Elpida
La mayoría de los electores en Grecia acaba de votar por el gobierno más radical de izquierda que haya tenido una democracia europea desde la Segunda Guerra Mundial. Al cierre de esta edición, el partido Syriza abreviatura de Synaspismós Rizospastikís Aristerás o ...
La mayoría de los electores en Grecia acaba de votar por el gobierno más radical de izquierda que haya tenido una democracia europea desde la Segunda Guerra Mundial.
Al cierre de esta edición, el partido Syriza (abreviatura de Synaspismós Rizospastikís Aristerás o Coalición de la Izquierda Radical) acariciaba la mayoría absoluta en el parlamento.
Creado apenas hace una década —con la confluencia de militantes maoístas, trotskistas y eurocomunistas—, Syriza ascendió de la marginalidad política para convertirse en el portaestandarte de la inconformidad griega con los efectos de la recesión global y las medidas de austeridad impuestas al país por la Unión Europea para hacerles frente.
Anoche, cuando las tendencias electorales le daban el triunfo a Syriza y a su líder, Alexis Tsipras, con 36.5% de los sufragios, la cuenta de Twitter de la organización celebró con la frase “i elpida nikese” (“Ganó la esperanza”).
“Grecia está cambiando de página, dejando atrás cinco años de humillaciones y miseria”, dijo Tsipras al hablar ante simpatizantes. “Vamos a integrar un gobierno de liberación social para ejecutar nuestro programa y negociar con Europa”.
Dicha negociación no resultará nada sencilla. A lo largo de este año, Grecia deberá pagar vencimientos de su deuda por 22 mil 300 millones de euros. Y sus acreedores —encabezados por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional— no han demostrado, hasta ahora, disposición alguna para hablar de reducciones en el monto.
Aunque Tsipras ha tenido cuidado al hablar sobre sus planes en materia de deuda, será difícil mandar al diablo los programas de austeridad sin obtener mejores condiciones de pago por parte de sus acreedores. Actualmente, la deuda griega asciende a 177% de su PIB.
El ascenso de opciones radicales como Syriza en diferentes partes de Europa —unas de extrema izquierda, otras de extrema derecha— es resultado no sólo de las duras condiciones creadas por las políticas de austeridad sino también de la corrupción evidenciada por los partidos tradicionales.
Es el caso del Movimiento Socialista Panhelénico, o Pasok, que dominó la política griega durante las décadas de los 80 y 90. El partido de la familia Papandreu se convirtió en sinónimo del patrimonialismo y, pese a quedar relegado del poder —ganó apenas 13% de los votos en 2012—, todavía el año pasado surgieron noticias de las corruptelas de sus miembros.
El escándalo más reciente tuvo que ver con el desvío de 30 millones de euros en fondos públicos destinados al alivio de las condiciones que dejó la guerra de los Balcanes en Bosnia y Kosovo.
Poco tenían que decir en su favor el Pasok y su rival tradicional, el conservador Nueva Democracia —de la familia Karamanlis—, pues sus políticas llevaron a los griegos a la ruina mediante políticas de gasto público irresponsables en los cinco años previos al estallido de la crisis.
Hay abundante información al respecto: entre 2004 y 2009, el gasto en asistencia social subió de 28 mil 800 millones de euros a 48 mil 900 millones; la nómina del sector público pasó de 21 mil 300 millones de euros a 31 mil millones de euros; el gasto público creció de 40.7% del PIB a 48.8%, y la deuda pública de 183 mil millones de euros a casi 300 mil millones de euros.
Sólo era cuestión de tiempo para que un manejo tal de la economía acabara en un desastre. Durante un tiempo en que debió predominar la responsabilidad, Grecia aumentó su pesada burocracia en 100 mil servidores públicos y la pensión promedio se incrementó en 80 por ciento.
Ahora Tsipras apela a “recobrar la dignidad y la soberanía”, pero es difícil argumentar, con datos en la mano, que los males de la economía griega no fueron en buena medida autoinfligidos.
Es normal que en un país cuya economía se contrajo 25% en un lustro y cuyo desempleo juvenil asciende a 50%, el electorado se deshaga de la vieja guardia corrupta y opte por quien ofrece soluciones distintas para salir de la crisis.
Lo que está por verse es si esas soluciones son viables.
Y hay que hacer dos matices al triunfo de Syriza.
Uno es que Syriza quizá se quede corto de la mayoría absoluta en la Bulé. En tal caso necesitará apoyo para formar gobierno y quizá el único que encuentre sea el del partido To Potami (el río) que, de entrada, ha dicho que será una fuerza de moderación.
El otro es que cuando el Pasok se alzó con el triunfo en 1981, el impetuoso Andreas Papandreu también jugó la carta nacionalista e incluso amenazó con sacar a Grecia de la OTAN, pero el tiempo lo puso en su lugar.
NOTAS AL MARGEN
* Únicamente queda Marcelo Ebrard. De los cinco militantes del PRD que han sido jefes de Gobierno del Distrito Federal, sólo uno se mantiene en ese partido. Los demás ya renunciaron: Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles, Andrés Manuel López Obrador y Alejandro Encinas. Así las cosas en el bastión.
* Algo similar pasa con quienes han sido dirigentes nacionales del PRD. De los 11 que viven, solamente seis siguen militando en el partido. Durante un tiempo receptáculo de políticos de otras organizaciones, el PRD se está volviendo aceleradamente un partido de migrantes.
* El candidato de unidad del PRI para la gubernatura de Campeche, el diputado Alejandro Moreno Cárdenas, gusta de llamar la atención por malas razones. Hace 15 años, vivía en el modesto barrio de Samulá. Hoy porta relojes caros, se mueve en helicóptero y camionetas lujosas, y se hace rodear de guaruras. ¿Acaso nada aprendió el PRI?
