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Nacional

Emerge el movimiento estudiantil

El presidente Gustavo Díaz Ordaz calificó los enfrentamientos como “algaradas sin importancia”

Andrés Becerril | 02-08-2018
Emerge el movimiento estudiantil
Zapatos y panfletos que portaban los estudiantes quedaron tirados en un terreno de la Ciudad de México (arriba). Soldadod desalojan a estudiantes apostados en una manifestación (abajo).

CIUDAD DE MÉXICO.

El apoyo social al Movimiento Estudiantil de 1968 afloró con todo su esplendor hoy hace 50 años. El Ejército y los granaderos recorrían las calles de la Ciudad de México disolviendo manifestaciones estudiantiles, mientras que el presidente Gustavo Díaz Ordaz volvía a la palestra pública con una insólita y dramática exhortación a los mexicanos.

Desde Guadalajara, el presidente Díaz Ordaz se refirió a los enfrentamientos entre estudiantes y fuerzas del orden como “algaradas sin importancia” y sin embargo tendió su mano para restablecer la paz y la tranquilidad de las conciencias.

La marcha, que reunió a unos 50 mil alumnos universitarios del Politécnico, Colegio de México, Chapingo y otras escuelas, fue algo que no se había visto en la Ciudad de México.

Los estudiantes recorrieron un circuito que arrancó en la explanada de la Rectoría de la UNAM, avanzó por Insurgentes sur, atravesó Félix Cuevas, avenida Coyoacán y avenida Universidad, para regresar a Ciudad Universitaria. El recorrido inició a las 16:45 horas del 1 de agosto de 1968. Entonces quedó claro que de conflicto estudiantil –que había iniciado el 22 de julio–, había pasado a ser Movimiento Estudiantil, un movimiento social.

En la información publicada en Excélsior el 2 de agosto de hace 50 años, se detalló el paso de la columna de estudiantes, que primero desconcertó a la gente, después despertó curiosidad y por último simpatía, que se reflejó en aplausos y porras.

La crónica de Antonio Ortega narra cómo centenares de personas –entre ellos muchos niños–, observaron de cerca el paso del desfile. El aplauso del público se dejó escuchar en todo el trayecto. Un cordón humano –manos unidas de jóvenes–, colocado a ambos lados de la columna cuidó que no se uniera gente extraña.

En época de lluvias en pleno verano de la Ciudad de México, aquel 1 de agosto no fue la excepción. No obstante el chubasco que cayó, el grupo no se disgregó, se mantuvo unido y en marcha durante dos horas de trayecto.

“Una familia izó a media asta una bandera en su residencia en avenida Insurgentes y aplaudió el paso de la columna, encabezada por el grupo de la Facultad de Ingeniería”, se lee en la página 18, de la edición del viernes 2 de agosto de hace 50 años.

Esta concentración tuvo mayor grado de organización, según se puede apreciar en la nota del día. Al frente de cada grupo marchaban los directores de escuelas y facultades. Los grupos se identificaban con estandartes y pancartas.

A la mitad de la columna, los alumnos cargaban un féretro negro que simbolizaba el luto “por el atentado en contra de la autonomía” universitaria. Politécnicos y universitarios lanzaron arengas en contra de la represión de la policía y el Ejército, aunque, reseñó Ortega, fueron momentáneos esos hechos.

De regreso a la explanada de la Rectoría –donde seguía ondeando a media asta la bandera nacional que el martes anterior izó el rector–, Barros Sierra fue recibido con aplausos y cuando subió a la tribuna, emocionado dijo:

“Compañeros, quiero estimar que estas afectuosas expresiones se dirigen a nuestra institución, no a mi persona… Nunca en mi vida me he sentido más orgulloso de ser universitario. Hoy es la institución, no la persona la que por azares del destino se encuentra al frente.

“Han respondido ustedes maravillosamente, demostrando la energía de los universitarios y de las instituciones hermanas, no sólo en el número, sino en la calidad de esta manifestación importante”.

Después de hacer un reconocimiento las otras instituciones educativas que participaron en la marcha, Barros Sierra dijo que con esa demostración el mundo podía darse cuenta de que esas instituciones podían autogobernarse y luchar por los principios de justicia y libertad, por el propio pueblo que sostiene nuestras instituciones.

Al término del discurso del rector se guardó un minuto de silencio en honor de los estudiantes “que han caído” (hasta entonces no se había reportado ningún muerto oficialmente); en defensa de esos principios.

Originalmente esta marcha cubriría la ruta desde Ciudad Universitaria, sobre Insurgentes, Paseo de la Reforma, avenida Juárez, hasta llegar al Zócalo. Pero ya que durante la mañana y mediodía continuaban las fuerzas militares patrullando Insurgentes a la altura de la Plaza de Toros México y el estadio de futbol, se decidió la nueva ruta.

Desde Guadalajara, el enviado de Excélsior, José Manuel Jurado, reportero de la fuente de presidencia, envió la nota en donde textualmente el presidente Díaz Ordaz dijo:

“No quiero decir que a nadie le ha dolido más que a mí porque nunca he pretendido ser el primero en nada, ni significarme frente a todos quienes son mis iguales, pero yo estoy entre los mexicanos a quienes más les haya herido y lacerado la pérdida transitoria de la tranquilidad en la capital de nuestro país por algaradas en el fondo sin importancia. A mí me ha dolido en lo más intenso del alma que se hayan suscitado esos deplorables y bochornosos acontecimientos”.

