La muerte del cardenal Posadas Ocampo, ¿atentado o equivocación?
A las 14:00 horas del 24 de mayo de 1993, el clérigo sostuvo una reunión privada con personas cercanas y algunos personajes de alto nivel de la iglesia católica de Guadalajara
Juan Jesús Posadas Ocampo nació el 10 de noviembre de 1926 en Salvatierra, Guanajuato. Fue hijo único de María Ocampo y Juan Posadas. A muy temprana edad se dedicó a la vida eclesiástica al ingresar al seminario católico. Se convirtió en sacerdote y participó como vicario cooperador de Pátzcuaro; años después fue miembro activo del cabildo de la catedral de Morelia.
El primer cargo en las altas esferas de la iglesia católica mexicana lo consiguió al hacerse como primer obispo de Tijuana por instrucción directa del Papa Paulo VI en 1970. Trece años más tarde se desempeñó como obispo de Cuernavaca donde continuó con su misión episcopal para posteriormente pasar a ser arzobispo de Guadalajara.
En junio de 1991 viajó al Vaticano para recibir su ordenación como quinto cardenal en la historia de México, por de parte del Papa Juan Pablo II. Además de sus actividades cardenalicias, fungió como vicepresidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, mismo cargo que ocupaba en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Durante su labor religiosa insistió en la integración de Cuba como parte de la unidad latinoamericana. Apostó por beneficiar a quienes menos tienen por medio de una intervención constante en los asuntos de la política cotidiana del país sin mezclar la actividad eclesiástica con las ideologías políticas.
EL ATAQUE
A las 14:00 horas del 24 de mayo de 1993, el clérigo sostuvo una reunión privada con personas cercanas y algunos personajes de alto nivel de la iglesia católica de Guadalajara. Desde ese punto se dirigió hasta las inmediaciones de las principales instalaciones de transporte aéreo de Guadalajara.
Momentos antes de las 15:45 hora en que ocurrió el altercado, el cardenal Posadas Ocampo, arribó al estacionamiento del Aeropuerto Internacional de Guadalajara, donde esperaría la llegada del nuncio apostólico, Girolamo Prigione, proveniente del Vaticano.

Un instante previo a que el religioso mexicano descendiera de su vehículo, un Grand Marquis color blanco, comenzaron los disparos. El automóvil en que viajaba el prelado recibió 32 impactos de los cuales 11 le impactaron directamente; el chofer, Pedro Pérez González, recibió un balazo en la cabeza.
Otras tres personas que se encontraban en el estacionamiento fueron alcanzadas por el tiroteo y murieron en el lugar. Durante el mismo hecho, una mujer y su hijo fueron heridos al interior de la terminal aérea.
“Asesinan al Cardenal Posadas O. en Medio de un Tiroteo”, se puede leer en la portada de Excélsior del 25 de mayo de 1993. Las primeras hipótesis apuntaban a un enfrentamiento entre grupos de narcotraficantes, incluso se habló de un choque entre delincuentes y agentes judiciales. Las principales líneas de investigación se enfocaron en un posible ataque directo contra el líder religioso.
Tras el altercado armado se hizo la detención de dos hombres sospechosos, quienes fueron interrogados. Alrededor del lugar del incidente se identificaron 140 casquillos percutidos. Además, se encontraron 5 vehículos con un fuerte arsenal y equipo táctico en su interior, mismo que fue asegurado por las autoridades como parte de las pesquisas.
“El cardenal y arzobispo de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, su chofer y otras cinco personas perecieron esta tarde, a las 15:45 horas, durante un tiroteo a fuego cruzado”, recalcó Excélsior en su nota sobre los hechos.

