La bruja

Ahora sí que, aunque usted no lo crea, ésta no es otra película de terror más. La bruja The Witch: A New England Folktale, Estados UnidosCanadáBrasilReino Unido, 2015 de alguna forma reinventa el género, le quita el desgaste, la repetición, el cliché, los ...

Ahora sí que, aunque usted no lo crea, ésta no es otra película de terror más. La bruja (The Witch: A New England Folktale, Estados Unidos-Canadá-Brasil-Reino Unido, 2015) de alguna forma reinventa el género, le quita el desgaste, la repetición, el cliché, los estereotipos, aporta novedad y es impredecible, seguramente será una referencia inevitable para todo lo que venga después.

Marca el debut en la dirección de Robert Eggers, quien además escribe un muy buen guión. La acción se remonta a 1630 en la costa noreste de lo que hoy es la Unión Americana, y sigue a una familia de peregrinos, de aquellos que huían de Europa por la intolerancia y la persecución religiosa de que eran víctimas, que a su vez ha sido expulsada de la comunidad en que viven, porque han sido acusados de prácticas relacionadas con el demonio. En los años previos a la cacería de brujas ésta era una imputación muy grave. Con cinco hijos, el matrimonio busca un lugar donde asentarse y salir adelante en condiciones muy precarias.

Entre los valores de La bruja está el reparto, excepcionalmente bien seleccionado. Los actores son prácticamente desconocidos salvo Kate Dickie, quien interpreta a la mamá y que es un rostro muy familiar para los seguidores de Juego de tronos (Game of Thrones). El padre es Ralph Ineson, quien tiene un aspecto siniestro y una voz gruesa y profunda que se escucha en buena parte de la película. Thomasin, la hija mayor es Anya Taylor-Joy, rubia, apenas dejando de ser niña, con rostro angelical. Su hermano Caleb es Harvey Scrimshaw, también despuntando a la adolescencia, con inquietudes y miedos. Hay unos gemelos, Mercy y Jonas, interpretados por dos actores notables de menos de cinco años, y un bebé, Sam.

Cargando el estómago vacío, llenos de supersticiones, con algunos animales y sus muy escasas pertenencias, la familia se instala en un pequeño valle cercano a un oscuro bosque. Cuando parece que no pasa nada, empieza a pasar mucho. Un día Sam desaparece, lo que los hace pensar en que hay una bruja acechándolos. Hasta aquí le cuento.

Robert Eggers dirige con pericia una película original que nos “succiona” desde los primeros minutos y no da tregua. La ambientación es sofocante, muy absorbente. La luz natural con tonalidades grises y plomizas, la oscuridad de la noche, la música estridente de Mark Corven, y el caldo de cultivo que representa la ignorancia, el temor a un Dios vengativo e inclemente, el pecado, los deseos reprimidos, las creencias populares y la religión culpígena se integran para producir una historia que con maestría va generando tensión y nos mantiene interesados, pero incómodos, con esa sensación que los aficionados al cine de terror disfrutamos tanto, y que hace años que una película no nos provocaba.

La historia se cuenta básicamente desde el punto de vista del papá y de Thomasin, la hija adolescente que ha tenido que convertirse en cabeza de familia por las neurosis de la mamá. Anya Taylor-Joy es todo un descubrimiento y sostiene bien el drama que se gesta en su entorno.

Es una película muy recomendable que le dará muchas sorpresas.

Hay que verla.

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