Jurado escribió que frente a 300 comensales reunidos en la Casa de Gobierno de Jalisco, Díaz Ordaz dijo:

“Una mano está tendida: es la mano de un hombre que a través de la pequeña historia de su vida ha demostrado que sabe ser leal. Los mexicanos dirán si esa mano se queda tendida en el aire o bien esa mano, de acuerdo con la tradición del mexicano, con la verdadera tradición del verdadero, del genuino, del auténtico mexicano, se va acompañada por millones de manos que entre todos, quieran restablecer la paz y la tranquilidad de las conciencias”.

Y mientras el jefe del Ejecutivo había dado ese discurso, en la Ciudad de México efectivos del Ejército y granaderos recorrían las calles.

En el Monumento a la Revolución disolvieron una manifestación de politécnicos y universitarios, que no tenían autorización para concentrarse.

La nota de Víctor Payán y Luis Segura informó que en represalia, grupos de estudiantes provocaron disturbios y dislocaron el tránsito de vehículos en el centro de la ciudad.

Se refiere en la nota periodística que después de un aplazamiento de la manifestación, debido a la lluvia, llegó un destacamento de granaderos a cargo del coronel Carlos Cueto, que pidió a los estudiantes se dispersaran.

Durante la plática del coronel con los estudiantes, éstos –dice la nota informativa–, los recibieron a empellones y le advirtieron que su mitin iba a efectuarse “a como diera lugar”, pero que lo harían de forma pacífica.

Cueto solicitó refuerzos y tiempo después llegaron más policías y carros blindados y jeeps del Ejército. El oficial a cargo de la tropa advirtió a los estudiantes, que en caso de que no se retiraran en forma ordenada los dispersarían y habría aprehensiones.

Juan Manuel Gómez Gutiérrez, abogado de Gerardo Unzueta, Arturo Ortiz Marbán, Rubén Valdespino y Roberto Miñón Corro, parte del grupo de militantes comunistas encarcelados, denunció que su despacho había sido allanado por elementos de la Dirección Federal de Seguridad y de la Policía Judicial Federal.

Por su parte, la Asociación de Profesores de la Escuela Nacional de Economía publicó un desplegado en el que se solidarizaban con el rector Barros Sierra y todos los que laboraban en la UNAM.

A su vez, el Comité Mexicano de Solidaridad con Vietnam, al que pertenecía Adolfo Mejía, uno de los arrestados con Gilberto Rincón Gallardo un día atrás, hizo público un mensaje al presidente Díaz Ordaz:

“Protestamos enérgicamente por detención policiaca de su secretario general, licenciado Adolfo Mejía y su vocal Salvador Sáenz Nieves, pidiéndole disponga libertad inmediata a ambos por falsedad de cargos calumniosos en relación con el actual Movimiento Estudiantil”.

Agosto, serios choques

El exmandatario poco habla sobre el pliego petitorio de los estudiantes; le dedica tres párrafos en las más de 500 páginas de sus memorias por no tenerlo “a la mano”

Comenzó agosto y el epicentro del movimiento estudiantil se desplazó al Casco de Santo Tomás donde se dieron “los más serios choques” y también estuvo marcado por la presentación del pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga.

En las Memorias Inéditas de Gustavo Díaz Ordaz, material presentado en Imagen Noticias con Ciro Gómez Leyva, el exmandatario recuerda el inicio de agosto con desmanes y atropellos por toda la ciudad.

“Aquí un asalto, allá el incendio de un camión… robos, lesiones, despojos en los mercados públicos, en las tiendas… ataques a edificios públicos y varios periódicos… luchan por extender el problema y hacerlo nacional”, aseguró.

Algunos titulares hablaban sobre los diez mil soldados que participaban en el desalojo de los estudiantes o sobre la batalla en Santo Tomás que dejó seis muertos.

Sobre el pliego petitorio que muestra las razones que incitan a los estudiantes a levantarse, el exmandatario apenas y le dedica tres párrafos en las más de 500 páginas que tienen sus memorias.

Sólo recuerda que constaba de siete puntos, los cuales no puede citar porque no los tiene “a la mano” y considera que el diálogo público convocado por los estudiantes para debatir el pliego petitorio era una forma de sentarlo “en el banquillo de los acusados” y, con presión física, obligarlo a que firmara algún documento.

A lo que se añade que no había un acuerdo sobre dónde realizar dicho diálogo, primero se pensó en el local donde funcionaba el Comité Nacional de Huelga dentro de Ciudad Universitaria, luego se habló del Zócalo.

Díaz Ordaz no tenía una buena opinión del funcionamiento del Consejo Nacional de Huelga al que calificó como “un desorden muy bien organizado”.

Esto porque, según sus memorias, se encargaba de asuntos que no tenían nada que ver entre sí como un asalto, un incendio, un atentado dinamitero o hasta una boda.

El exmandatario relata que la situación se agrava cuando, a fines de agosto, los estudiantes intentan instalar un campamento en el Zócalo, luego de una marcha muy concurrida y un mitin “provocador” en el que bajaron la bandera nacional e izaron la rojinegra en la plancha central.

“Su presencia en el Zócalo es para molestar al Presidente de la República… fundamentalmente, impedirle el ya muy próximo primero de septiembre llegar a la Cámara de Diputados y rendir el informe”, explicó Gustavo Díaz Ordaz.

Obviamente no permite esto y el Ejército desaloja a los estudiantes con tanques.

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