A medio siglo de la catástrofe que cambió la vida a Irapuato

Irapuato recuerda la devastadora inundación de 1973, un suceso que marcó a generaciones y dejó cicatrices indelebles en la historia de la ciudad

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Periódico en las manos, Excélsior de 1973
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Una persona en medio del agua
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Inundadas las calles
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Carretera rota
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Casas inundadas
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La historia de Irapuato ha estado marcada por una serie de eventos, pero ninguno tan devastador como la inundación de 1973. Esta catástrofe natural dejó una huella indeleble en el corazón y la memoria de sus habitantes, marcando un antes y un después en la vida de la ciudad.

El 18 de agosto de 1973, Irapuato fue testigo de un desastre sin precedentes. El desbordamiento de la presa El Conejo tras intensas lluvias dejó a la ciudad bajo metros de agua, destruyendo hogares y vidas.

El desastre evidenció la falta de preparación y respuesta de las autoridades. La inacción inicial y la censura a periodistas agudizaron la crisis, dejando a los ciudadanos a merced de la naturaleza.

Marcolino, con décadas en el periodismo, documentó la tragedia. Su valentía y tenacidad permitieron que el mundo supiera de la magnitud del desastre.

Historias humanas, como la de Jesús Martín Martínez y Lorena Alfaro, nos recuerdan el sufrimiento, la esperanza y la resilencia de los irapuatenses. Familias enteras lucharon contra el tiempo y el agua, esperando el rescate.

El centro histórico, con sus construcciones de adobe, fue uno de los más afectados. Monumentos y casas fueron arrasados, dejando un vacío cultural y arquitectónico.

La inundación de 1973 no es solo una página en los libros de historia. Es una lección de la vulnerabilidad humana ante la naturaleza y la necesidad de preparación y solidaridad. A 50 años de la catástrofe, Irapuato recuerda, honra y se fortalece.

Hace medio siglo, la tarde del 18 de agosto de 1973, lo que parecía un inofensivo escurrimiento entre las calles de Irapuato, desató el caos. Las montañas de Guanajuato liberaron un torrente que destruyó la ciudad.

La tormenta tronó la presa El Conejo, desencadenando una avalancha que arrasó con todo a su paso. Esta ola avanzó imparable, y la carretera a Abasolo actuó como dique, agravando la inundación.

Con la ciudad bajo agua, vehículos terrestres quedaron inutilizados. La ayuda llegaba en tractores, camiones y embarcaciones. Sin embargo, el auxilio oficial se tardó, aumentando el sufrimiento de los afectados.

Marcolino Witrago, fotoperiodista de El Sol de Irapuato, capturó la única imagen de la ruptura de la presa. A sus 71 años, recuerda ese día como si fuera ayer, narrando la desesperación y el pánico que vivieron miles.

El costo humano

Los relatos hablaban de miles de desaparecidos y cientos de muertos. Sin embargo, solo 25 decesos fueron confirmados. Familias enteras en azoteas, viendo cómo su mundo se inundaba, esperaban ayuda que tardaba en llegar.

Mientras Irapuato luchaba contra las aguas, las autoridades se mantuvieron pasivas. Fue necesario que el presidente de la época, Luis Echeverría Álvarez, visitara la zona para que se comenzaran a tomar acciones concretas.

El pasado de Irapuato, a 50 años del incidente, sigue siendo una cicatriz en la memoria de sus habitantes. Aquella inundación, desencadenada por la tormenta trópical Brenda, ha dejado una huella imborrable, recordándonos la fragilidad y el poder de la naturaleza, así como la importancia de la preparación y la respuesta ante desastres.

Las generaciones que vivieron ese día tienen una responsabilidad: compartir sus experiencias y asegurarse de que las futuras generaciones conozcan, entiendan y se preparen para enfrentar desafíos similares. Con el cambio climático y eventos climáticos extremos en aumento, Irapuato, como muchas otras ciudades alrededor del mundo, necesita estar listo para cualquier eventualidad.

El Rol de la Comunidad en Medio del Caos

En medio de la devastación, las historias de solidaridad y heroísmo anónimo emergieron como destellos de esperanza. Vecinos ayudando a vecinos, jóvenes arriesgando sus vidas para salvar a desconocidos y comunidades enteras organizándose para proveer albergue y comida a los afectados. María Luisa Zepeda, quien era una adolescente en ese momento, recuerda cómo su familia acogió a varias personas en su casa. "No teníamos mucho", dice Zepeda, "pero compartimos todo lo que pudimos". A pesar de la magnitud del desastre, fue el espíritu inquebrantable de la comunidad de Irapuato lo que permitió que la ciudad se recuperara con tanta determinación.

Consecuencias a Largo Plazo y Cambios Institucionales

La tragedia no sólo cambió la fisonomía de la ciudad, sino que también transformó las políticas y la infraestructura local. Ante la insuficiencia de las respuestas iniciales, se puso en marcha una reevaluación del sistema de gestión de desastres. Se construyeron barreras y sistemas de desagüe más avanzados para prevenir futuras inundaciones, y se instauraron protocolos de respuesta más efectivos. Esta catástrofe puso en evidencia la necesidad de estar preparados, llevando a la ciudad a fortalecer sus capacidades y recursos para enfrentar y gestionar adversidades futuras.

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