Memorias de Manhattan

Hay películas que valen por su historia, sus efectos especiales, interpretaciones, fotografía, hasta por la música. Lo ideal es que todo funcione de manera armoniosa para dar un buen producto cinematográfico. El caso en Memorias de Manhattan, complaciente traslado al ...

Hay películas que valen por su historia, sus efectos especiales, interpretaciones, fotografía, hasta por la música. Lo ideal es que todo funcione de manera armoniosa para dar un buen producto cinematográfico.

El caso en Memorias de Manhattan, complaciente traslado al español para 5 Flights Up (más o menos 5 pisos arriba), es el de aquellas películas que basan su solidez en el trabajo de los actores. Ver juntos a Morgan Freeman y Diane Keaton es una verdadera delicia; ambos tienen el peso para hacer que un argumento que llega a sentirse débil, se convierta en una película que se disfruta.

Como dato anecdótico, le comento que esta historia ha sufrido con los títulos. Se basa en la novela de Jill Ciment, Heroic Measures-Medidas heroicas. La adaptación al cine en inglés es 5 Flights up, en otros países se ha titulado Ruth y Alex, La vida misma y hasta Ático sin ascensor. ¿Cuál será el problema de traducir textualmente 5 pisos arriba, cuando además ése es casi el leitmotiv de la historia? ¿Será más comercial o comprensible para el público mexicano Memorias de Manhattan? El gancho está en esta pareja de actores y no en el título. Además, la historia transcurre en Brooklyn y no en Manhattan.

Está dirigida por Richard Loncraine, que ha incursionado en varios géneros cinematográficos. Entre lo más rescatable de su trayectoria está una muy original versión de Ricardo III, que le recomiendo ampliamente.

En Memorias de Manhattan, Morgan Freeman es Alex Carver, un hombre en sus setenta que ha estado felizmente casado 40 años con Ruth, Diane Keaton. No tienen hijos y viven en un muy agradable departamento en Brooklyn.

Alex es un pintor que no ha alcanzado un gran éxito, pero que disfruta lo que hace aunque ve venir a la nueva generación de artistas, quizá peores que él, pero jóvenes. Todos los días saca a pasear a Dorothy, su perra, saluda a algunos vecinos y compra un café para él y otro para Ruth. Regresa a casa y sube cinco pisos, cada vez con mas dificultades, el edificio no tiene elevador.

Ése es, precisamente, el motivo que los tiene preocupados, pues ambos consideran que se están haciendo viejos y que llegará el momento en que ya no puedan subir y bajar esas escaleras. Para ello deciden poner a la venta el departamento en el que han vivido cuarenta años y mudarse a uno que tenga elevador. La acción se ubica en ese fin de semana que los lleva a revalorar sus vidas.

Esta es la trama principal, no tiene grandes altibajos, ni momentos climáticos, ni giros inesperados, pero el gran valor de Memorias de Manhattan es ver juntos, como marido y mujer, a dos de los mejores actores “mayores” con que todavía cuenta el cine estadunidense.

Las tramas paralelas se desarrollan entrelazándose con la historia central: los achaques de su perro tan apaleado por los años, como ellos, la sobrina necia que se encarga de la venta del departamento y adolece de una falta absoluta de delicadeza, tacto y sensibilidad para entender a sus tíos, los clientes que visitan el departamento y se instalan groseramente en sus espacios mas entrañables,  hasta el seguimiento noticioso de un presunto terrorista que tiene a Brooklyn en jaque.

Freeman y Keaton convencen en su recreación de una pareja que se ama, se conoce, se adivina. En cuarenta años de matrimonio, Ruth y Alex han alcanzado un nivel en el que parecen una sola persona, y es fácil conectarse con ellos por su calidez, frescura y espontaneidad.

Si quiere ver a dos extraordinarios actores, no se la pierda. 

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