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100 días de COVID-19 en México; 100 voces

En un solo día la ciudad comenzó a vivir de una manera diferente. El 19 de marzo se anunció que se posponían los pagos de la Tesorería, que 100 mil trabajadores del gobierno se iban a trabajar desde sus casas

Abraham Nava y Laura Toribio | 05-06-2020

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Después de cuatro horas de espera, el pasado 27 de febrero, el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) obtuvo la prueba que confirmó la llegada del Covid-19 a México.

A partir de entonces, a velocidad de contagio y muerte, comenzaron a correr los primeros 100 días de la pandemia que ha paralizado al mundo.

Tristeza, incertidumbre, impotencia y mucho miedo son los sentimientos que ha dejado a su paso entre los mexicanos, pero también esperanza y solidaridad. 


Carmen Adriana Blanquet lo describe como un infierno.  No sólo porque enfermó de Covid-19, sino porque al estar hospitalizada, su hijo de 14 años murió electrocutado cuando se preparaba para recibirla.


Y mientras ella, en el Estado de México, llora todavía la muerte de su hijo, en la misma entidad, la doctora Janet Hernández lamenta ni siquiera haber podido darle un abrazo de despedida a su madre.


A Liliana le tocó escuchar un llanto, pero de alegría. En un 10 de mayo inédito dio a luz a su bebé, Elias. El registro de su hijo deberá esperar, porque las oficinas del Registro Civil “están dando prioridad a las defunciones”. Lo sabe bien Ana Elena López, una novia en Baja California quien tuvo que guardar el vestido blanco y posponer su boda.


La incertidumbre de saber cuándo llegará al altar es la misma que sintió Daniela Flores, médico residente del Estado de México, cuando uno de sus compañeros enfermeros, en medio de su padecimiento requirió un ventilador: “Me dijo que le encargaba sus dos hijos y su esposa a sus papás, afortunadamente se recuperó y vi cuando lo dieron de alta.”


Y es que el Covid-19 está de la chingada, define  René Juárez, un migrante mexicano quien sobrevivió al coronavirus en Nueva York,  epicentro de las muertes en  Estados Unidos.


A cuatro mil 155 kilómetros de distancia, en nuestro  epicentro mexicano, la Ciudad de México, Rodrigo Fragoso también libró la muerte por la enfermedad, pero otra pandemia lo alcanzó: la de  discriminación. Sus vecinos rociaron con cloro la puerta de su departamento. Ese cloro que refleja el miedo irracional que ha desembocado en agresiones  contra el personal de salud. Otra de las víctimas, la doctora Alondra Torres, en Jalisco: “Fui agredida con cloro cuando paseaba a mi perro  y portaba mi filipina”  


Pero ni ese riesgo,  adicional al coronavirus ha detenido a médicos como Sagrario Hierro, quien a sus 81 años, con su bata blanca bien puesta, se niega a retirarse de la línea de fuego, como no lo hace tampoco Teresa Morales, una barrendera,  desde su propio frente de batalla: “A lo mejor mi bata está percudida, sucia y apestosa, pero también aquí estoy”


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Otros uniformados que tampoco han descansado son custodios de penales como Aarón;  policías como Omar Machuca, quien ve en el Covid-19 un reto para poder seguir brindando seguridad a la ciudadanía;  bomberos como Eloísa Herrera, que con la pandemia ha aprendido una lección más, como la que vivió en marzo pasado cuando amamantó a una bebé  rescatada de entre dos muros en la alcaldía Iztacalco; y la soldado Alexa Bueno, quien ha  girado instrucciones a quien nunca imaginó;. “Jamás creí ser yo la que no dejara salir a mis papás”.


Pero los padres siempre van a ser los primeros en  querer cuidar a los hijos, incluso antes de verlos nacer. Mañana, Laura Magaly dará a luz, pero desde el día uno de la pandemia decidió blindarse: “Hace 100 días me aislé totalmente para proteger a mi bebé.” Lo mismo que hizo Nancy Rojas, antes de parir a su segundo hijo en el día 74.


Proteger es justo la razón por la que María Guadalupe, una ama  de casa con triple jornada, está lejos de su nieto, tiene que conformarse con  verlo crecer a través de una pantalla de teléfono. 


La tecnología es también el vehículo con el cual Teresa, una abuelita desesperada en el encierro, viaja por el mundo de la mano de su nieto. “Él se preocupa, porque dice que ya no vamos a poder viajar, yo le digo: ‘vamos a viajar por televisión y por Internet, ahí se puede’”.