Más de 5 horas permanecieron custodiadas las instalaciones de la terminal aérea en cuestión por autoridades federales y estatales. Casi a la media noche el cuerpo del cardenal ya era expuesto ante los fieles católicos en la catedral metropolitana de Guadalajara. “En medio de una “tensa calma”, dolor, luto, llanto y gritos en demanda de justicia, más de un millón de personas desfilaron desde esta madrugada ante los restos del cardenal Juan José Posadas Ocampo”, explicó en sus páginas El Periódico de la Vida Nacional.
Los obispos del servicio canónico de Guadalajara descartaron amenazas de muerte en contra del arzobispo. Mientras tanto, la comunidad religiosa y la sociedad permanecieron expectantes del impactante asesinado de uno de los máximos jerarcas del catolicismo en el país. El gobierno de la República y la iglesia católica en México condenaron el ataque.
UNA REUNIÓN INESPERADA
Según una investigación realizada por Excélsior, los hermanos Arellano Félix se habrían reunido con Girolamo Prigione, meses después del asesinato de Posadas al ser mencionados estos como autores intelectuales del crimen perpetrado contra el clérigo.
“Ramón Arellano fue el primero en entrevistarse con el nuncio apostólico en la nunciatura en la ciudad de México. Iba acompañado del sacerdote de la diócesis de Tijuana, Gerardo Montaño Rubio. La entrevista se prolongó por casi tres horas y en ella Ramón Arellano negó los cargos que le hace la Procuraduría General de la República”, consta en las páginas de este rotativo. Ramón aseguró haber estado el día del ataque en un viaje junto con una sobrina y sus cuñadas.
“Luego de que ramón Arellano Félix se entrevistara con Prigione, también lo hizo Benjamín, pero el 16 de enero de 1994. La reunión, al igual que la de Ramón, se llevó a cabo en la nunciatura de la ciudad de México y tuvo una duración de unos 45 minutos”, se puede leer en la misma publicación.
Según el religioso Gerardo Montaño, declaró que el mismo Benjamín Arellano le dijo, “por amor a la iglesia, por mi devoción a la Virgen de Guadalupe y por mi situación de católico, le aseguro que yo no soy culpable”.
LA INVESTIGACIÓN
Tras haber efectuado más de 32 capturas de presuntos implicados en los hechos que costaron la vida de Posadas Ocampo, las investigaciones dieron un cambio de rumbo al identificarse por parte de la policía a los dos probables autores materiales del crimen: Juan Francisco Murillo Díaz, alias “El güero Jaibo”, y Edgar Mariscal Rábago “El negro”.
El primero fue acribillado por agentes de la Policía Judicial del Estado de Sinaloa en agosto del mismo 1993 al resistirse a ser detenido. Al momento de su muerte, el delincuente contaba con seis órdenes de aprehensión en su contra.
Mientras tanto, “El negro” fue detenido en octubre de 1995. Aunque en un principio negó toda culpabilidad, tiempo después confesó su participación, en compañía de “El güero Jaibo”, Álvaro Osorio Osuna “El nahual” y otros gatilleros, todos ellos sicarios del cartel de los Arellano Félix, implicados en el asesinato del cardenal. Por su parte, “El nahual” fue atrapado por las autoridades en 1996, a quien se identificó como participante en la balacera donde perdió la vida el purpurado.
UNA EQUIVOCACIÓN
Según la versión oficial mayormente aceptada hasta la fecha, y aun con varias líneas de investigación abiertas, cerca de 15 sicarios fueron contratados (entre ellos “El güero Jaibo”, “El nahual” y “El negro”) por los hermanos Arellano Félix para asesinar a Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”. Los gatilleros planearon emboscar al líder del cártel de Sinaloa en el aeropuerto de Guadalajara donde estaría presente.
El grupo de hombres armados se dirigió al lugar, específicamente al estacionamiento, a esperar la llegada de Guzmán Loera. Según sus cálculos, “El Chapo” llegaría en un Grand Marquis color blanco, vehículo que el narcotraficante utilizaba para trasladarse vía terrestre.
Al ver llegar el automóvil esperado, “El negro” y “El güero Jaibo”, accionaron sus armas AR-15 y AK-47 contra sus ocupantes. El cardenal Posadas intentó bajar del auto pero no lo consiguió. Por su parte, “El Chapo”, que ya se encontraba en el lugar, logró agacharse y huir hacia el interior del aeropuerto donde se desató otro conato de balacera. Finalmente, el líder del cartel de Sinaloa escapó de las balas de sus enemigos pero el jerarca religioso perdió la vida entre la confusión.

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