Logo de Excélsior                                                        
Global

John F. Kennedy dejó huella más allá de EU

Kennedy fue ovacionado por mexicanos y latinoamericanos, pero su legado también se reflejó en la literatura, la TV y el cine

Arturo Páramo e Israel López | 22-11-2013

De paso por México

Entre el torrente de confeti que caía sobre la caravana de autos aquel mediodía del 29 de junio de 1962 bullía una muchedumbre incalculable, que cubrió los 20 kilómetros del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México hasta la Residencia Oficial de Los Pinos.

Pocos advirtieron, por ejemplo, la muerte de Alfonso Galván, taquillero del Teatro Arlequín, quien sufrió un fulminante ataque al corazón en plena avenida Juárez, entre el mar de gente que hacía valla a la comitiva que encabezaban John Fitzgerald Kennedy, presidente de Estados Unidos; y Adolfo López Mateos, mandatario mexicano.

Kennedy estaba en el pináculo de su popularidad, y su visita de Estado a México era un respiro para un mandatario envuelto en polémicas, intrigas del más alto nivel, y decisiones históricas.

Aquella mañana, el avión en que arribó a la Ciudad de México no era aún el famoso Air Force One: la flota oficial de aeronaves presidenciales, creada por el propio Kennedy, estaba a meses de entrar en servicio.

Con su llegada culminaban meses de preparativos. La minuciosa bitácora convenida por los gobiernos de ambos países está en los archivos de la John F. Kennedy Presidencial Library And Museum, y se puede leer la detallada estipulación de saludos oficiales, el paso de revista a tropas, los disparos de salva, los discursos de protocolo, etcétera.

Pero lo que presenció Kennedy después fue tan inusitado para él que, de acuerdo con la crónica de Julio Scherer, lo estremeció genuinamente.

El horizonte, escribió Scherer, se oscureció por la cantidad de tiras de papel lanzadas desde los edificios al paso de los automóviles. La multitud rebasó cualquier expectativa. Kennedy estaba consternado y su esposa, Jaqueline, no daba crédito al entusiasmo de los capitalinos, formados en vallas que, se consignó, combinaban burócratas, sindicalistas y ciudadanos emocionados por la visita presidencial.

La estancia de los Kennedy incluyó una visita a Los Pinos, un banquete en el Palacio Nacional donde se sirvió huachinango a la veracruzana (el de Kennedy sin chile), y más discursos. Los Kennedy se separaron. Él fue nombrado Huésped Distinguido de la Ciudad de México por el regente Ernesto Uruchurtu, en el Salón de Cabildos del Ayuntamiento. Ella visitó el Museo Nacional de Antropología. Por la noche ambos asistieron a una función del Ballet Folklórico de Amalia Hernández. Jackie recibió de regalo un rebozo de seda y pidió a una de las bailarinas una peineta. John recibió un sombrero de charro.

Al día siguiente los Kennedy visitaron la Columna de la Independencia, para dividirse de nuevo.

John visitó la unidad Independencia, construida por el IMSS en el sur poniente de la ciudad, que calificó como el mejor conjunto de vivienda popular que hubiera conocido. Jackie recorrió la sede del Instituto Nacional de Protección a la Infancia. Por la tarde, ambos celebraron anticipadamente el 4 de julio junto a diez mil estadunidenses residentes en México, en una pista de go karts de la recién creada Ciudad Satélite.

Ese día ofreció una comida de gala en el salón Embajadores del hotel María Isabel Sheraton, donde se instalaron 58 mesas, se sirvió salmón ahumado, consomé moelle, filete de lenguado, ternera a la “Excélsior” y, como postre, merengue glasé con fresas. La orquesta sinfónica del colegio Radcliffe, de Harvard, animó la comida con piezas clásicas y terminó con “La Marcha de Zacatecas”. Ahí Jackie improvisó un muy aplaudido discurso en español.

Ese mismo día, publicó Excélsior, Sandy Koufax lanzó su primer juego sin hit ni carrera contra los Mets en Los Ángeles, y ganaba 5-0; Estados Unidos realizaba pruebas atómicas en Nevada y en una isla del Pacífico; Argelia se independizaba y Cuba advertía que aviones estadunidenses violaban su espacio aéreo.

El cierre de la visita de los Kennedy inició con una visita al Monumento a la Revolución y luego a la Basílica de Guadalupe, donde el arzobispo primado Miguel Miranda ofició una misa en que no hubo Evangelio ni sermón. John se hincó en un reclinatorio del que se levantó con dificultad debido a los dolores de su espalda. En el atrio había unas 20 mil personas que esperaban ver a la pareja presidencial de cerca.

Durante la visita, entre los cronistas y personajes de la política y alta sociedad mexicana, Jackie deslumbró con su vestuario, porte, finos modales y perfecto español, mientras que John llamaba la atención por su juventud.

Otros rastros de aquella visita en la ciudad son la Unidad Habitacional Kennedy, en Balbuena; la escuela primaria “Estados Unidos”, en Francisco del Paso y Troncoso, y un hotel de paso con el nombre del ex presidente: Kennedy.

Cuentan las crónicas que al despegar de México, la comitiva estadunidense llevaba, entre otros recuerdos, bolsas llenas de bolillos.

 

Vio a Latinoamérica

El presidente estadunidense John F. Kennedy fue el creador del único proyecto político de significación presentado por Washington para América Latina en décadas, cuando el 13 de marzo de 1961 lanzó la Alianza para el Progreso.

JFK encontró serias discordancias entre su país y las naciones del sur. Su antecesor Dwight D. Eisenhower y los republicanos habían protegido a los dictadores militares de la región, como el general venezolano Marcos Pérez Jiménez.

Asesinado el presidente Kennedy en Dallas, en 1963, la Alianza para el Progreso comenzó a derrumbarse hasta de-saparecer en 1970. Los historiadores consideran que conflictos en Oriente Medio, guerras y otras urgencias, hicieron que a partir del presidente Lyndon B. Johnson, sustituto de Kennedy, el gran proyecto se fuera a pique.

Lo que verdaderamente define la presidencia de Kennedy, según Julian E. Zelizer, experto en historia presidencial en la Universidad de Princeton, es “su llamado al servicio público”, formulada durante su investidura en 1961 con un célebre “no preguntes lo que puede hacer tu país por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”. Fue esa filosofía la que motivó la creación en 1961 de los Cuerpos de Paz.

Unos 210 mil norteamericanos han pasado por los Cuerpos de Paz y trabajado en 139 países. La idea del programa es proveer asistencia técnica, ayudar a la gente de fuera de Estados Unidos a entender la cultura norteamericana y a los estadunidenses a comprender a los otros países.

La misma idea estuvo detrás del ambicioso llamado de Kennedy a llevar al hombre a la Luna antes de que acabara la década, un objetivo que generaría enormes expectativas en torno al programa espacial estadunidense, inmerso en una dura carrera con la URSS.

Te recomendamos

Comparte en Redes Sociales