Crear contenido digital para que las familias viajen desde sus casas es precisamente lo que el youtuber Alán Estrada ha aportado durante la cuarenta.


Un asiento real de avión es lo que añoraron durante varias semanas Monserrat Lara, Alfredo García y David Eguía, tres de los mexicanos varados en el extranjero por el cierre de fronteras.


No es la única distancia a franquear. Ahora mismo ocho mil 923 kilómetros, impiden a Corin Robertson, embajadora de Reino Unido en México,  poder  abrazar a sus padres.


Pero ni estando a un metro y medio de distancia, Antonio Aguirre, médico pasante, se atrevió a abrazar a papá y mamá, al volver a su natal Ciudad Juárez cuando lo liberaron de su servicio social. 


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La  distancia, en algunos casos, se ha resuelto con ingenio. En una primaria de la capital, dirigida por Pedro Hernández, la encargada de una papelería encontró una solución para los niños sin internet: poner a su disposición las guías de estudio. Mientras en Tamaulipas, la maestra Rocío, descubrió junto con sus alumnos las posibilidades del aula virtual en la aplicación Zoom.


Aula a la que quiere tener acceso Iker Rodríguez, un niño de 9 años, que con tal de conseguirlo se puso a hacer mandados en su bicicleta  y conmovió a las redes sociales.


Lo que para Iker terminó siendo divertido, para Fidel Meza, repartidor de alimentos, es un trabajo de tiempo completo que se tornó un tanto hostil. “Me piden entregarles sus cosas en recepción o afuera de sus casas, para evitar tener contacto”.


Tan hostil como ha  resultado para Lucero, una joven ciega, pedir comida a domicilio a través aplicaciones que no son accesibles para personas con discapacidad o para el tendero  Arturo González soportar el mal humor o frustración de la gente que le va a comprar. 


Mal humor que le ha tocado padecer también a Diego,  limpiaparabrisas de una esquina de la Ciudad de México: “La gente ahora te evade más”.


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Nancy Anaya ha luchado contras las barreras del autismo. En el día 35 de la pandemia organizó el primer festival  de música, teatro, danza y letras VOCES, en el que participó el músico Juan Carlos del Río. Fue la forma de  decirle a su hijo Arturo, quien vive con autismo: “Te quiero”.


Trece días después, otro acto de amor entre madre e hija fue posible. El abogado Manuel Iván Reyes ganó un amparo en favor de una bebé con Síndrome de Down para que su mamá doctora pudiera quedarse a cuidarla en casa.


Para otras mujeres, la prioridad es escapar de sus hogares, pues representan un peligro mayor que el propio coronavirus, como para una joven de 20 de años que casi muere asesinada por el papá de sus hijos. Violencias contra las que luchan la feminista Aimée Vega y la actriz Vanessa Bauche.

 

Para Nadine Gasman, presidenta del Inmujeres, es claro: “esta pandemia impacta de forma  diferenciada a  las mujeres”. Algunas de sus luchas se han frenado. La activista Rosalía Castro ha tenido que parar la búsqueda en fosas clandestinas. Otras, en cambio, se han intensificado. Natalia Lane, una activista trans, llevó despensas a las trabajadoras sexuales que se quedaron  sin un lugar para vivir por el cierre de los hoteles. Aunque algunas como Angélica ni siquiera creen en la existencia el coronavirus. 

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Pero quienes no dudan de su existencia son un cremador, un sepulturero  y un agente funerario, quienes  han sido testigos, en primera fila, de una  escalada inédita de muertes que ha saturado crematorios y panteones. Abrumadora realidad que con su lente ha retratado la fotógrafa Quetzalli González: “En un panteón en Iztapalapa había una rabia y un dolor indescriptible en un entierro de una persona que murió por Covid-19”. Realidad que el albañil, Oswaldo Ortega,  prefirió no ver y por eso no asistió al funeral de la esposa de un amigo. 


Una ola de decesos en soledad. Duelos inacabados que la tanatóloga Cynthia Rodríguez, el psicólogo Aldo Reyes y el sacerdote Omar Sotelo, intentan aliviar. Una angustia que inicia muchas veces con una llamada al 911, que puede ser atendida por Alicia Calzada.


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En las calles, la lucha por la vida no se detiene a bordo de las ambulancias, como la que conduce Marcelino Cetina, o en la que trabaja el paramédico Manuel Santiago.


