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Nacional

Excélsior en la Historia: Gilberto, el huracán del siglo

El recuerdo de la devastación que causó el ciclón en tres estados aún pervive en la memoria de los supervivientes

Eduardo Cabrera, Héctor González y Aracely Garza | 17-09-2013

CIUDAD DE MÉXICO, 17 de septiembre.- Gilberto es recordado como uno de los ciclones más devastadores surgidos en el océano Atlántico. El huracán llegó al Caribe y el Golfo de México a mediados de septiembre de 1988. Conocido en México como “el huracán del siglo XX”, registró vientos máximos de 296 kilómetros por hora (el tercero de la historia por la intensidad de los vientos) y lluvias torrenciales que asolaron comunidades enteras, principalmente en los estados de Yucatán, Tamaulipas y Nuevo León.

Yucatán, nuevo vocabulario

El 13 de septiembre de 1988 fue el año en el cual, inevitablemente, varias palabras usadas en meteorología, como “escala Saffir-Simpson”, entraron al vocabulario yucateco. Hace 25 años, con los instrumentos de telecomunicaciones de aquellas épocas, los habitantes de Yucatán se enteraban de que Gilberto tocaría la península.

El huracán nació a las 20:30 horas del 10 de septiembre de 1988 en el Caribe oriental, a unos 200 kilómetros al sur de Puerto Rico, pero su gestación comenzó una semana antes, el 3 de septiembre, a miles de kilómetros en el Atlántico, cerca de la costa de África.

Los titulares de los periódicos locales publicaron en aquellas fechas fotografías satelitales del meteoro, en el que se consignaba cómo el huracán Gilberto desató su estela de desolación en Jamaica.

“Las autoridades esperaban que se desviara, tenían la última esperanza de que esto sucediera, pero no fue así debido a un área de alta presión que actuaba como invisible muro de contención”, relata el investigador Juan José Morales Barbosa, especializado en temas científicos de la península.

Pero el meteoro había rebasado con creces el nivel del grado 5, el más alto en la escala Saffir-Simpson. De acuerdo con especialistas del Centro Meteorológico de Mérida, a su extraordinaria violencia contribuyó el hecho de que durante las diez horas previas de su entrada a tierra su velocidad de avance disminuyó y pudo tomar mayores cantidades de energía térmica de las aguas.

Cancún e Isla Mujeres recibieron vientos del semicírculo derecho del huracán, los más violentos. Mérida y poblaciones vecinas, en cambio, quedaron en el semicírculo izquierdo, el de menor intensidad.

El miércoles 14 de septiembre, entre las cinco y seis de la tarde, Gilberto se había apoderado de Yucatán.

Ese día Cancún perdió cientos de toneladas de arena de sus preciadas playas, consideradas las mejores del mundo.

Tamaulipas recibe al monstruo

Aunque Tamaulipas ha padecido la furia de huracanes, tormentas tropicales y demás fenómenos catastróficos, Gilberto, que impactó la tarde del 15 de septiembre de 1988, no se puede borrar de la memoria.

Gilberto o Gilbert, como también se le denominó, alcanzó vientos máximos de 215 kilómetros por hora, arrasando todo lo que estuvo a su paso.

La información oficial establece que el primer punto de choque fue en el municipio de Soto La Marina, en la playa La Pesca específicamente.

Sin embargo, los municipios de San Carlos, San Fernando, Ciudad Victoria y Tampico, entre muchos otros —siendo las dos primera donde mayores afectaciones provocó—, recuerdan los daños provocados.

Consecuencia de la escasa preparación en materia de protección civil con que contaba México y, por ende, Tamaulipas, cientos de personas perdieron la vida; se habla de poco más de 300 muertos.

En el poblado La Pesca, ubicado en la zona rural, relatos como los de Silvia Pérez dan una idea vívida de la ferocidad de Gilberto: “Habíamos escuchado vagamente, no había la comunicación que existe hoy en día, pero uno nunca se imagina tanto peligro. No era la primera vez que se vivía un huracán, pero nadie esperaba ese monstruo”, comenta.

Sólo se vio cómo ennegreció el cielo, de un día soleado pasó a ser uno nublado con viento que levantaba casas completas. Techos de lámina y paredes parecían de papel, los artículos domésticos eran tan frágiles que simplemente se les veía pasar arrastrados por el agua.

“Era 15 de septiembre, la mañana de ese día estaba calmado, pero como a las cuatro o cinco de la tarde comenzó todo a cambiar. Para las seis de la tarde empezó el aironazo y la fuerte lluvia; si te quedabas parado el viento te llevaba”, comentó Néstor, un ex colaborador del gobierno del estado.

Otro caso fue el de Janeth Soto, ex habitante de San Carlos, uno de los municipios más afectados, donde al menos tres puentes carreteros fueron totalmente arrastrados por las fuertes corrientes de agua, además que por ser un localidad rural, las viviendas fueron endebles ante los embates de la naturaleza.

