Bastaron diez meses

El gobierno, por otro lado, propone una reforma fiscal que, entre otras cosas, desalienta el consumo y la inversión.

México ha experimentado el mayor periodo de estabilidad económica de la historia moderna. El saldo del PAN en el gobierno federal fue una etapa de baja inflación y de crecimiento sostenido. A pesar de que experimentamos una las peores crisis económicas mundiales durante el sexenio pasado, las condiciones de estabilidad macroeconómicas se mantuvieron prácticamente inalteradas. El país no entró, como en otros tiempos, a situaciones de crisis destructivas de bienestar. La estabilidad se volvió en una suerte de conquista irreversible. La conducción de la política económica no fue una cuestión a debate explícito durante la campaña presidencial de 2012. Parecía irrelevante quién asumiría el timón de la economía: las instituciones, las reglas, los incentivos y la dinámica de las relaciones económicas que se habían asentado en las últimas décadas, dificultaban sensiblemente que alguien pueda echar a perder las cosas. El candidato del PRI ofrecía continuidad con mayor eficacia. Visibilizaba el perfil tecnócrata de su equipo. Reiteraba que una nueva alternancia no pondría en riesgo la estabilidad alcanzada. El PRI fue exitoso en convencer de una imagen de renovación: las crisis que anunciaban el fin de cada sexenio durante el periodo de partido hegemónico no volverían; las devaluaciones que minaban el patrimonio no se repetirían; las borracheras del gasto y del endeudamiento irresponsable no tenían cabida en el “nuevo PRI”. A diez meses del inicio de la segunda alternancia, la economía ya es una preocupación generalizada. Y no precisamente por el entorno global, sino por la conducción del gobierno.

Banxico ha ajustado la tasa de interés de referencia de 4% a 3.75 por ciento. El recorte se debió a “una serie de factores externos e internos” y pareciera una reacción a la contracción que el PIB experimentó por segundo trimestre consecutivo. Una desaceleración que fue, según el propio Banco de México, “más rápida y generalizada” que lo previsto.

La discusión técnica de si estamos ante un escenario recesivo, de si se reúnen todos los factores necesarios para bautizar la coyuntura como recesión, pasa a segundo plano cuando la propia percepción tiene implicaciones en las decisiones de consumo e inversión de los agentes económicos.

Banxico, al disminuir la tasa de referencia, busca propiciar el consumo privado para reactivar el crecimiento. El gobierno, por otro lado, propone una reforma fiscal que, entre otras cosas, desalienta el consumo y la inversión. Es decir, en el gobierno de los eficaces se toman decisiones contracíclicas y a contracorriente de la política monetaria. Mientras que Banxico intenta canalizar mayor inversión a la economía desalentando el ahorro, el gobierno ejerce mal el gasto, apuesta por el crecimiento de la deuda y el aumento de impuestos y, peor aún, revierte en los hechos las políticas públicas que habían mostrado buenos resultados para fortalecer el mercado interno, como es el caso de la política de vivienda. La eficacia presumida resultó ser una narrativa de campaña y no más que eso. El gobierno actúa con desconcierto, sin rumbo, con tibieza. Un día presenta una iniciativa y al día siguiente se desdice. Defiende con rubor lo que propone. Le preocupa más que la izquierda mexicana no se movilice en las calles que tejer una política económica que haga de la estabilidad la palanca para la prosperidad. Le importa más diferenciarse de las administraciones anteriores, que aceptar que la continuidad de la política económica no es un lujo, sino un ejercicio debido de responsabilidad. 

Bastaron diez meses para que la promesa de bonanza que el gobierno trazó se convirtiera en su contrario. Bastaron diez meses para que las leyendas de eficacia que se construyeron desde la oposición se desacreditaran. Bastaron diez meses para que el gobierno que renunció a la discusión púbica sobre la seguridad pública porque era “un ángulo débil” demostrara que su fortaleza más anunciada, la economía, es un flanco sin defensa. En diez meses probaron que sí es posible que las cosas se echen a perder. Y lo peor: no se avizora que estén dispuestos a aceptarlo, ni a corregir el rumbo. La eficacia ya encalló en arrogancia.

                *Senador de la República

                Roberto.gil@senado.gob.mx

                Twitter: @rgilzuarth

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