El Donald Trump de Macuspana

Gracias, Pascal @beltrandelrio, por permitirme ser parte de esto. Por supuesto pero por supuesto que Andrés Manuel es el líder en las encuestas, de cara a las elecciones de 2018. Mal haría en no serlo, en tanto es el ...

           Gracias, Pascal @beltrandelrio,

                por permitirme ser parte de esto.

Por supuesto —pero por supuesto— que Andrés Manuel es el líder en las encuestas, de cara a las elecciones de 2018. Mal haría en no serlo, en tanto es el único candidato definido por cualquier partido y —además— es la tercera vez que trata de convencer a la gente sobre un proyecto que, en su demagogia y populismo, propuestas imposibles y retórica intolerante no difiere en mucho de la que terminó llevando a la realidad, en EU, la pesadilla que en México hemos logrado conjurar en dos ocasiones.

López Obrador, como Donald Trump, ofrece una visión de país que apuesta a la cerrazón antes que al diálogo, al protagonismo personal antes que a la conciliación entre opiniones distintas. Los nacionalismos conservadores que disputan el poder en todo el mundo, y que acaban de sufrir un revés en los Países Bajos, en poco difieren en los hechos con la ideología del proyecto alternativo de nación que López Obrador ha planteado para nuestra nación desde hace casi dos décadas.

Andrés Manuel encabeza las encuestas en tanto es el único candidato, en las circunstancias actuales. En tanto el framing de la información es el corriente: una derecha dividida, que no termina por definirse; un gobierno desmotivado y enfrentado a una batalla descomunal, que se libra a ambos lados de la frontera; una izquierda que se desmorona por su visión a largo plazo, su inopia de valores y pobreza intelectual. La noticia no es que López Obrador vaya a la cabeza, sino el hecho de que las circunstancias sean tan desfavorables como para que su discurso cobre sentido entre quienes están dispuestos a olvidar, culposamente, a quién apoyan.

La elección, sin embargo, está muy lejana todavía. En las circunstancias actuales, Andrés Manuel podría hacerse de los comicios: en un panorama distinto, con la derecha comprometida con un líder joven, que pudiera conectar con los millennials, las encuestas darían otros resultados. Como los darían si el candidato oficial fuera el único capaz, por su cercanía con el poder norteamericano, de garantizar la viabilidad de nuestra nación en el largo plazo. Como si un joven candidato de izquierdas lograra llevar su idealismo a la práctica, y fuera capaz de reunir en su entorno a unas tribus en conflicto constante.

Como lo sería, también, si quien se le enfrentara en las urnas fuera, por un lado, la esposa de un expresidente cuyo periodo es visto con nostalgia y, por el otro, un anciano de ideas claras cuyo mensaje conecta con los jóvenes. Y es que, si bien la distancia del mandato de Felipe Calderón no permite apreciar —todavía— en justa medida sus fallas y aciertos, y José Narro dista mucho de ser un anciano, a pesar de su aspecto adusto, la similitud salta a la vista. En un escenario así, la elección no se trataría de las propuestas, sino de los personajes de una tragedia cuyo desenlace todos conocemos: el nacionalista desquiciado que miente sin escrúpulos, la esposa inteligente del hombre de poder, el hombre recto intachable que entiende a los millennials. López Obrador no es invencible: de hecho, como con cualquier candidato que anticipa sus intenciones, sus oportunidades se reducirían en tanto su posicionamiento —y sus circunstancias— se asemejaran al de la reciente elección norteamericana.

México jamás votaría por un Donald Trump de Macuspana cuyo manejo financiero ha sido, al menos, tan dudoso como el del mandatario norteamericano que se rehúsa a presentar sus declaraciones de impuestos. Andrés Manuel López Obrador debería de explicar a México —y tendría que exigírsele con la prestancia con la que a Trump se le urge por sus declaraciones fiscales— no sólo sobre los ingresos de una estructura a modo, sino sobre los egresos de una organización que, ahora, incluye a los empresarios que se verían beneficiados por sus propias políticas. Ahora ya sabemos lo que puede pasar: el tiempo se agota, señores.

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