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Sobre la violencia, ¿qué está pasando?

Imagen de la Mujer

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Por Alejandra Calixto Sánchez

Como mujer, ciudadana y profesionista me impacta ver cómo los índices de violencia se incrementan aterradoramente. No hay mañana en que me levante y pregunte “A quién habrán asesinado hoy”, la esperanza de que esto no suceda se desvanece cuando enciendo mi celular y las noticias principales de Google son de jóvenes desaparecidas... jóvenes que fueron encontradas sin vida en una bolsa de plástico. Leer esta clase de sucesos violentos y atroces perpetrados por niños, adolescentes y adultos se ha convertido en parte de la cotidianidad. Los encabezados de los periódicos “Fue raptada y violada” o “Niño mata a sus compañeros” me han llevado a experimentar una desazón terrible y cuestionarme, desde mi formación como sicóloga, ¿qué está ocurriendo en la sociedad, al interior de las familias, en cada uno de nosotros para que se ejerza una violencia cada vez más atroz e inhumana? 

En aras de tener una visión más amplia sobre lo que está sucediendo, tuve la oportunidad de asistir a un curso enfocado a la atención de niñas y niños víctimas del delito que han tenido experiencias traumáticas, impartido por la Asociación Mexicana de Psicotraumatología, el cual me llevó a plantear otros cuestionamientos, ¿qué tuvo que haber vivido una persona para que mate, viole, secuestré, torture?, ¿qué le pasó a la persona que decidió involucrarse en actos delictivos? La respuesta la obtuve y con ello pude dimensionar la gravedad de lo que está ocurriendo en nuestra sociedad de hoy.

Definitivamente, la respuesta se encuentra en las historias de dolor y vejaciones que vivieron en su estructura familiar, en esa estructura donde el objetivo primordial era el de velar por la salud física y mental de sus integrantes, así como el fomentar el desarrollo de sus valores éticos y morales en pro de un adecuado desarrollo biosicosocial. Sin embargo, cada vez es más frecuente encontrar sistemas familiares disfuncionales en donde los niños sufren las consecuencias al ser abandonados tanto física como emocionalmente. Desde mi experiencia profesional, el abandono que más lacera y genera consecuencias negativas en la sique humana es la negligencia emocional, es decir, la ausencia de afecto, cuidados y seguridad donde, además, se transmiten valores distorsionados.

Mi andar cotidiano en los diversos medios de transporte me ha permitido, tristemente, testificar cómo la familia es promotora de vínculos no sanos, por ejemplo, cuántos no hemos visto en esos espacios públicos a padres que se relacionan de forma violenta dirigiéndose entre ellos mismos con palabras altisonantes delante de sus hijos, quienes los observan  y optan por  imitar lo que están viendo reproduciendo este mismo lenguaje hacia sus hermanos o demás personas con las que conviven  ante la risa de sus progenitores porque les parece gracioso, transmitiendo con ello un mensaje que avala la violencia.

¿Se darán cuenta estos padres de familia la gravedad de sus acciones, de cómo ellos mismos están fomentando el que se normalice la violencia? Uno sólo observa, no interviene y eso también genera impotencia porque, al menos, me quedo pensando ¿cómo será ese pequeño cuando se relacione con otra persona y establezca relaciones amorosas? Sin lugar a dudas, hay una multiplicidad de factores que confluyen en el desarrollo de conductas violentas que requiere de un abordaje integral, ya que el fenómeno de la violencia es complejo, polifacético, de raíces sicológicas, sociales y ambientales, para el que no existe una solución sencilla o única.

                                escritorapsic@gmail.com

 

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