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Monumento a la Revolución, el gigante acorazado de la Tabacalera

Edificios que cuentan historias. Excélsior comienza con este texto una serie de documentos trascendentales que tienen mucho que ver con las raíces; esos orígenes que le dan sentido a nuestras vidas

Roberto Rodríguez Rebollo | 19-02-2023
Foto en blanco y negro desde otro edificio
Vista aérea del monumento en los años sesenta. Fotografías: Juan Carlos Emmanuel Quiñones Caudillo / Archivo Excélsior.

La historia del Monumento a la Revolución se remonta a la época del porfiriato, época en que se ordenó la construcción de un fastuoso edificio para albergar la Cámara de Diputados, Cámara de Senadores, así como otras dependencias para conmemorar el centenario de la Independencia de México.

En un inicio, se convocó a un concurso nacional en el que se recibieron varias propuestas arquitectónicas, sin embargo, ningún diseño convenció al presidente Porfirio Díaz, quien designó al arquitecto francés Émile Bernard para llevar a cabo el proyecto del nuevo Palacio Legislativo en un amplio e inestable terreno ubicado en lo que hoy es la colonia Tabacalera, muy cerca de Paseo de la Reforma en la Ciudad de México.

Con un presupuesto inicial de 50 millones de pesos de la época, los trabajos de construcción comenzaron en 1905 y se vieron obligados a detenerse en 1912 después del inicio del movimiento revolucionario en contra del régimen porfirista. Solo logró colocarse la estructura de acero de la cúpula central, misma que permaneció abandonada.

AL INTERIOR

Excélsior visitó el interior del Monumento a la Revolución, donde la Encargada de Anfitriones del recinto, Mayra Yolanda Estrada Ulloa, acompañó el recorrido en todo momento, dijo que “el edificio iba a tener 1400 metros cuadrados de construcción, algo como dos canchas de futbol juntas. Iba a contar con un estilo neoclásico parecido al de Bellas Artes. Estaba encaminado a contener la Cámara de Diputados, Senadores, salón de lectura, una estación de bomberos y jardines”.

“Debajo de nosotros se encuentran 17, 000 pilotes, utilizados para nivelar el terreno, estos están rellenos de arena, concreto y madera para formar una especie de cama de clavos. Después, sigue un emparrillado doble con vigas de norte a sur y de este a oeste, es como una cruz de puras vigas; cada viga pesa 42 toneladas. El acero fue traído de Nueva York en barco hasta el puerto de Veracruz y de ahí en ferrocarril hasta la estación Buenavista para finalmente llegar al sitio para ser ensamblado”, mencionó la guía al estar en la exposición del sótano del recinto.

 

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Al llegar al poder Francisco I. Madero, se consideró reanudar los trabajos de construcción, sin embargo, el nuevo presidente perdió la vida y la estructura quedó abandonada por más de 20 años.

Unos años más tarde, el arquitecto original, Benard, intentó rescatar su obra inconclusa para convertirla en un panteón de personas ilustres de la revolución; el presidente Álvaro Obregón aceptó la propuesta, pero este fue asesinado en 1928 y Benard murió un año más tarde, por lo que, el proyecto nunca llegó a concretarse.

“La estructura quedó abandonada desde 1912, así que muchas de las esculturas que iban a adornar el Palacio Legislativo llegaron ya que la construcción se había quedado abandonada. La única que pudimos ver durante algún tiempo fue el águila en lo más alto de la cúpula, después fue removida y ahora la encontramos en el monumento a la Raza. Los leones se colocaron en la entrada principal de Chapultepec. Luego, dos pares de musas que representan la juventud y la madurez, ahora se encuentran en la entrada del Palacio de Bellas Artes”, explicó Estrada.

UN NUEVO PROYECTO

Tras 20 años de total abandono, apareció el arquitecto mexicano Carlos Obregón Santacilia para rescatar la estructura. El crecimiento de la mancha urbana, así como distintos factores político-sociales, propiciaron la toma de acciones en el lugar donde se habría erigido el monumental Palacio Legislativo de Porfirio Díaz.

 

Monumento nuevecito

 

Nacido en la Ciudad de México en noviembre de 1896, Obregón Santacilia gozaba de una buena reputación en el gremio de la arquitectura; había participado en el diseño y construcción de diversos recintos importantes como el edifico de la Secretaría de Salud, así como la remodelación de los inmuebles del Banco de México, Relaciones Exteriores y el Hotel del Prado, entre otros.

Debido al abandono y la poca funcionalidad del colosal esqueleto, las autoridades del gobierno local se plantearon brindarle una utilidad diferente para aprovechar el espacio. Se habló de instalar una terminal de autobuses bien equipada con sucursales de banco, talleres para vehículos, venta de llantas, así como una oficina del entonces Departamento de Tránsito.

