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Expresiones

Julio Silva y Julio Cortázar dos fraternos combatientes

Editorial RM publica la correspondencia y las colaboraciones que unieron al escritor y al artista, quienes compartieron a lo largo de tres décadas no sólo el nombre, sino su nacionalidad argentina, su residencia en París y su carácter juguetón

Sonia Ávila | 04-04-2014

CIUDAD DE MÉXICO, 4 de abril.- La de Julio Silva (Argentina, 1930) y Julio Cortázar (Ixelles, 1914 - París, 1984) fue una amistad de combate lúdico durante más de tres décadas. Con espíritu infantil calado en la esencia de  cada uno, el escritor y el pintor jugaban box, escribían, pintaban, comían y bebían: “Una relación perfecta de dos amigos, mejor no pudo ser”, define Víctor Poll, editor.

Cofradía de la que da testimonio el propio Cortázar en las cartas que escribió a su amigo cuando andaba fuera de París, ciudad que compartieron. En esta correspondencia el autor de Rayuela abordó igual la edición de un libro en la editorial de Arnaldo Orfila, que el deterioro de su salud.

Las misivas junto con las publicaciones Los discursos de Pinchajeta y Silvalandia –obras que realizaron en colaboración en París– se compilan por primera vez en el libro El último combate. Julio Cortázar-Julio Silva (RM), un homenaje a la genialidad de los artistas quienes supieron hacer de sus travesuras una obra de arte.

El libro, que completa la serie El último round, presenta todas las colaboraciones que realizaron ambos creadores, el texto Un Julio habla del otro en el que Cortázar describe a Silva, y a manera de colofón la entrevista de Saúl Yurkievich a Silva titulada La pluma y la tijera, en la que Yurkievich, íntimo amigo de los dos, indaga en su forma de trabajar.

“El tema del libro, lo que sobrevuela todos los materiales que están reunidos, es la relación de los dos Julios que era una relación de amistad; sobre todo una relación basada en el juego y en una disputa intelectual a base de jugar, muy lúdica al aportar cada uno su obra. El trabajo de los dos básicamente se fundamentaba en ese juego”, comenta en entrevista Poll, quien realizó la edición del ejemplar en España.

Por un cúmulo de casualidades, Cortázar conoció a Silva en 1955, recién llegado el pintor a París. La coincidencia de su nombre, de su nacionalidad argentina y de su mirada juguetona pronto los colocó en el mismo cauce; desde entonces alimentaron una amistad que de manera natural resultó en una serie de trabajos editoriales conjuntos.

En 1959, Cortázar publicó en la Editorial Sudamericana Las armas secretas cuya portada es un dibujo de Silva; mismo caso con la primera edición de Rayuela en 1963, de Todos los fuegos el fuego en 1966, de Modelo para armar en 1967, el mismo año La vuelta al día en ochenta mundos y Territorios en 1978.

Poll considera que más allá de la creatividad de ambos que bien supieron conjugar, la reunión de la narrativa de Cortázar con la gráfica de Silva se debió a converger en la visión lúdica del arte, pues aun cuando cada uno partía de teorías o técnicas creativas, encontraron en la estética un modo de diversión, de entender la vida.

“Son dos personajes traviesos con un punto de vista muy positivo, y creo que lo que une a los dos Julios, aunque son muy distintos, es su juego. Los dos amaban su trabajo, pero siempre lo hicieron con una visión de juego; no en un sentido de demeritar, sino desde lo lúdico, desde una mirada de niño, sobre todo Cortázar que siempre tuvo una mirada joven”, añade.

Así se aprecia en la reproducción íntegra de Los discursos Pinchajeta, una serie de narraciones breves de Cortázar ilustradas con litografías de Silva, que incluso se han expuesto como obra independiente. Ésta es la primera vez que se publica la obra en español con traducción del propio escritor y de su esposa Aurora Bernárdez; la edición original fue en francés en 1966.

También se incluye completa Silvalandia (1975), cuyo origen son los dibujos de Silva a partir de los cuales Cortázar escribió relatos bajo la advertencia, dice el mismo libro, de que el lector puede encontrarse con autodescripciones “traviesas” y “mañosas” de los autores.

“Sí habían hecho una especie de combate entre los dos amigos. No tuve la ocasión de conocer a Cortázar, pero sí a Silva y la verdad es que conversar con él es un combate muy divertido; es una persona de 84 años que nunca se limita, pone en práctica sus ideas, las disputa, y no busca interlocutores pasivos, sino al contrario le gusta hacerte pensar”.

De la correspondencia, Poll aclara que se trata sólo de las cartas que Cortázar envió a Silva, pues este último sí las conservó, mientras que el autor de Bestiarios las desechó con tantas otras misivas de editores y amigos. A cien años del natalicio de escritor (26 de agosto) y 30 de su muerte (12 de febrero), éstas hacen de autobiografía.

“Ahí tenemos una especie de biografía de propia mano de Cortázar. Las últimas son muy emotivas para el lector que no conoce esa parte final de la relación; se puede dar cuenta de lo triste que está cuando ya está muy mal de salud Cortázar y encarga su tumba a Silva y a (Luis) Tomasello, también artista argentino”.

En la entrevista con Yurkievich, Silva confesó: “Cuando él me hablaba de un pintor que a mí no me gustaba, yo aprovechaba para hablarle de un escritor que él no apreciaba; los dos sabíamos dónde estábamos situados. Yo descubrí muchas cosas gracias a él, y pienso que él también descubrió cosas de la vida cotidiana de un pintor. Hubo un intercambio de mundos”.

Título: El último combate. Julio Cortázar-Julio Silva

Editor: Víctor Poll

Editorial: RM, México, 2013, 160 pp.

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