La piedra en el zapato poblano
Los ciudadanos en sus comunidades exigen gobiernos locales responsables y políticos comprometidos
Regularmente, en la boleta electoral encuentran a dos tipos de aspirantes. De un lado, aquellos que desarrollan un trabajo decidido por la entidad donde viven, a partir de la promoción directa de esfuerzos conjuntos entre instancias públicas y sociales para alcanzar objetivos comunes, en la mejora del acceso a oportunidades diversas.
Del otro, quienes por el simple hecho de haber nacido en la misma entidad y en completa desconexión con el acontecer del estado, al tiempo de reclamar una especie de derecho de piso político, llaman a cambios de rumbo sin sentido desde sus oficinas ubicadas en la capital del país y a través de los micrófonos de los medios de comunicación nacionales, cuando ni siquiera se han parado de manera reciente en gran parte de los municipios a que refieren. Al primer grupo pertenece Martha Erika Alonso; a los segundos, Miguel Barbosa.
Al igual que otras ocho entidades federativas que habrán de renovar mandatario estatal este primero de julio, Puebla se encuentra en proceso de efervescencia electoral. En ese contexto Miguel Barbosa, ahora afiliado al Movimiento Regeneración Nacional, emprendió una serie de ataques sin fundamento hacia Martha Erika, en un intento por tratar de llamar la atención a una sociedad que en reiteradas ocasiones de su vida política le ha cerrado la puerta. El todavía senador por el Partido del Trabajo —dicho sea de paso— acusó a Martha Erika de buscar la candidatura a la gubernatura de Puebla a partir de un acuerdo de élites y con base en control de la entidad. Desde luego, los señalamientos no fueron acompañados por alguna evidencia mínima que sustentara los dichos emitidos por el legislador federal.
A diferencia de Barbosa, Martha Erika decidió mantener un trabajo estrecho con los poblanos. Le distingue una gran labor social realizada a favor de la niñez y las familias poblanas en condiciones de abandono, maltrato e injusticia. Además, emprendió el programa “Crédito a la Palabra de la Mujer” con el cual apoyó el bienestar de las poblanas en todo el estado, a partir de su incorporación en el ciclo de la productividad económica.
Como secretaria general del PAN estatal, Martha Erika recorrió los 217 municipios poblanos de la mano de simpatizantes de Acción Nacional, Nueva Alianza, de otros institutos políticos locales e inclusive del Partido del Trabajo —hoy compañeros de Barbosa— para promover entre los ciudadanos un no retorno a administraciones similares a las de Mario Marín, que dejaron a Puebla sumida en el rezago y la crisis de identidad. Martha Erika, tras varios años de trabajo al interior del estado, ha tejido su respaldo social en un esfuerzo personal de abajo hacia arriba.
Asimismo, la teoría de una gubernatura por imposición difundida por Miguel Barbosa es carente de lógica, cuando en la última cita electoral estatal, casi la mitad de los poblanos (45.3%) se manifestaron a favor de la coalición para gobernador liderada por el PAN, la cual en ese momento ganó casi cuatro veces más votos que el candidato de Morena.
En una serie de elecciones competidas como las vividas en varios estados de la República, ningún actor político por sí solo “controla” el sufragio de miles de ciudadanos, como pretende hacer creer el legislador federal. Los señalamientos contra Martha Erika puede tener muchas lecturas, pero existe una, sin duda, entre ellas: la falta de trabajo local de Miguel Barbosa, quien desde su incorporación a la política optó por la vía de las burocracias partidistas federales, más que por la suma de voluntades a nivel local.
Barbosa le debe su escaño al PRD y no a los poblanos. Es senador de lista nacional como producto de su paso por la estructura de la Revolución Democrática —partido al que abandonó después por rechazar sus aspiraciones a la gubernatura—, no como consecuencia de algún logro político estatal por el que se le recuerde. Cierto es, también, que Miguel Barbosa nunca ha apelado al voto directo de los poblanos.
La experiencia más cercana que tiene a la entidad fue hace 18 años, como dirigente estatal del sol azteca, la cual concluyó con su entrada al Congreso de la Unión por la vía plurinominal en el año 2000. Desde entonces, su vida política la ha desarrollado fuera del estado, por algo no habrá hecho política local. El senador de origen poblano gusta de hacer crítica a sus adversarios. Para ello pone por delante la negociación de élite y las encuestas. Llama la atención que lo haga, porque hoy Barbosa es virtual candidato de Morena a la gubernatura gracias a un acuerdo político con López Obrador. Así, Barbosa resulta el verdadero impuesto en la boleta al considerar que su nombre pasó por encima de aspirantes de Morena mejor posicionados en la sociedad poblana. También, todo estudio de opinión realizado por encuestadoras serias muestra a Martha Erika como la mejor posicionada en la contienda estatal.
Si al senador le quedan dudas, debiera acceder al levantamiento de una encuesta pública para dejar en claro de qué punto arrancan los contendientes. Lo peor no son las declaraciones de Barbosa, sino que sus aspiraciones fueron y serán la piedra en el zapato de la transformación que se vive en Puebla. Quizá, por eso los propios poblanos, en distintos momentos, lo han mantenido lejos de la toma de decisiones en la entidad.
