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Los retos de la vacunación en México

Carolina Gómez Vinales

Carolina Gómez Vinales

Después de diez meses de esta pandemia sin control en nuestro país, y ante una crisis sanitaria mundial, finalmente el 11 de diciembre de 2020 la Cofepris aprobó la aplicación de la vacuna elaborada por Pfizer-BioNtech, con lo que México se convirtió en el 4º país del mundo en otorgar el visto bueno para uso de emergencia. Desde entonces, se hizo público un documento del gobierno federal llamado Plan de Vacunación contra covid-19 en México, diciembre 2020-marzo 2022. Se trata de un calendario que estableció cinco etapas para vacunar, primero al personal de salud de primera línea de control covid-19; la segunda etapa pretendía cubrir al personal de salud restante y a los adultos mayores entre febrero y abril de 2020. Desafortunadamente, se suspendió la vacunación por covid-19 en México por lo que no continuaré citando el resto del documento federal, en virtud de que desde hace un par de semanas no tenemos claridad de cuálesserán los pasos a seguir para vacunar al resto de los mexicanos.

El presidente López Obrador, incluso anunció durante una gira que ya no recibiríamos más vacunas de Pfizer, supuestamente a solicitud expresa de la ONU, y que se exploraría agilizar la llegada de las vacunas Sputnik V, de origen ruso, y de CanSINO, de origen chino y además una de las más caras para aplicarlas a los mexicanos. El asunto es que ninguna de ellas ha hecho públicos los resultados de la eficacia y seguridad de sus biológicos. La Cofepris debe tomar sus decisiones con base en evidencia científica, tratándose de una cuestión vital para la salud pública de los mexicanos.

Es claro que el gobierno federal no ha cumplido con el plan de vacunación contra covid-19 que presentó en diciembre ni tampoco con la actualización del calendario de mediados de enero. La gravedad de esta situación radica en que somos el país que ocupa el tercer lugar mundial en mortalidad por covid-19. Y al día de hoy, según las cifras oficiales, se registraron más de un millón 800 mil personas contagiadas y 156 mil defunciones. Las vacunas eran una esperanza para poder salvar a muchos mexicanos del contagio o la muerte.

La vacunación es una de las intervenciones de salud pública más exitosas que se realizan con mayor costo-efectividad. En el caso de México, los resultados obtenidos en el campo de las inmunizaciones eran francamente espectaculares. En 1991 se creó el Consejo Nacional de Vacunación (Conava) como instancia de coordinación y consulta, cuyo objetivo principal fue promover, apoyar y coordinar las acciones de las instituciones de salud de los sectores público, social y privado, con el fin de controlar y eliminar las enfermedades transmisibles mediante la vacunación universal, dirigido a la protección de la salud de la niñez. Lo preside el secretario de Salud federal y lo integran los titulares del IMSS, ISSSTE, DIF, Pemex, Sedena y directores de centros pediátricos y regulatorios de México.

Esta vez, el Conava no participó en la planeación para adquirir vacunas, fueron cuatro las dependencias federales a cargo: SRE, que negoció directamente la llegada de las vacunas; la SHCP, que debió pagar por ellas; la Secretaría de Salud, que debió implementar una logística para aplicarlas, y la Sedena, que ha cumplido con lo que se le ha pedido. Desde el principio se originó un desorden provocado por las propias autoridades que redundó en improvisaciones, caos y una estrategia electoral basada en brigadas, cada una de ellas compuesta por 12 personas.

El gobierno integró 870 brigadas Correcaminos en las que participan cuatro elementos de las Fuerzas Armadas, dos vacunadores y cuatro “servidores de la nación”, que realmente se trata de promotores de los programas sociales que ofrece el gobierno, y dos voluntarios más. Es decir, 12 personas que se encargarían de la instrumentación de un plan de vacunación que contemplaba inmunizar a más de 90 millones de mexicanos con vacunas que en la mayoría de los casos requieren hasta de dos dosis.

Estoy convencida de que las vacunas son la mejor forma de prevenir enfermedades y salvar vidas. A nivel mundial teníamos uno de los esquemas más completos, un programa verdaderamente universal porque existía una coordinación de acciones entre las diferentes dependencias del sector público. Las vacunas son una decisión individual con un alto impacto para la salud de las comunidades.

 

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