Los republicanos... apretándose la nariz para votar

“Justo cuando se pensaba que el concurso de nominación presidencial había tocado fondo, Trump hizo chistes sobre el tamaño de sus genitales”.

La campaña por la nominación presidencial republicana se convirtió en un tema de “narices apretadas”.

La explicación es simple: para muchos republicanos de la vieja usanza la alternativa está entre votar por Donald Trump, que parece como el más viable nominado de su partido; votar por el candidato rival, muy probablemente Hillary Rodham Clinton, una persona a la que atribuyen “cualidades” tipo Lady Macbeth —ambiciosa, manipuladora, incluso criminal— y a la que detestan intensamente.

En ambos casos, tendrían que apretarse la nariz, cerrar los ojos y emitir su voto.

La tercera opción sería no votar y el resultado podría ser abrir el camino a Hillary y el regreso de su esposo —el expresidente Bill Clinton— a la Casa Blanca, o tan malo como es, la llegada de un personaje impresentable a la mansión presidencial.

Trump ha introducido a la política estadunidense extremos de vulgaridad que parecían impensables aún para una competencia que nunca ha sido —excepto en las concepciones más idealistas— una muestra de limpieza y en la que la difamación y el asesinato de carácter han estado, están y estarán siempre presentes.

Pero Trump ha sido demasiado, aún para esos antecedentes.

“Justo cuando se pensaba que el concurso de nominación presidencial había tocado fondo, Donald Trump hizo chistes sobre el tamaño de sus genitales”, lamentó The Washington Post.

Y la verdad, los discursos de Trump parecen a veces los desahogos de un comediante alburero.

Rodham Clinton ha sido hace décadas ya un blanco favorito de la derecha, que ha denunciado su presunta deshonestidad y corruptelas, aunque sus pecados reales no van mas allá de los que comete o ha cometido cualquier otro político estadunidense, republicanos incluidos.

El cargo de moda y bajo investigación es el uso de un “servidor” privado para sus correos, incluso como secretaria de Estado, lo que según las denuncias habría un número de mensajes clasificados como secretos o más. La esperanza de los republicanos es que una investigación en curso sobre eso la descalifique.

Pero al margen de esa esperanza republicana, su situación político-electoral es ciertamente más complicada.

Por un lado, Trump se ha convertido en el líder de los votantes que están enojados con el aparato político estadunidense en general y en particular con los republicanos por su aparente tibieza y disposición a negociar —aunque más bien sea porque no ejecutan los deseos de sus seguidores más extremos—.

Para mantener su liderazgo el empresario deberá ser cada vez más vulgar y más extremo. Un republicano leal tendrá que apretarse la nariz y votar por él, o en su contra.

Después de todo, como dice el historiador neoconservador Robert Kagan, el Partido Republicano ya está perdido, pero aún es tiempo de salvar al país.

Temas: