AMLO presidente, sí. AMLO en campaña, no

Yo soy una pensadora de izquierda. Veo como mi ideal el establecimiento de una economía que tenga un sector público fuerte y un sector privado próspero. Y cuando digo un sector privado próspero, no me refiero a los empresarios enriqueciéndose y ampliando la brecha de desigualdad, me refiero a la sociedad en su conjunto, a todos los individuos que la integran, comenzado siempre por los que menos tienen. Veo en la desigualdad una limitante al crecimiento redistributivo.

No creo en un mercado que se regula solo, al menos no en todos los aspectos. Creo en una sociedad en la que las reglas crean un mercado eficiente y justo, reduciendo asimetrías de información, externalidades negativas y eliminando a los grupos favorecidos. En México no existe el libre mercado, existe un capitalismo de amigos que se benefician unos a otros para evitar competir.

Desconfío del mercado como única regla para asignar los beneficios económicos, principalmente porque el mercado no entiende de justicia. El mercado asigna ciegamente de acuerdo con lo que hoy llamamos “mérito”; un “mérito” que en muchas ocasiones es, simplemente, el resultado de privilegios heredados. Cada vez entiendo más que el “mérito” es, (a veces), la consecuencia de decisiones que el individuo no toma. Los padres que tuvimos. El vecindario en el que nacimos. La genética que nos tocó. Desconfío del mercado, que a mí me ha dado un trabajo digno, pero que dejó a mi hermana en la pobreza. Mi hermana no decidió nacer con dislexia. Su mérito al lograr terminar la escuela fue mil veces superior al mío.

AMLO es un presidente de izquierda que en los próximos meses deberá tomar la decisión de ser un presidente de izquierda o un populista.

La diferencia entre un populista y un presidente de izquierda es muy sencilla.

Un presidente de izquierda utiliza su poder para crear un terreno de juego parejo en donde los beneficios económicos se distribuyen equitativamente. Un populista utiliza su poder para crear un terreno de juego en el que las instituciones se destruyen bajo la excusa de distribuir equitativamente, y con ello compromete la capacidad de la oposición para competir (Levitsky y Way 2010).

El mensaje central de la campaña de AMLO fue que la élite y sus instituciones corruptas y excluyentes no son verdaderamente democráticas. Este diagnóstico es correcto en muchos ámbitos.

La cuestión es ¿cuál será la medicina?

Un AMLO de izquierda utilizará su mandato para crear un orden democrático sin privilegios, un Estado de derecho que se aplique a todos, incluyendo a Morena y a sus aliados. En este régimen, él será Presidente de México y no de Morena. No nos decepcionará.

Un AMLO populista alterará el orden constitucional con amplio apoyo público desmantelando instituciones, cuestionando su legitimidad y, con ello, amenazando al régimen democrático. En este régimen AMLO no decepcionará a Morena.

Veo una única salida. AMLO debe desmarcarse del partido que le dio el poder y asumirse como líder de Estado. Si las instituciones electorales necesitan cambios, que se hagan de forma democrática y cuidando balances y contrapesos. Pero, sobre todo, que se reconozca que, mientras esos cambios no se hayan hecho, las reglas del juego fueron claras y aceptadas por todos.

Y ahora voy al fideicomiso. Desconozco los detalles del caso, pero me parece muy clara una cosa: la estrategia que hoy sigue AMLO de enemistarse y descalificar al INE no le será rentable en el largo plazo ni a él ni a México. Antes de decir que el INE opera con venganza, me parece que se podría simplemente apelar al Estado de derecho, llevar el caso a los tribunales y dejar que éstos decidan. Si los tribunales están equivocados y si se debe reformar la ley electoral, eso es algo que ni al Presidente electo, ni a nadie en lo individual, le toca resolver.

Yo quiero un gobierno de izquierda democrática, no populista.

Doctora en Gobierno por la Universidad de Harvard

Twitter: @Viri_Rios