Macbeth
Entre otras muchas cualidades y facetas de la obra de William Shakespeare está la de ser la más reproducida en el cine y la televisión. La polémica, los estudios, ensayos y teorías en torno a sus numerosas obras de teatro inmortales dramas, tragedias, comedias, que ...
Entre otras muchas cualidades y facetas de la obra de William Shakespeare está la de ser la más reproducida en el cine y la televisión. La polémica, los estudios, ensayos y teorías en torno a sus numerosas obras de teatro inmortales —dramas, tragedias, comedias—, que en casi 500 años siguen vigentes por su profunda y sabia exploración de la condición humana, y un agudo conocimiento de la bajeza de nuestras pasiones que siguen siendo las mismas de entonces, han ocupado a muchos teóricos, literatos e historiadores. El hecho es que el genial autor, está hoy, más vivo que nunca.
Precisamente Macbeth, que tiene decenas de adaptaciones en varios países e idiomas, se estrena este viernes en una nueva versión dirigida y coadaptada por el australiano Justin Kurzel, quien se separa por completo de todo lo que habíamos visto hasta hoy en las diferentes recreaciones de la obra del Bardo de Avon, entre las que destacan la de Roman Polanski, de 1971, o la de Orson Welles, de 1948, protagonizada por él mismo.
Kurzel opta por una puesta en escena de gran belleza con una depurada fotografía a cargo de Adam Arkapaw, que seguramente estará presente en las candidaturas a premios del próximo año. Siendo una película muy oscura, la iluminación, los efectos especiales y la edición son valores de producción que completan una muy contemporánea adaptación, que se viste de imágenes y secuencias artísticas con influencia de cintas recientes como 300, pero sin caer nunca en el exceso, con resultados sobrios y de buen gusto en imágenes cuidadas hasta en el más mínimo detalle.
Hice el ejercicio de ver esta nueva versión de Macbeth acompañándome del texto original, y encontré que, de alguna forma, Justin Kurzel también se separa un poco de éste. Michael Fassbender está excepcional como Macbeth, y deja que se apodere de él la tragedia de un hombre ambicioso, sediento de poder, gravemente enfermo de codicia, un gran guerrero en el campo de batalla, pero inseguro, casi desdibujado en presencia de su amada Lady Macbeth, el verdadero monstruo de esta tragedia y a la que da vida una exquisita Marion Cotillard, que con su expresión melancólica y una presencia escénica casi etérea parece una fina neblina que va invadiendo los rincones
más oscuros de la mente y el alma de su esposo.
Parecería que Macbeth es el instrumento usado para que se cumplan las profecías de las tres enigmáticas brujas, que aquí son cuatro. Sus ambiguas predicciones atormentan a Macbeth, que es manipulable y cree en las fuerzas del destino, cuyo cumplimiento se convierte en el objetivo único de su vida.
Convertido en un ser cruel y despiadado el Macbeth de Fassbender, con costras de sangre, lodo y sudor, va perdiendo el contacto con la realidad y, al igual que Lady Macbeth, reinventa una para sí mismo. El remordimiento parece nunca pasarle cerca, ¿será consciente de sus actos? En cambio ella, con las manos bañadas de sangre, no puede resistir la vida como la había construido.
Si pudiera viajar en el tiempo, creo que William Shakespeare estaría impresionado con esta interpretación de su trágico Macbeth.
Muy recomendable.
