Constituyente: entre esperanza y desasosiego
Conforme se acerca el inicio de la Asamblea Constituyente, programado para el 15 de septiembre, arrecian los nervios de algunos y la curiosidad de otros. El ambiente es perfecto para la retórica fácil y la diseminación de rumores. Las reuniones en los comederos y salas ...
Conforme se acerca el inicio de la Asamblea Constituyente, programado para el 15 de septiembre, arrecian los nervios de algunos y la curiosidad de otros. El ambiente es perfecto para la retórica fácil y la diseminación de rumores. Las reuniones en los comederos y salas de juntas se multiplican, al igual que las especulaciones acerca de quiénes serán los diputados nombrados por el Presidente, el jefe de Gobierno y los que faltan del Congreso de la Unión. Situaciones como ésta (la existencia de diputados nombrados por dedazo), que nunca debieron de haberse dado, se tornan complejas y enredadas para su operación. El ejercicio corre el riesgo de deslegitimarse.
Para el jefe de Gobierno, el asunto de la Constitución es de vida o muerte en lo que se refiere a sus intereses políticos a futuro. No es bueno para la ciudad que así sea, pero este hecho —la importancia que tiene para Mancera— hace que todo se esté enredando. En primer lugar, por su acuerdo político con el presidente Peña en lo referente a la integración de la Asamblea y los contenidos de la Constitución. Si bien la parte de su composición se ha respetado. Sin embargo, en torno al texto constitucional se ha enrarecido. Esto, por el segundo obstáculo creado por el propio jefe de Gobierno, que es la integración de un grupo tan grande de “redactores” y “asesores”. Parece que se consideró que era la forma de integrar intelectuales, activistas, académicos y periodistas a una “asesoría” para Mancera. El problema natural de un grupo así es que cada cabeza es un universo de concepciones y opiniones. Debido a la diversa integración del grupo. Ahora, el problema es que algunos ya piensan en abjurar del proceso por diferencias sobre métodos, tratos y contenidos. Va a ser un día complicado cuando varios de ellos rompen con el documento presentado, por variadas razones, y lo desautorizan.
La complicación en lo referente al texto constitucional no gira en temas de libertades y derechos, sino en todo lo que tenga que ver con el régimen político, las facultades para la toma de decisiones y la participación de la ciudadanía en la orientación del desarrollo de sus comunidades. En contradicción con el régimen político establecido en la Constitución federal, que se finca en el Federalismo como base de la relación entre los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal), el gobierno de la Ciudad de México se organiza alrededor de principios centralistas que no coinciden con los preceptos constitucionales.
El artículo 115 se refiere al régimen municipalista, y establece que todos los estados se organizarán teniendo como su base política y organizativa al municipio libre. El 122 define, sin dar razones ni explicación clara, que la Ciudad de México seguirá siendo algo diferente a los estados y que, por tanto, se justifica seguir considerando a las alcaldías como órganos dependientes del gobierno central, sin independencia ni autonomía, a pesar de tener alcalde y consejo electos por voto popular. Rompe con el federalismo y define que primará un centralismo agobiante. Centralismo que ha demostrado, múltiples veces, ser ineficiente e ineficaz para afrontar los retos de la ciudad.
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