En México, gran parte de la vida ocurre en la banqueta. Ahí comienza un mercado inmenso que no se ve en los informes oficiales, pero sostiene al país todos los días. Son los vendedores ambulantes: trabajadores que sin oficinas, contratos o seguridad social mueven el mercado más grande e invisible de México, el de la supervivencia.

Más de 1.48 millones de personas viven directamente del comercio ambulante, de acuerdo con la Secretaría de Economía. Pero no están solos: forman parte de la economía informal, un fenómeno que representa 24.8 % del PIB nacional y donde labora el 55 % de la población ocupada, según el INEGI.

La informalidad no es un rostro único. Además de los puestos callejeros, se extiende a autoempleados, microemprendedores familiares, empleadas domésticas, mecánicos, agropecuarios, costureras y repartidores de aplicaciones.

En conjunto, suman alrededor de 30 millones de trabajadores que sostienen su ingreso sin registro fiscal, sin seguridad social y sin créditos.

El rostro del vendedor ambulante revela la dimensión humana del fenómeno:
- 58 % son mujeres, y 70 % son jefas o jefes de familia.
- Ganan en promedio $4,120 pesos al mes y trabajan más de 48 horas semanales.
- Su oficina es la calle. Ahí cocinan, venden, cargan, conversan y forman comunidad.
Ahí sobreviven.

El ambulantaje se concentra principalmente en Estado de México (224 mil), CDMX (170 mil) y Puebla (135 mil). En el Valle de México, una de cada cinco manzanas tiene al menos un puesto callejero. Para algunos, son un desorden urbano; para otros, son la única forma de participar en una economía que no siempre los incluye.

La mayoría de los negocios en México —incluyendo ambulantes y miles de Pymes— operan fuera de la formalidad. Comparten el mismo ADN económico: capital mínimo, márgenes bajos, vulnerabilidad constante y dependencia del flujo diario.

La única diferencia es la formalidad: registros, trámites, RFC, IMSS.
La operación es la misma.
Por eso, entender al vendedor ambulante no es romantizar la informalidad, es entender el origen mismo del emprendimiento en México.
De hecho, 95.5 % de las unidades económicas del país son micro-negocios, y muchos comenzaron justo ahí: en la calle.
Integrarlos no significa desaparecerlos. Significa reconocerlos como parte real del ecosistema productivo y construir vías para que accedan a capacitación, permisos, financiamiento y oportunidades.
Porque aunque no aparezcan en los informes del gobierno, sin ellos la economía simplemente no caminaría.
Son la base silenciosa del movimiento del país.
Son la economía que late en cada esquina.
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