 

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Por esos mismos años, comenzó a desmontarse parte la estructura de acero para aprovechar el material en otras obras prioritarias del gobierno de la ciudad. Solo quedó en pie la gran cúpula central. El tema hizo eco en Santacilia, quien elaboró una propuesta de rescate de la estructura y la explanada, convirtiéndolas en un conjunto en honor a la gesta revolucionaria iniciada en 1910.

Una nota publicada en Excélsior el 09 de enero de 1933, refiere que “la mira del autor de la iniciativa no es otra que la de capacitar a México con una oficina central desde la que puedan salir todos los turistas extranjeros y nacionales sin las incomodidades que sufren en la actualidad, dado que se quiere hacer del turismo una verdadera industria de significación para la República”.

Santacilia había vivido muchos años en las inmediaciones de la colonia Tabacalera, por lo que, pudo observar el deterioro de la colosal estructura, además del desvalimiento en que esta se encontraba.

Una iniciativa formal fue enviada al presidente en turno, Abelardo L. Rodríguez, por parte del titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Plutarco Elías Calles, y el Ing. Alberto J. Pani, el 15 de enero de 1933, en la que se resaltó el aprovechamiento del esqueleto de acero para convertirlo en un monumento a la Revolución Mexicana con especial énfasis en el papel del pueblo sin hacer alusión a ningún personaje.

“Tal es, señor Presidente, el monumento cuya construcción nos permitimos proponer a usted, aprovechando la parte que se conserva aún de la estructura metálica del Palacio Legislativo. Al efecto, remitimos a usted, sometiéndola a su alta consideración, la vista perspectiva del proyecto que, con estricto apego a las ideas contenidas en la exposición anterior, ha desarrollado por encargo nuestro el Arquitecto don Carlos Obregón Santacilia. Creemos que la índole misma del monumento exige que su costo sea cubierto por suscripción nacional”, detalla la copia del documento original consultado en el acervo histórico de Excélsior.

En respuesta a la petición, L. Rodríguez ordenó la creación de la “Gran Comisión de patronato del Monumento a la Revolución”, con la finalidad de recaudar los recursos suficientes para la realización de la magna obra. Además, se emitió el acuerdo oficial para conservar la cúpula metálica y erigir el Monumento a la Revolución.

LA CONSTRUCCIÓN

Cantera chiluca, latón y cobre fueron los principales materiales que se utilizaron para rellenar las columnas y rematar la cúpula. La cantera chiluca era utilizada para la construcción durante la época prehispánica; además de ser resistente resultó económica, se extrajo del “Púlpito del diablo”, una cantera ubicada en Chimalhuacán, Estado de México; hasta ese momento, la zona tenía 400 años sin ser explotada.

Para adornar las cuatro esquinas se llamó a un concurso de escultura en el que participaron decenas de artistas. La convocatoria se publicó el 13 de septiembre de 1933, “como tesis general de las composiciones escultóricas mencionadas, el Comité expresa que el monumento no contendrá nombres, retratos ni alusiones a personas, sino que glorificará en abstracto la obra secular del pueblo, y será erigido a la Revolución de ayer, de hoy, de mañana, de siempre”, se puede leer en la convocatoria publicada en las páginas de Excélsior.

Cinco maquetas llegaron a la final del certamen, el ganador fue el escultor coahuilense, Oliverio Martínez. “Cada grupo escultórico está conformado por tres personas y representan los ideales de la revolución, independencia, leyes agrarias, leyes obreras y de reforma”, detalló Estrada señalando cada una de las colosales esculturas que decoran las aristas superiores del monumento.

EL NACIMIENTO DE UN SÍMBOLO

Los trabajos de construcción concluyeron en 1938. A pesar de no haber contado con una ceremonia de inauguración oficial, a partir de ese momento comenzaron a realizarse actos públicos al pie del monumento. El 04 de febrero de 1936 se emitió un decreto presidencial que otorgó el carácter de recinto funerario al complejo del Monumento a la Revolución.

En ese sentido, los primeros restos en llegar al mausoleo revolucionario fueron los de Venustiano Carranza en 1942; después de Francisco I. Madero, depositados en 1960; Plutarco Elías Calles en 1969; un año después los de Lázaro Cárdenas tras su fallecimiento; finalmente, los de Francisco Villa que llegaron desde el panteón de Parral, Chihuahua, en 1976. Cada uno reposa en una de las cuatro columnas del monumento.

