Hazmat Modine, esencia de NY

CIUDAD DE MÉXICO.

El sonido de la banda neoyorquina Hazmat Modine es notable por sus variantes. Es blues, es jazz, es folk… es esos géneros y mucho más. Es música difícil de clasificar, pero un privilegio para el oído. Se trata de grandes músicos que coinciden en un proyecto amable y que, desde luego, están involucrados en otros más, situación que explica, en parte, por qué cuentan con “solamente” tres discos de estudio, Bahamut (2006), Cicada (2011), Extra Deluxe Supreme (2015) y uno más en vivo, de 2014, no obstante haberse formado a finales de la década de los 90.

Sucede que los miembros de Hazmat Modine, que se presentará en dos fechas en el Festival Internacional de las Artes Julio Torri, “son todos músicos que hacen muchas, muchas cosas”, explica el compositor Wade Schuman, su fundador. “Joe es un compositor increíble que ha tocado con grandes músicos como Sam Rivers, Taj Mahal y la Liberation Orchestra. Erik está trabajando en música para varias obras de teatro y hace grabaciones en estudio y en vivo. Pam se presenta con muchas bandas de Nueva York. Tim sale a tocar con Cyro Baptista y Vieux Farka 
Touré, John Zorn, etcétera. Steve Elson, también compositor, hace un montón de trabajo de estudio en Nueva York. Michael Gómez tiene su propia banda y también toca con muchos otros músicos en Nueva York. Reut Regev es una fantástica trombonista que escribe música y recorre el mundo con su banda”.

Lo que debe tenerse en cuenta para comprender una banda como Hazmat Modine es la condición multicultural de Nueva York, ciudad de infinitas sabidurías e ideas propias, extrañas y apropiadas. “Los músicos de Nueva York deben tocar muchos estilos y en muchos contextos. Una de las razones por las que los músicos de aquí son tan fantásticos es que tienen que ser eclécticos para vivir y trabajar en esta ciudad, lo que los hace simplemente especiales. Así se crea un sonido único de Nueva York”, 
señala Schuman.

PEQUEÑOS RETRATOS

Charles Ives decía que la idea de Central Park in the Dark le surgió mientras estaba sentado en una banca del Central Park en medio de la noche y escuchó un “retrato de sonido” del lugar. Escuchar a fondo la música de Hazmat Modine, de alguna manera, sería como apreciar una serie de pequeños retratos que ilustraran la condición de “ser neoyorquino”, se le plantea a Schuman.

Sí, hasta cierto punto eso es cierto. Es ser un neoyorquino y vivir en Nueva York. La canción Mocking Bird, de nuestro último CD, es sobre un pájaro del patio de casa y sobre una mudanza a Harlem. Usé trinos de pájaros que grabé en mi patio trasero. A la canción Cicada le incorporé grabaciones de cigarras que hice en el Central Park. En el nuevo CD, Up and Rise es una canción que tiene tres relatos sobre gente que cae y se levanta. La primera es de un mensajero que va en su bicicleta y se cae en la calle. Otra es un hombre que cae cuando arreglaba el techo de su casa. La tercera es sobre una mujer que está pasando por un momento difícil en la oficina donde trabaja y cae cuando va corriendo en el Metro. Esto es sobre lo cercano que está el peligro de muerte para todos y de cómo la gravedad siempre espera mientras estamos preocupados por las cosas que pasan en nuestras vidas; de lo difícil que es simplemente hacer las cosas bien. Pero tenemos otras canciones acerca de otras historias, ideas, lugares. Hay una sobre un hombre que alza una enorme pared extraña durante 20 años en el norte de Nueva York, cerca de Woodstock; en realidad es sobre el padre de Erik. Hay otra más sobre un capricho que tuve de niño con la hermana de un amigo en Michigan durante el calor del verano, y otra sobre los planes que hacemos”, relata Schuman y regresa al punto de partida: Nueva York y las sensaciones que le provoca como creador.

Siendo un músico neoyorquino que se la vive en giras representa hacer turismo, pero estos viajes alrededor del mundo se reflejan en nuestra música. Yo uso las grabaciones que hago de todo el mundo”, aclara.

Como sea, la inspiración regresa a su cauce. Schuman y los suyos hacen trabajo con su gente. “Por ejemplo, la última pista oculta en el nuevo CD es el sonido de miles de niños gritando de alegría en un show que hicimos en Nueva York, en el 92a St.”, institución multicultural famosa por su trabajo comunitario.

MÚSICO QUE PINTA

A la versatilidad de la oferta de Hazmat Modine se le une la visión de pintor de Wade Schuman, que también da clases en la Academia de las Artes de Nueva York. Por ello, de entrada, no es difícil imaginarlo hiperactivo, sin calentar campo al componer música, preparar la paleta para sus bestiarios y demás pinturas realistas o discutir largas horas con sus alumnos, además de examinarlos. Demasiada energía requerida.

Con frecuencia hago analogías musicales en clase porque todos los procesos creativos tienen cosas en común y se relacionan unos con otros. Y eso es lo bueno de esto, que todo el arte es una forma de sinestesia”, señala.

Composición, textura, color, dinámica son importantes tanto en la música como en la pintura. Dar clases tiene mucho de ‘actuación’, proyectar ideas y sensaciones. Un gran maestro debe expresar y relacionar las emociones al igual que un artista que se presenta en el escenario”, indica.

Leonardo planteaba que la 
inactividad destruye el intelecto. El hierro, si no se usa, se oxida. Está claro que a los miembros de Hazmat Modine les sobran cosas que hacer, pero quizás a Schuman más. El hombre no para.

¿Que de dónde saco energía? No lo sé. Tengo mucha suerte de tener una vida tan rica en la que puedo hacer todas las cosas que quiero y me importan y tener cierto éxito con ello. Me siento muy afortunado por viajar y tocar con otros grandes músicos, y me siento igual de afortunado por enseñar, pintar y trabajar en una gran escuela, aunque no siempre es sencillo mantener el balance y mantenerse sano y tomar tiempo para dormir. Pero la música me rejuvenece. Toco desde mi corazón y alma lo mejor que puedo”.