El rol de China en América Latina en vista del TPP

No hay nada negativo en la participación de China en el continente. Pero la relación prosperará solamente si es conveniente para todos, y siempre y cuando los contratos comerciales con China sean transparentes.

Por Jason Marczak*

La semana pasada, México y 11 países del Pacifico llegaron a un acuerdo comercial después de más de cinco años de negociaciones. Más allá del comercio, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), liderado por Estados Unidos y Japón, logra el objetivo estratégico de intentar balancear la presencia económica de China en Latinoamérica.

¿Por qué buscar balance? Porque la influencia del gigante asiático, cada vez mayor, está realineando las dinámicas regionales. China es un socio de enorme potencial para los latinoamericanos, pero es de suma importancia crear una estrategia que responda con perspicacia e inteligencia a la creciente presencia de China en la región.

Y el país que debe liderar la coordinación latinoamericana que llevará a que la relación comercial Sino-latinoamericana sea de mutuo beneficio es México.

El paso al que China está creciendo en la región es asombroso. Impulsado por el reciente auge de los productos básicos, el comercio entre China y América Latina ha aumentado hasta dos mil por ciento en los últimos 15 años, convirtiendo a China en el principal socio comercial e inversionista extranjero directo de muchos países latinoamericanos.

Aunque las inversiones directas chinas representan algunas alternativas económicas al TPP, no siempre estimulan el desarrollo local y a menudo no toman en cuenta las prioridades domésticas.

México ha tomado medidas importantes para equilibrar las importaciones Chinas, en vista de que éstas se han consolidado como la segunda fuente de importaciones desde 2003. La semana pasada, el Congreso

mexicano aprobó nuevos aranceles para importaciones procedentes de países sin acuerdos económicos, como lo es China. Esta nueva tasa arancelaria de 15 por ciento se aplicará durante seis meses a las industrias de acero.

Además de México, Chile y Perú forman parte de las negociaciones del TPP. A pesar de su inclusión en esta iniciativa, China también cuenta con vínculos y acuerdos de libre comercio con ambos países. Para el próximo año se prevé que Perú se convertirá en el segundo mayor productor de cobre del

mundo, gracias a los 20 mil millones de dólares de inversión china. A principios de septiembre, el Banco Central de China anunció un monto adicional de 10 mil millones de dólares para inversiones en América Latina. Se habla incluso de una propuesta de un ferrocarril interoceánico Brasil-Perú, que alteraría radicalmente los flujos comerciales de la región.

Con un sector público disciplinado que coordina las acciones de sus empresas estatales, China ofrece paquetes incomparables de manufactura, servicios, mano de obra, seguros y apoyo financiero a todas sus actividades en el extranjero. A menudo, esto resulta en inversiones en países y sectores en donde pocos agentes del sector privado quieren invertir. Pero es cierto que el enorme poder de compañías estatales, que no tienen que reportar sus beneficios, resulta en una competencia desleal, menos oportunidades para las empresas locales y sus trabajadores, y más énfasis en la exportación de bienes primarios.

América Latina debe convertirse en una región más estratégica e institucional en su compromiso con China, o correr el riesgo de una progresiva desindustrialización. Las consecuencias podrían afectar a múltiples sectores, desde el crecimiento económico hasta el desarrollo social.

Con las medidas adecuadas, la presencia de China en América Latina podría convertirse en algo bueno para todos. Pero eso requerirá de disciplina.

En primer lugar, los Estados latinoamericanos deben unirse y usar las negociaciones regionales con China para promover una agenda de desarrollo a largo plazo que se aleje de la dependencia a la exportación de materias primas latinoamericanas. Instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo deben destacar los beneficios y los costos de los acuerdos bilaterales con China, para que haya claridad y transparencia en todas cláusulas y contratos de inversión. Nadie quiere sorpresas.

Los gobiernos también necesitan invertir en estudiar la relación Sino-latinoamericana y fomentar las estrategias comunes. Por último, América Latina debería basar sus negociaciones con China en reciprocidad —si China quiere invertir, las empresas latinoamericanas deberán poder aprovechar oportunidades en China.

En principio, no hay nada negativo en la participación de China en el continente. Pero la relación prosperará solamente si es conveniente para todos, y siempre y cuando los contratos comerciales con China sean equilibrados y transparentes. Con el TPP, México tiene una oportunidad de impulsar una balanceada estrategia de la región con Asia.

*Jason Marczak es subdirector del Centro de América Latina Adrienne Arsht en el Atlantic Council. El centro recientemente publicó un reporte titulado: “El Rol Cambiante de China en América Latina: ¿Favorable para Ambos?”

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