 

Pancho Villa

 

La obra final de 1938 también incluyó dos elevadores “uno vertical que se encontraba por dentro del pilar que subía hasta el primer mirador. También contaba con un elevador curvo, solo había dos de estos en el mundo, uno aquí y otro en un aeropuerto de Francia. No cualquier persona tenía acceso al elevador curvo, solo subía el presidente, altos funcionarios o personas famosas”, insistió la encargada de anfitriones mientras mostraba los vestigios del antiguo elevador curvo.

DESOLACIÓN

Así operó el monumento, ofreciendo visitas a su mirador y su vista superior desde la linternilla. Después de la llegada de los restos de Lázaro Cárdenas en 1970, situación que obligó a dejar fuera de servicio el elevador vertical, por lo que, el inmueble nuevamente quedó abandonado durante 40 años. A pesar de ello, las personas ingresaban de manera clandestina a la construcción.

Durante el tiempo que permaneció desolado, ya con los restos de los revolucionarios en su interior, la estructura fue utilizada como bodega, estacionamiento y hasta canchas deportivas improvisadas. Además, sus alrededores eran aprovechados por las bandas de guerra escolares para realizar ensayos al aire libre.

Al respecto, el entonces vigilante del lugar, José Silva Cepeda, dijo a Excélsior en 1974 que las autoridades capitalinas aprovecharon el monumento para establecer una bodega de materiales del Departamento del Distrito Federal.

“En los años de abandono de 1970 a 2010 cualquier persona podía entrar y subir a la estructura, por eso en el espacio denominado Linternilla, existen gran cantidad de inscripciones sobre la superficie de latón”, comentó Estrada.

UN NUEVO RENACER

Para 1997, se hablaba de la “híbrida despersonificación urbana” del Monumento a la Revolución, un concepto que pensaba erradicarse con la implementación de un Plan Parcial de Desarrollo Urbano, encaminado a rescatar diversas áreas de interés común para la recreación de la sociedad, entre ellos la Plaza de la República.

Fue hasta el 2010 que el Gobierno de la Ciudad de México junto con la autoridad del espacio público con motivo del Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia, se emprendió el proyecto de rescate del monumento, incluyendo la plaza, el edificio con la construcción de un nuevo elevador panorámico que se encuentra funcionando desde ese año hasta la fecha.

Además, se restauró por completo la Plaza de la República, se repavimentaron y embellecieron las calles aledañas. Destacó la colocación de una fuente cuya agua emerge desde el piso, misma que es utilizada como lugar de dispersión por la población. La inversión para la remodelación del espacio rondó los 362 millones de pesos.

Con 67.5 m de altura y sus 500 láminas de cobre en la cúpula, la composición arquitectónica del Monumento a la Revolución, el Palacio Legislativo porfirista que nunca fue, se ha convertido en un ícono del paisaje urbano de la Ciudad de México. También sirve como escenario de conciertos y manifestaciones político-sociales; una ventana al tiempo como testigo de la vida cotidiana de la gran urbe.

UNA MIRADA DE ALTURA

Excélsior pudo subir hasta el mirador principal y al mirador superior de la linternilla, desde donde puede apreciarse la Ciudad de México en todo su esplendor, prácticamente desde sus cuatro puntos cardinales con el concepto 360 que ofrece el Monumento para una mejor experiencia.

Para llegar a la linternilla es necesario introducirse entre en la cúpula por medio de una extensa escalera. Al estar en todo lo alto el panorama es más amplio. Es ahí donde es posible observar las inscripciones que los antiguos visitantes realizaban sobre la estructura de la cúpula de latón: desde mensajes de amor hasta nombres o fechas es parte de lo que está plasmado, la mayoría son rayones hechos con algún objeto afilado.

Edificios como el Museo del Chopo, una pequeña parte de la Torre Latinoamericana, el Frontón México, la antigua estación Buenavista, la Basílica de Guadalupe, hasta otros inmuebles como hoteles y avenidas emblemáticas, son solo una muestra de la vista que ofrecen los miradores.

EL DATO

“El 23 de septiembre de 1910, se colocó la primera piedra en la que guardaron una cápsula del tiempo, se dice que en esa cápsula guardaron planos, algunas filmaciones, monedas de oro y otros materiales. Hasta el día de hoy es un misterio donde se encuentra esa cápsula, no se sabe si durante los años de abandono la robaron, se la llevó el mismo Porfirio Díaz o si sigue enterrada en algún lugar de la Plaza de la República.” Mayra Yolanda Estrada Ulloa.