En Ciudad Victoria, la capital, los daños no fueron tan severos, sin embargo, hubo techos de viviendas, árboles y cableado eléctrico derribados, así como algunos desbordamientos, como el del río San Marcos, recuerda el hoy comandante de Protección Civil Municipal, Juan Díaz Ulloa.

“Con Gilberto auxiliamos a la población. Hubo muchos problemas en la ciudad, afortunadamente no pegó como se esperaba, porque recuerdo que los pronósticos establecían que la capital era un punto crítico, pero después se desvió y los daños fueron diversos, pero no hubo muertos, ni lesionados”, relató.

Nuevo León, historias de dolor

Las historias que se tejieron en torno al huracán Gilberto en Nuevo León fueron muchas. Algunas de dolor, otras de sobrevivencia, pero sin lugar a dudas el paso del fenómeno se quedó para siempre en la memoria colectiva de Nuevo León.

La señora Antonia Díaz, hoy de 62 años, es una de las personas a las que le tocó enfrentar un capítulo sumamente triste: la pérdida de su hijo, de 19 años de edad.

Teolo Ruiz Díaz salió la mañana del 17 de septiembre de 1988 de su domicilio, ubicado en la colonia Rafael Ramírez, del municipio de Guadalupe, y esa fue la última vez que su familia lo vio.

“Estaba la lluviecita, era una precipitación fina y constante. Mi hijo salió al trabajo, tomó un camión y nunca más volvimos a saber de él”, relató todavía con dolor la mujer.

Lo más trágico es que Teolo nunca fue encontrado, simplemente desapareció.

De acuerdo con la cifra oficial que en los días posteriores al huracán Gilberto dieron las autoridades, se hablaba de por lo menos unos 200 desaparecidos.

Mucho se dijo que la cifra de víctimas mortales superó mil, sin embargo las autoridades informaron de apenas cerca de 100.

Alberto Lugo Llano fue rescatista de la Cruz Verde de Guadalupe por aquella época y relató que las ambulancias de la institución eran insuficientes para trasladar los cadáveres que se localizaban.

“De todo se echó mano, hasta de camiones frigoríficos. Los cuerpos se ponían apilados y se echaban en bolsas negras. El anfiteatro estaba repleto, se usaron las funerarias del Pueblo. Los cuerpos que después de días se localizaron estaban inflados, morados, yo creo que algunos ni se identificaron”, relató.

Claro que hubo otras personas que lograron ponerse a salvo a tiempo de la furia del ciclón, que alcanzó a Nuevo León.

En su paso por el Caribe, el fenómeno dejó un saldo de 26 personas muertas y los medios de comunicación daban a conocer el 15 de septiembre que ante su inminente llegada los poblados de Tamaulipas y del sur de Texas eran declarados en alerta.

Rogaciano Mancilla en aquel tiempo vivía en los márgenes del arroyo del Obispo, cuyo cauce “devoró” todo a su paso, sin embargo logró salir a tiempo del sitio.

Su madre, María Guadalupe Cardona, expresó que su hijo logró escapar a muy buen momento de su domicilio, del que no quedó nada porque fue arrasado por el agua.

“A él lo que le pasó es que el agua le llevó todas sus pertenencias porque vivía ahí. Ellos se salieron rápido, cuando vieron que el agua se desbordaba”, indicó.

Cuando Rogaciano intentó llegar a su casa le fue imposible, la corriente no dejó casa en pie.

“El agua llevaba todo: tanques, carros, árboles, marranitos”, evocó la mujer, que al igual de su hijo fue una de los miles de personas reubicadas en la colonia San Gilberto.

A los políticos de la época también les tocó atestiguar el paso del huracán Gilberto por la entidad, como al ex alcalde y ex gobernador priista Sócrates Rizzo García.

“En aquel entonces estaba en campaña (a la alcaldía de Monterrey, que ocupó en 1989) y todo el grupo que me acompañaba lo primero que hicimos para atender a los damnificados fue conseguir los materiales de vivienda que habían quedado cuando el terremoto del 85 para la vivienda provisional, incluso nos apoyó Conagua, y así mucha gente”, reveló.

No obstante, destacó que la experiencia más importante fue que el pueblo demostró lo que es solidaridad.

“Se fundó luego la Asociación Gilberto, que presidía doña Eva Gonda de Garza Lagüera, y mucha gente mostró esa solidaridad, sobre todo ante hechos heroicos, como aquel personaje que allí en el vado se volcó, como 20 kilómetros fue arrastrado y fue salvado con vida”, apuntó.

Añadió que también surgió una institución tan importante como Protección Civil y ahora las políticas de prevención fue lo que permitió que el huracán Alex no causara tantos estragos como su antecesor.

 

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