Tampoco se suspende en los pasillos del hospital donde trabaja el urgenciólogo Mario Carbajal, que atendió a la mamá de su maestra de la facultad de medicina. Pero  a veces la muerte es inevitable.  


En otro hospital, a la urgencióloga Didilia Cortés, le sigue agobiando el destino de uno de sus pacientes que se negó a recibir tratamiento: ”Un adulto mayor, muy grave, debía intubarse. No se quedó y fue muy muy frustrante”.


Impotencia que también experimenta el enfermero Irving Sánchez, al recordar la muerte de dos integrantes de una familia completa contagiada por el virus que surgió  en Wuhan, China. Y que en su inocencia  Renata,  una pequeñita de 8 años, describe como: “un bichito que entra a los pulmones”. 


Un bichito,  como ella dice, que atacó a Jorge Valentín Ulloa, un camarógrafo que  enfermó después de grabar una  entrevista con el gobernador de Hidalgo, Omar Fayad Meneses, quien  dio positivo al virus el día 30 de la pandemia. Y a Miriam Moreno, periodista, quien desde el día uno dio el micrófono para ayudar a la gente a visibilizar la situación de los pacientes y  el personal médico agobiado por esta crisis. 


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Crisis que no sólo ha paralizado los servicios de salud, sino también a la economía. 


En Oaxaca, al campesino mezcalero Rodrigo Mateo se le quedó estancado todo el mezcal que planeaba vender en Semana Santa. César González, joven millenial ya no pudo pagar su renta, porque le redujeron el sueldo, igual que al mesero Remigio que perdió 20 por ciento de su salario. Gerardo, trabajador informal, atraviesa una crisis emocional y económica. Para el migrante, Jaime Hernández, la falta de trabajo es un desastre.


Jorge Oriol, director de la Bolsa Mexicana de Valores, es optimista: “los gobiernos tienen la capacidad de superar cualquier escenario, por muy adverso y complejo que parezca.”


Andrés Cabrera no comparte su optimismo, ni siquiera tiene un trabajo para poder pagar su tratamiento contra el Alzheimer. Al indígena Juan Ramos le urge que esto acabe para volver a los baratillos a intercambiar sus animales de campo; la misma urgencia de Salvador Orozco para poder abrir su restaurante que lleva cuatro meses cerrado.


Al empresario sonorense, Octavio Ayala, el Covid-19 ya lo golpeó dos veces:  primero con la baja de sus ventas, después con la muerte de su hermano.


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Otro gremio que ‘ya no la ve llegar’ es el de las trabajadoras del hogar. A Gabriela Ramírez Cruz, le dijeron: “Yo te aviso cuando puedas regresar”. A otras de sus compañeras prefirieron enviarlas a sus casas, prometiéndoles una ayuda que nunca llegó. 


Ayuda que otros han dado de manera desinteresada. En Quintana Roo, la voluntaria Mariana Claveran Zaldívar,  ha fabricado caretas, adaptadores para máscaras de snorkel y acrílicos para donar en hospitales Covid-19. 


Cada mexicano ha encontrado la forma de apoyar a su manera, incluso, quedándose en casa, como el músico Benjamín Pérez y la actriz de teatro Aurora Cano. 


Nuria Diosdado García, atleta de alto rendimiento, animando a las niñas del nado sincronizado; Leticia Álvarez, limpiando un hospital; Fernanda Seceñas, emprendedora, generando empleos; la actriz Margarita Gralia, solidarizándose con todas las personas a su alcance; la futbolista Dirce Delgado, revelando sus rutinas de entrenamiento; la nutrióloga, Julieta Mendoza, dando consejos alimenticios y el epidemiólogo Arturo Alamillo, compartiendo sus conocimientos para frenar la transmisión del virus.    


Para Ismael Salcedo, vocalista de los Daniels, la creación musical ha sido su manera de aportar. Hacer lecturas en vivo, la del escritor Alberto Chimal.


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En los laboratorios, los científicos del país se apresuran en buscar fármacos y vacunas.  Jesús Rafael Rodríguez Aguilera, el primer estudiante en obtener su doctorado vía remota en la UNAM, participa en los esfuerzos por evaluar un medicamento antiinflamatorio para el tratamiento de pacientes con Covid-19.    


No sólo trabajan en proyectos especializados, David Romero, investigador de la UNAM,  se tomó el tiempo de resolver las dudas de su jardinero sobre la pandemia. Se conmovió al saberlo más tranquilo.