 

Un vistazo a los cimientos

 

MUSEO NACIONAL DE LA REVOLUCIÓN

Bajo el pesado armazón de acero y piedra chiluca, se encuentra el Museo Nacional de la Revolución. Inaugurado el 20 de noviembre de 1986, como parte de los festejos del aniversario de la Revolución Mexicana, actualmente se encuentra a cargo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México.

 

Biletes antiguos en el museo

 

Excélsior puedo ingresar a conocer el contenido de la exposición. Esta vez en compañía de la Encargada de Servicios Educativos, Ana Karem Celso Crescencio, quien mostró el complejo museográfico que comprende un museo de sitio y ocho salas de exposición permanente, así como una más de exposición temporal.

La temática resume los aspectos más importantes en la historia de México desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Eventos como la Guerra de Reforma, los inicios del periodo porfirista, la revolución armada de Madero, surgimiento de los caudillos, la guerra cristera, los cimientos del México institucional, y la consolidación de la era política moderna con Lázaro Cárdenas, forman parte de lo que se puede observar.

 

Lñazaro Cárdenes en el Monumento a la Revolución

 

Uno de los elementos más representativos del recorrido es la representación de ‘La bola’, como un homenaje a los caudillos revolucionarios, hombres y mujeres, que lucharon en apoyo a los diferentes movimientos en búsqueda de oportunidades de trabajo, tierras, justicia y educación. “Ellos (la bola) son los verdaderos protagonistas de la historia, nosotros como sociedad hacemos la historia”, reflexionó Celso.

“Para 1910 Porfirio Díaz celebra el centenario del inicio de la independencia con fiesta y júbilo. A los pocos meses, Francisco I. Madero llama a la Revolución Mexicana y estalla el conflicto armado que culmina con Díaz exiliado del país en mayo de 1911 poniéndole fin a su régimen”, resaltó Celso en la sala dedicada a los inicios de la revolución.

Destaca una exposición especial sobre Ricardo Flores Magón, uno de los ideólogos revolucionarios más importantes del ese proceso histórico.

Otra sala recuerda a los caudillos Pancho Villa y Emiliano Zapata; su incansable lucha por la libertad y justicia. La División del Norte y el Ejército Zapatista sobresalen en la exposición como recurso principal para resaltar a los caudillos populares del mexicanismo.

Réplicas de armas, banderas, documentos y otros objetos históricos dan cuenta de las diferentes épocas que dieron pie al proceso revolucionario desde 1910 hasta el origen de la era posrevolucionaria.

El recorrido culmina hasta llegar a la etapa cardenista, en la que, de acuerdo con el discurso histórico, concluye oficialmente la Revolución Mexicana. Entre vigas de acero y concreto, el museo ofrece un panorama general de la gesta revolucionaria a través de sus diferentes etapas.

Por su parte, el museo entró en el proyecto de remodelación de la estructura del monumento y la Plaza de la República en 2010, por lo que, fue sometido a una ampliación, así como reconfiguración de sus interiores.

Lo más importante es el apartado especial que resalta el papel de las mujeres en la lucha armada e ideológica. “Actualmente este museo busca resaltar sus nombres, resaltar sus hazañas, por medio de actividades que divulguen a las mujeres precursoras”, ahondó la historiadora.

UNA HISTORIA PARA TERMINAR

Son diversas las historias que el monumento tiene que contar como escenario histórico. Una de ellas se desarrolló en la década de los cuarenta, época en que la aviación se desarrollaba a pasos agigantados en México; el tránsito aéreo iba en aumento y los permisos para sobrevolar lograron un repunte importante.

Aproximadamente en 1945, el piloto español, Jacobo Fernández Alberdi, realizó una peligrosa maniobra en la que hizo pasar su avioneta en dos ocasiones entre los arcos del Monumento a la Revolución. La razón, pedirle matrimonio a su novia, quien quedó impresionada con la osadía de Alberdi.

Por otro lado, el aviador perteneciente a la Fuerza Aérea, Leopoldo Gutiérrez, cruzó el monumento entre sus columnas como resultado de una charla al calor de las copas. El aventurero piloto mexicano fue detenido por las autoridades y sancionado por hacer uso de un avión oficial y poner en riesgo a la población con la arriesgada pirueta.

Ambos casos sucedieron entre 1945 y 1946, también a los dos pilotos se les retiró su licencia de vuelo. Los hechos marcaron la historia de uno de los monumentos más emblemáticos de la capital mexicana.

Hoy en día, el Monumento a la Revolución, aquel mítico acorazado de hierro de la colonia Tabacalera, es administrado por Operadora de Espacios Extraordinarios. Su mirador 360, y el acceso a la linternilla están abiertos al público. Cuenta con una zona de comida y tienda de recuerdos para sus visitantes.

 

 

 

 

 

 

 

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