos refiere que el sacerdote decidió entregarse voluntariamente para evitar más derramamiento de sangre.

“Unos 600 hombres de Puruarán murieron en la batalla del 5 de enero de 1814 entre insurgentes y el ejército realista, y se cree que el padre Matamoros se entregó para poner fin a la masacre”, refiere.

El profesor García sostiene que la muerte del amigo le afectó tanto a Morelos, que a partir de ahí decide abandonar la lucha armada y dedicarse a la lucha ideológica.

Morelos regresa a Puruarán en junio de 1815 e instala el Palacio Nacional en la hacienda que hoy alberga al derruido ingenio azucarero. En este inmueble decreta la creación de las primeras banderas oficiales de México, por lo que Puruarán es considerado “la cuna de los símbolos patrios”.

Aquí también se redactó la carta que Morelos envió al presidente de Estados Unidos, James Madison, en la que le pide reconocer a México como un país independiente.

Fue también aquí, en las ruinas que hoy custodian don Antonio y don Miguel, donde se promulgó el manifiesto que pide a todas las naciones del mundo reconocer la soberanía del país naciente, por lo que las autoridades de Puruarán exigen que se les reconozca como cuna de las relaciones internacionales.

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