Esa tranquilidad que transmite la partera oaxaqueña Juanita Zárate a las embarazadas, que han vuelto los ojos a la partería tradicional, por el miedo que tienen de ir a los hospitales. 


Hospital al que debería estar acudiendo el hermano de Sara Avilés para tratar su mieloma múltiple. No puede hacerlo por la reconversión de hospitales para Covid-19.


Una nueva realidad, en los centros de salud, que debe enfrentar la anestesióloga Perla Sancha y que concibe como estar en la antesala de la muerte.  Y que vive también el camillero  Bernardino, quien en 25 años de experiencia nunca vio enemigo tan implacable como el  coronavirus. Pero nadie está dispuesto a rendirse.


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Elizabeth ha pasado la cuarentena en un campamento de huelga, con sus compañeros de NOTIMEX. “ Ha sido una experiencia inaudita enfrentarlo en la lucha diaria, en la calle.” Una lucha que Mauricio Ayala acaba de iniciar por su despido injustificado de un organismo público. La que también libra el doctor José Francisco Gómez Zapata, para defender los derechos de los médicos internos, aún responsabilidad de las universidades.


Otra tarea de las universidades es pensar en qué viene después de la pandemia, escenarios que ya plantea la Autónoma de Querétaro, dirigida por Teresa García Gasca: “Una sociedad mucho más humana, más propositiva”.


Mariana González, taquillera del metro, también piensa en el futuro. Su trabajo es un punto de riesgo de contagio masivo, por eso extrema sus medidas de precaución; igual Rafael Guerrero, quien acude con miedo a los expendios de periódicos en el centro de la Ciudad. Hugo Rojas, no pudo evitar el contagio al trabajar en la Central de Abasto.


José López, chofer de transporte público, aprendió a la mala; lo sacaron de una plaza comercial por no traer cubrebocas.  Muy diferente a la extrema protección que tiene  una amiga de la académica Rosa María Desentis cada que va al supermercado: “Le hablé por teléfono, le pregunté cómo iba vestida y me respondió: ‘como  astronauta’”.


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La esperanza de la investigadora Alma Maldonado para regresar a la normalidad, está puesta en el pronto descubrimiento de una vacuna. La de María Salazar, en arraigo domiciliario; y la de Ricardo N, interno en un penal, en recuperar su libertad. La del juez Víctor Hugo González en que esta pandemia motive pensar más en el ser y menos en el tener.


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Con bata o sin bata; niños, campesinos con su bueyes, limpiapabrisas, indígenas, sepultureros, policías, bomberos, abuelos, periodistas, activistas, parteras, artistas, meseros, voluntarios, migrantes, deportistas, comerciantes, jóvenes, maestros, personas con discapacidad, religiosos, feministas, empresarios, científicos, son algunos de los personajes que han protagonizado  los primeros 100 días de la pandemia.


El saldo: 13 mil 170 muertes y 110 mil 26 contagios contabilizados de manera oficial; 12 millones de mexicanos que se quedaron sin empleo sólo en el mes abril y la posibilidad de que 10 millones más caigan en pobreza. 


Además 115 mil 614 llamadas de emergencia de mujeres denunciando violencia; abuso sexual, acoso sexual, violación y violencia familiar, y una estimación de 869 mil 880 mexicanas que podrían dejar de usar métodos anticonceptivos, lo que podría implicar un aumento de embarazos no planeados en los próximos meses. 


En plena fase de ascenso, y cuando ha concluido la Jornada Nacional de Sana Distancia, todavía medio país es más propenso al coronavirus por las enfermedades crónicas que padecen.


A 100 días de que el Covid-19 llegó a México, el equipo de reporteros y corresponsales de Excélsior recopiló 100 voces para rendir homenaje a los protagonistas de la pandemia, a lo largo de las 52 páginas de la edición número 37,529.


Un centenar de voces que encontraron 68 definiciones para el Covid-19 y lo asociaron con 35 sentimentos. Hombres y mujeres que experimentan miedo, frustración, coraje, desolación, impotencia; pero también esperanza, valor, optimismo, resiliencia y más humanidad y conciencia.


100 voces que representan a los 125 millones de mexicanos impactados en las 2 mil 400 horas, 144 mil minutos u  8 millones 640 mil segundos transcurridos desde el día uno de la crisis. 100 días que marcaron un antes y un después en la vida tal y como se conocía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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