CIUDAD DE MÉXICO, 4 de marzo.
El golpe de la Ford Explorer sobre la llanta trasera de la Kawasaki 250 traía ya los sonidos de la muerte. Todo era cuestión de segundos. Mientras volaban.
Dos asaltantes que huían a toda velocidad a bordo de una máquina deportiva, fueron alcanzados, sin que ellos lo advirtieran, por quien segundos antes se sometió a todos sus abusos: al asalto, a los nueve mill pesos entregados con rabia; a la posibilidad de que otros disparos, como los proyectados al aire, fueran recibidos por él o por su hija de 14 años. Cedió a todo.
Fue la ira.
Avanzó tan veloz como pudo, sorteó carriles, rebasó automóviles y nunca les perdió de vista. Hasta que se detuvieron. Y entonces arribó el sonido de los muertos. Fue un crash profundo. Tras el impacto, los dos asaltantes no fueron sino un par de guiñapos lanzados al aire. Y así, descompuestos, ascendieron algunos metros y cayeron bruscamente los cuerpos.
Uno: adiós, cero pulsaciones. Ritmo cardiaco nulo. En segundos.
El otro alcanzó a quejarse, y ahora permanece en el hospital.
La llamarada: ya se iban. Se había consumado el asalto, pero uno de ellos le rompió la nariz a la pequeña. De un cabezazo.
Por el dinero no había problema, declaró este hombre de 42 años. Pero le pegaron a su hija.
* * *
Fue el jueves 3 de marzo. A las 12:50 horas.
Viajaban padre e hija por la calle Francisco Ramírez, entre Sóstenes Rocha y Ampliación Gabriel Garza, en los alrededores de la delegación Miguel Hidalgo. Minutos antes salieron de un banco con 9 mil pesos.
Acechando, armados con una pistola, los ladrones lo amagaron; que se orillara. No fue sutil la forma en la que le exigieron les entregara el dinero. Lo más brusco de su lenguaje fueron los disparos. Al aire. Dos.
Lo hizo. Orilló la Ford Explorer; forcejearon. Bajaron a la menor de la camioneta. Y cometieron el asalto. Nueve mil pesos habían cambiado de propietario. Pero cometieron el error. Antes de irse, uno de ellos propinó un cabezazo que le destrozó el tabique a la pequeña. Iracundo, decidió ir por ellos.
Los alcanzó calles adelante. Nunca lo vieron, y una señal clara de ello es que en el suelo, junto a sus cuerpos, quedarían los billetes y el arma, una .380, con cuatro cartuchos útiles.
Al tenerlos de frente, detenidos, no lo dudó: aceleró y los mil 500 kilos de la Explorer se convirtieron en rabia que se impactó sobre la motocicleta.
Carlos Castillo Sánchez murió al instante, mientras que Antonio Alcántara Avilés, de 30 años, fue llevado en calidad de detenido a la Cruz Roja de Polanco; la menor partió al Mocel. Y en el lugar se decomisó una pistola calibre .38 milímetros y una bolsa con el dinero.
Epílogos posibles: el asaltante herido es reportado como estable, por lo que de un momento a otro será trasladado ante el Ministerio Público y "seguramente" irá a la cárcel.
El hombre de 42 años está a disposición del agente del Ministerio Público Miguel Hidalgo 5. En menos de 48 horas podría salir libre de alegar defensa propia.
Al otro ladrón le espera un funeral.
Te podría interesar:
- Zumpango, de pueblo olvidado a manjar de delincuentes
- Un día eres joven, y al otro la tierra cruje bajo tus pies
- El Pichi volvió a prisión; ¿cuántos crímenes perdona la ley?
- Así murió Sergio Oros Sánchez, 'la escoria de Reynosa'... a golpes
- 'Aquí se decide el futuro... ¡usted qué!', crónica de casilla
- ¿Te has preguntado cómo nació Ciudad Nezahualcóyotl? (I)
- ‘Mi mamá no merecía morir así’, en un choque a bordo de un Uber
- El recuento que no queremos ver: somos un país obeso
- Los excesos de Diego, el niño que cerró su escuela por bullying
- IN MEMORIAM: Soraya Jiménez, fuerza arrolladora
- Embiste a los asaltantes, que además, agredieron a su hija
- Los excesos del jefe de jefes
Comparte en Redes Sociales