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Expresiones

Cecilia Eudave hurga en los motivos del miedo

La narradora entrega un “libro artefacto” que se alimenta del terror, la ciencia ficción, lo fantástico y lo insólito

Virginia Bautista | 17-07-2021
Foto: Adolfo Weber. Cortesía: Páginas de Espuma
Foto: Adolfo Weber. Cortesía: Páginas de Espuma

 

CIUDAD DE MÉXICO. El miedo es una de las manifestaciones primarias del ser humano que tiene su lado positivo y negativo, paraliza o moviliza. “En el fondo, nos gusta vivir un poco con miedo, nos han enseñado a vivir con él, todo el tiempo estamos temerosos. Al final del miedo puede haber esperanza, reconciliación y aceptación o rencor, dolor y sufrimiento”, comenta la escritora Cecilia Eudave (1968).

De esta premisa parte su novela o volumen de ocho relatos interconectados Al final del miedo (Páginas de Espuma), un título híbrido, laberíntico, inclasificable, que confeccionó durante cinco años. “Es una especie de paraguas que ampara a géneros no miméticos, es decir, que no se apegan a la realidad en el sentido convencional, como el terror, la ciencia ficción, lo fantástico, lo extraño, lo maravilloso, y que a partir de ello se cuenta la historia desde otro ángulo”.

En entrevista, la narradora aclara que en su libro cada lector decide qué hay al final del miedo, “por eso los finales no son categóricos, no dan respuesta, porque creo que lo mejor es dejar preguntas, interrogantes; cuando encontramos una respuesta nos acomodamos en ella.

Son historias que movilizan a los personajes; éstos buscan una salida, un contacto, algún vértice desde el que puedan modificar las cosas. Un miedo que se convoca es el de la incomunicación, cada vez estamos menos capacitados para ver al otro, para entender lo que está sintiendo. Por eso los personajes son parejas, amigos o hermanos, una relación íntima que se ve fracturada”, agrega.

La también ensayista añade que la fuerza del libro radica en “ese sutil encuentro con lo insólito, en esa entrada abrupta de un elemento que desestabiliza la cotidianidad y a los personajes, que provoca un momento álgido, de ruptura, que los obliga a enfrentar sus miedos”.

La identidad, dice, es importante. “Los personajes se cuestionan qué quiero, hacia dónde voy, cuáles son mis miedos. Por eso todos tienen sed, están bebiendo alcohol, café o agua. Y cohabitan con unos enormes agujeros negros, que pueden ser abismos, vacíos o espacios de liberación, un exterior amenazante que hermana a todos los cuentos. Las personas ya se acostumbraron a vivir en el apocalipsis, en la extinción del planeta y empiezan a revisar sus catástrofes personales”.

Eudave destaca que intentó crear un universo interconectado e independiente en cada relato. “El libro es un artefacto que se va armando y desarmando conforme a las lecturas. Fue un trabajo gozoso que comencé en 2012, año que se esperaba el fin del mundo”.

 

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