Patrick Autréaux explora la estética y los límites del goce
El escritor francés revisa en la novela Pussyboy las etiquetas que reducen conceptos como el amor, la sexualidad, el deseo y la transfobia; y establece conexiones entre lo personal y lo colectivo

Todo amante es una quimera”, afirma el escritor francés Patrick Autréaux (1968), quien visitó México para presentar su más reciente libro, Pussyboy, una exploración literaria sobre la estética y los límites del goce en la sociedad francesa, que ha reducido la migración a un concepto y donde las contradicciones ideológicas pueden dinamitar cualquier relación sentimental.
Esta novela, con un tono parcialmente autobiográfico y confesional, es una revisión de las etiquetas que reducen conceptos como el amor, la sexualidad, el deseo y la transfobia, explica en entrevista Autréaux; quien, a partir de los vestigios de una relación sentimental propia, ha organizado su archivo de sensaciones, invocando la memoria y la divagación intelectual y así establecer las conexiones entre lo personal y lo colectivo, en una sutil línea que confronta la experiencia de lo político y lo cultural.
Autréaux detalla, en entrevista, que con este libro ha intentado explorar el imaginario o la fantasía de lo sexual. “No me interesó lo pornográfico ni lo erótico, sino más bien esos fantasmas e imágenes que surgen en una relación y que se van prolongando, partiendo de un encuentro que inició sin pensar en que llegara a ser duradero; es decir, la relación que es retratada en este libro no está inscrita en lo que sería una pareja duradera”.
Lo que emerge de este relato no es una reflexión sobre el amor, sino algo más bien suplementario y corpóreo. “Escribí este libro en la oscuridad, porque lo que buscaba era escribir algo que yo no había encontrado en ningún otro título que he leído, pues lo que quería escribir iba más allá de la sexualidad, la homosexual y lo heterosexual”.
En Pussyboy, el autor habla sobre el tema de las etiquetas. “Siempre he tenido problema con las etiquetas, aunque entiendo que son algo necesario. Bueno, debo recordarte que también soy psiquiatra y que practiqué la clínica; así que pasé buena parte de mi vida poniendo etiquetas de enfermedades a la gente.
Incluso, cuando ejercí la medicina nunca estuve satisfecho, aunque entiendo toda la necesidad social. Me parece que las etiquetas son, por lo general, mecanismos de mutilación (de la personalidad), porque ignoran la porosidad de los distintos estados que atraviesa un sujeto”, explica.
Recuerda, por ejemplo, que mientras era estudiante de medicina recibió a un paciente esquizofrénico con su familia, a quien le elaboró un certificado en el que describía todos los síntomas.
Entonces le puse todas las etiquetas necesarias, todas las palabras técnicas que se requerían, pero al final me quedé muy triste, porque me di cuenta de que en el fondo no había escrito absolutamente nada de lo que realmente él vivía, de su imaginario o de la singularidad de su experiencia. Así que cuando escribo, lo que intento es escapar justamente de todo eso. Hoy puedo poner una etiqueta, pero luego lo que intento es romperla y mostrar que éstas no son lo suficientemente porosas”, apunta.
Otro elemento clave en este libro y en la obra de Autréaux es la migración y la repercusión que ha tenido en la sociedad francesa. “Siento ira por el tema de la migración en la sociedad francesa, porque no existe una verdadera acogida ni un verdadero recibimiento de los migrantes.
En un libro anterior, Los irregulares, traté este tema. Pero más allá de eso, lo que puedo decirte es que uno de mis amigos estuvo en un centro de retención para migrantes, donde la situación no fue la mejor. Tengo amigos y he tenido pacientes sin papeles y he sido testigo de la gran miseria en la que pueden encontrarse; y, ante todo, lo que he experimentado es una gran impotencia como ciudadano, a causa de todas las leyes que existen”, lamenta.
Y ese enojo se debe a que Europa se ha convertido en un cementerio de migrantes, explica, donde prevalece la violencia de políticos y leyes. “Es un punto de vista personal; pero sí siento impotencia, me entristecen las medidas desproporcionadas que se toman y todo eso me hace sentir pesimista.
Todo esto me hace cuestionar el sentido de lo que significa ser escritor; y, por ahora, lo que me digo es que, quizá, la única solución que tenemos a la mano es ayudar concretamente a los individuos que nos rodean”, concluye.
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