México y Brasil... “te pareces tanto a mí”
Todo el aparato político de Brasil está en exhibición. Y es ahí donde está lo envidiable: parece funcionar sin condiciones políticas.
Los brasileños y los mexicanos nos parecemos mucho más de lo que quisiéramos. Aunque la verdad sea dicha, el aparato judicial de Brasil podría ser motivo de envidia para México.
Pero en otras instancias...
Hace unos años Brasil pidió la organización del Campeonato Mundial de Futbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Una forma de mostrar al mundo la fuerza de una potencia naciente.
¿México 68?
Los reflectores no fueron lo que esperaban. De hecho, resaltaron los problemas del país: violencia, delincuencia, injusticia social, desigualdades económicas.
Y al igual que México 68, todo en medio de un ambiente de crisis social y política.
Con todo, hay algunas diferencias...
Cuando cuatro nadadores olímpicos estadunidenses se quejaron públicamente de haber sido asaltados por agentes de seguridad en Río de Janeiro, la predisposición a creerles fue inmediata.
De hecho, la primera entrevista, en la que Ryan Lochte, ganador de varias medallas, relató el incidente fue para la cadena de televisión estadunidense NBC.
La prensa internacional, en especial la estadunidense, compró la versión sin problemas, aunque su tono cambió luego de una rápida reacción brasileña.
En una ciudad, Río de Janeiro, donde la violencia es la norma, fue notable la celeridad con la que las autoridades locales pudieron aclarar que había sido un incidente distinto, en el que los nadadores rompieron la puerta del baño de una estación de servicio (gasolinera) y tras confrontar al guardia de seguridad pagaron los daños en efectivo.
Por supuesto que la población brasileña tendría el derecho de preguntarse si la eficiencia policial en desenmarañar la mentira de los nadadores estadunidenses no podría aplicarse también para resolver sus propios y diarios problemas de violencia, aunque la policía es parte importante de ellos.
Como en México.
De hecho, si se hubieran callado y no inventado un asalto, ninguno de los nadadores habría sido expuesto como mentiroso, habría sido retenido por horas en Brasil o habrían puesto mucho de su futuro en peligro.
Pero trataron de aprovechar por alguna razón los problemas de Brasil y la percepción de ellos.
La realidad es que la imagen brasileña está deteriorada. Después de todo, los problemas reflejados en los Juegos Olímpicos, de insalubridad a incapacidad, delincuencia y violencia, no son nuevos, por más que hayan adquirido prominencia internacional a partir de la celebración de los torneos deportivos mundiales.
De mayor consecuencia es la crisis política, que no parece de fácil resolución y en la que todo el aparato político brasileño está en exhibición.
Pero es ahí donde está lo envidiable: el aparato judicial parece funcionar sin condicionantes políticas y lo mismo tiene a la presidenta (en suspenso) Dilma Rousseff en la mira que a más del 50% del Congreso federal brasileño.
Y a regañadientes y a disgusto, pero acatan las órdenes judiciales.
Una parte del problema mexicano es que los mexicanos no creemos en general en nuestro sistema judicial, ni al político; los brasileños creen —o al menos así lo aparentan— en el suyo.
