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Comunidad

Ronronean en Palacio

Desde hace varios años, casi una veintena de gatos tomó los jardines de la sede del Poder Ejecutivo como su residencia. Altivos y despreocupados, se han convertido en un atractivo turístico de ese edificio, que ha sido testigo de los acontecimientos históricos más importantes del país

Arturo Páramo | 06-11-2016

CIUDAD DE MÉXICO.

El Palacio Nacional tiene unos inquilinos para los que el calendario de la burocracia no cuenta, no tienen vacaciones y tampoco perciben salarios. Viven en los pasillos, en los jardines y entre los nichos de estatuas toman el sol sin observar el reloj.

Se trata de 19 gatos, cuyas edades van de los 4 y medio a diez años, que habitan en la sede del Poder Ejecutivo Federal. Ahí hacen como que resguardan los tesoros nacionales, pasean cerca de lo que fue la casa de Benito Juárez y la antigua sede del Congreso.

La historia se inició hace varios sexenios, cuando los felinos eran usados para combatir la constante presencia de ratones en los edificios del Centro Histórico, incluido Palacio Nacional.

Hacia mediados de los años 90, la esposa del entonces presidente Ernesto Zedillo, Nilda Patricia Velasco, mostró interés por los mininos, que ya habían tomado varias áreas del lugar donde despachaba su marido, y pidió que se les protegiera.

Personal de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), cuyo titular también tiene oficinas en Palacio Nacional, hizo eco del llamado y los gatos de convirtieron en parte del paisaje de los jardines que han visto pasar la historia del país y específicamente, la del Primer Cuadro de la Ciudad.

Con nombres como Gandalla, Tía Gorda, Gato Panda, Pavo Gordo, Carlota, Narigón, Gato Amor, Carrusel o Mocos, por sí solos se han convertido en otro de los atractivos de Palacio Nacional.

En la actualidad, ronronean despreocupados del paso de los turistas que visitan la sede del Ejecutivo federal para fotografiar los murales u observar las exposiciones temporales.

La mayoría de los felinos son adustos y les tiene sin cuidado el paso agitado de los trabajadores de Hacienda. Se saben tan necesarios como ocasionales exterminadores de plagas.

Los gatos son mantenidos con recursos de los propios empleados de la SHCP, quienes también se turnan para organizar y costear la esterilización de los especímenes. Al paso de los años, muchos ejemplares han ido y venido.

En total son seis trabajadores los que asumen con gusto la tarea de comprar lo necesario para la manutención de los ejemplares: croquetas, atún, latas de comida blanda e incluso salchichas; procuran su vacunación y esterilización. También compraron los dispensadores de agua y alimento que están repartidos por varios lados.

Su compromiso con el bienestar de los gatos tiene recompensa, pues eventualmente les sirven de terapia para ellos y sus compañeros. Verlos pasear indiferentes a todo y estirarse sin prisa les recuerda que deben tomar con calma las presiones laborales.

El cariño de los funcionarios de la SHCP hacia los felinos es tal que algunos se dieron a la tarea de elaborar un álbum con las fotografías, edades, señas particulares, temperamento y género de cada uno.

En recorridos realizados por los jardines del Palacio Nacional se pudo observar que los gatos no sólo han sido adoptados por los trabajadores del inmueble, sino que los turistas que se percatan de su presencia desvían su atención de la zona de murales y museos para ir a fotografiarlos, contarlos y descubrir que en cada rincón hay al menos una minino descansando.

Propio de su especie, ellos son territoriales. Algunos habitan el terrario o jardín desértico que se ubica cerca del ingreso de la calle Moneda de Palacio Nacional.

Otros tres tomaron la zona de humedales como su lugar preferido para hacer... nada.

La mayoría de los ejemplares ha hecho del Jardín de la Emperatriz su lugar de esparcimiento: es ahí donde está la mayor parte de los dispensadores de agua y los platos con croquetas que les obsequian los empleados de la dependencia.

No se pasan de los jardines; aunque esté lloviendo se quedan en los arcos. No sé cómo lo saben, pero no pasan de los jardines, ése es su límite. No son como los gatos de casa que andan por todos lados.

Los de los cactus tampoco se pasan al jardín grande y viceversa. Nadie los ahuyenta, simplemente no pasan de ahí. Son territoriales. Tampoco trepan en los árboles ni en las fuentes. Se echan a tomar el sol. Son los más godínez que hay”, destacó Lucía, una exempleada de Hacienda.

Los gatos tampoco invaden otras áreas del enorme edificio. No pasean por el patio central, no intentan llegar a las escalinatas que llevan a los pisos superiores, ni caminan por los salones de protocolos de la Secretaría de Hacienda. Saben que su lugar está en los jardines.

La vida de los felinos está registrada en una tarjeta informativa, elaborada por la propia dependencia, en la que se detalla la atención que se le da.

Seis personas, entre ellas Carmen, exempleada; Sandra, Max y Guadalupe, empleados de Hacienda, se encargan de comprar el alimento para los gatos: croquetas, atún, latas de alimento blando y salchichas, también compraron los dispensadores de agua y alimento.

Un señor de la limpieza, a quien se le da una cooperación mensual, se hace cargo de rellenar los alimentadores y los bebederos. La castración de los gatos se ha hecho en varias etapas. Hace dos años un veterinario vino a Palacio a hacer el proceso. En otros casos, personal de la Secretaría se los llevó a operar”, explican.

Debido a la sobrada atención que tienen, algunos de los gatos muestran signos de sobrepeso. Son de naturaleza desconfiada, pero la mayoría de ellos acepta la cercanía de extraños al saber que los turistas significan la posibilidad de una lata de atún, un sobre de comida blanda o de al menos una caricia.

Otros espacios públicos o conocidos donde los gatos tienen una amplia presencia son el sótano del edificio de la sede de la delegación Cuauhtémoc, donde fueron ingresados por una mujer en situación de calle que tomó el lugar como hogar.

También en los jardines del Archivo General de la Nación es común ver gatos que pasean por sus jardines, lo mismo que en el Monumento a la Revolución, donde abundan debido a la presencia de roedores.

En las áreas verdes de la Cámara de Diputados viven de la caza de roedores que hay en la zona, pero también es notabla la presencia de grupos de felinos en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, la Universidad del Claustro de Sor Juana y la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco.

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